Me quedé
tendida en la cama de Tom e intenté imaginar cómo sería una vida con él y un
bebé. ¿Se angustiaría si llegara a casa del trabajo y no me encontrara porque
yo había ido a comprar con el bebé? ¿Me llamaría varias veces al día para
tenerme vigilada?
Sí, estaba
convencida de que lo haría.
La certeza me
ayudó a tomar una decisión inmediata. No podía seguir con Tom, ni un segundo
más. Tenía que acabar la relación. Cortar por lo sano.
Sentía la
necesidad de salir de allí lo más rápido que pudiera. Me levanté y vestí a toda
prisa, pero antes de marcharme decidí escribirle una nota.
Era lo mismo
que había hecho su ex novia para romper con él. Y al fin podía entenderla.
Sería imposible mantener aquella conversación con Tom cara a cara. Sobre todo
ahora que él creía que yo estaba embarazada.
Tom jamás me
dejaría marchar. Por eso no podía ni planteárselo.
Encontré un
papel y un bolígrafo y empecé a escribir.
"Querido Tom:
Me sentía mejor
y he decidido irme a casa. No quiero dejar sola a Onyx mucho tiempo.
Tom… sabes que
te adoro, pero creo que es hora de dejarlo. Es lo mejor que podemos hacer,
hasta que resuelva el asunto de mi matrimonio."
(Tu).....
Leí la nota con
el ceño fruncido, sin saber si había elegido las palabras adecuadas.
No quería hacerle daño, pero tampoco quería darle falsas
esperanzas.
Dejé la nota en
un lugar visible y me fui a casa, confiando en que Tom aceptara mi decisión.
Ingenua de mí.
El móvil empezó
a sonar antes de llegar a casa. El número de Tom aparecía en la pantalla
luminosa.
¿Cómo sabía que
ya no estaba en su casa? Aquel dato bastó para confirmarme que había
hecho lo
correcto al marcharme. Tom no me dejaba espacio ni para respirar.
Onyx me recibió
al abrir la puerta. La levanté y le rocé el hocico con la nariz.
Tokio no
estaba, pero había vuelto a dejarle más comida y agua en el porche. Tal vez se
la había encontrado algún niño en la calle y se lo había llevado a casa, como
sugería Tom. Tokio era un animal muy amistoso que siempre se estaba tumbando
sobre el lomo para que le rascaran la barriga, igual que un perro.
Tenía que hacer
carteles con su foto y pegarlos por todo el barrio. Si alguien se la había
quedado pensando que era una gata callejera, seguramente la devolvería cuando
supiera que Tokio tenía dueña.
Pero antes
tenía que descansar, porque estaba agotada tanto física como emocionalmente.
Cuando desperté
ya era más del mediodía, y aun así seguía estando grogui. Me obligué a
levantarme de la cama y preparé café. Pensé en preparar unos huevos, pero sólo
de pensarlo se me revolvió el estómago y opté por una tostada.
Con la taza en
la mano, fui al ordenador y empecé a diseñar un cartel con la foto de Tokio.
Cuando estuve satisfecha con el resultado, imprimí quince copias y volví a la
cocina para llamar a Maria. Tal vez pudiera ayudarme a pegar los carteles, y
con algo más.
—¿ Maria? —dije
con voz vacilante cuando respondió al teléfono.
—(Tu) —una
pausa—. Cuánto tiempo.
—Lo sé, lo sé.
—¿Cómo te va?
Tragué saliva.
—Me preguntaba
si… aún eres mi mejor amiga.
—(Tu), sabes
que siempre seré tu mejor amiga. Aunque me dejes de lado por culpa de un
hombre.
—Lo siento
mucho… —empecé a llorar.
—Eh, no quería
decir eso, (Tu).
—Pero es la
verdad.
—Tal vez, pero
no quería hacerte sentir mal. Además, yo también he estado ocupada.
—He roto con Tom —dije, yendo directamente al grano.
—¿En serio?
—Me estaba
agobiando y pensé que… no sé. Hace unos días me agarró por el cuello y…
—¿¿Qué??
—No me hizo
daño, pero en ese momento supe que se había acabado. Estaba loco de celos,
creía que me seguía acostando con Bill y hasta me acusó de haberme inventado lo
de mi violación.
—¿Por qué no me
llamaste, cariño?
—Porque no
quería que me dijeras «ya te lo dije».
—Oh, (Tu) —Maria
expulsó una sonora exhalación—. Pase lo que pase, siempre puedes contar
conmigo. ¿Me oyes?
—Sí. Tengo
miedo, Maria. El otro día Tom me quitó las llaves para que no pudiera marcharme
de su casa. Su comportamiento no es normal.
—Jesús…
—No sé si lo
hace porque se siente inseguro, creyendo que voy a volver con Bill…
—Confía en lo
que te dice tu instinto. Yo empecé a sospechar de él cuando vi que intentaba
acapararte en todo momento. Y sigo pensando que fue él quien atacó a Teddy.
De repente me
acordé de lo que Tom había dicho de su gata.
«Un día me
arañó y la ahogué».
—¿(Tu)?
—Tom me dijo
una vez que había ahogado a su gata. Luego aclaró que sólo bromeaba, pero… Tokio
ha desaparecido —sofoqué un gemido. ¿Había imprimido los carteles para nada?
¿Había perdido a Tokio para siempre?—. Quizá me esté dejando llevar por las
sospechas, pero… a Tom nunca le gustó que viniera a casa para darle de comer.
¿Crees que pudo hacerle algo para asegurarse de que me quedara siempre con él,
sin ninguna distracción?
—Eso sólo
podría hacerlo un psicópata —dijo Maria—. Pero ¿quién sabe?
Un torbellino
de pensamientos contradictorios se arremolinaba en mi cabeza.
Tom era un
hombre peligroso.
Mi reacción
estaba siendo exagerada.
Tom tenía celos
hasta de mi gato.
Mis
conclusiones estaban siendo precipitadas.
Me puse a
caminar por la cocina con el teléfono pegado a la oreja. Y fue entonces cuando
vi el ramo de lilas en la mesita del salón.
—Espera un
momento, Maria.
Dejé el auricular y fui al salón con un nudo en el
estómago. El ramo era impresionante y tenía un pequeño sobre entre las flores.
Lo abrí y saqué
la tarjeta.
"Estabas
durmiendo tan plácidamente que no he querido despertarte. Espero que estas
flores te alegren el día."
Bill.....
Sostuve la
tarjeta contra mi corazón, desgarrada por las emociones internas. Amaba a mi esposo,
pero una parte de mí seguía odiándolo por lo que me había hecho.
Saludos
chicas! espero estén bien, MUCHISIMAS GRACIAS por sus comentarios, de verdad
los agradezco mucho, los lei mientras estaba en descanso entre clases en la Uni
y bueno, me motivaron a dejar un poquitito las tareas para escribirles, espero
disfruten tanto el capitulo como yo escribiéndolo y leyendo sus comentarios,
cada vez mas cerca del final de la historiaa!! jaja! bueno nos leemos pronto,
espero estén mega bien! cuídense nos leemos pronto Os quiero!