Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

sábado, 24 de agosto de 2013

Capitulo 44



Tom entró en el vestíbulo y su mirada se posó inmediatamente en mí. En la mano empuñaba un cuchillo.

Sonrió y se giró brevemente para cerrar la puerta.

—Hola, hermosa —me saludó. Su sonrisa parecía sincera, pero en aquellas circunstancias resultaba aterradora.

Levanté la mano para cubrirme los pechos y miré fugazmente a Bill antes de volver a mirar a 
Tom. O más bien, al cuchillo que llevaba en la mano.

—Ya estamos todos… —dijo él—. Quizá deba ser así.

—Deja que mi mujer se vista —le pidió Bill.

—No es necesario —respondió Tom—. Ya he visto su cuerpo a detalle… como seguramente ya sepas, si has visto el vídeo.

Bill no dijo nada. Y yo tampoco.

—Ah, (Tu)… —murmuró Tom tristemente.


—¿Qué… qué haces aquí?
 
—¿Quieres decir por qué no estoy en Seattle?

Creo que asentí.

—Tenía que saberlo, (Tu). Tenía que saber si me estabas diciendo la verdad sobre nosotros. Y ahora lo sé.

El pecho se me contrajo de tal manera que casi no podía respirar. Todo había sido un ardid para ponerme a prueba. Y yo había caído en la trampa sin sospechar nada.

—¿Qué os parece si vamos al salón? —Sugirió Tom—. Allí estaremos más cómodos.

Ni Bill ni yo nos movimos, pero los ojos de mi esposo miraban frenéticamente a su alrededor. Obviamente estaba pensando cuál sería la mejor manera de manejar la situación.

Tom llevaba una camisa de manga larga que casi ocultaba el cuchillo en su totalidad. Pero cuando lo extrajo de la manga reveló una hoja que medía al menos veinticinco centímetros.

—Si no os movéis —dijo con mucha calma—, os apuñalaré por la espalda. Y cuando estéis de rodillas os rajaré el cuello.

Ahogué un grito de espanto. Sabía que Tom era peligroso, y ahora ya no quedaba la menor duda de que podía ser un asesino.

—Muévete, Bill —le dije.

—Tú también —me ordenó Tom.

Bill echó a andar en dirección a la cocina. Yo lo seguí lentamente, con el corazón desbocado.

—Si estás pensando en agarrar un cuchillo, recuerda que estoy justo detrás de tu
esposa. Si haces cualquier estupidez la degollaré delante de ti.

No era una amenaza vacía. Tom había matado a mi gato y también sería capaz de matarme a mí, por mucho que me negara a creerlo.

—No haré nada —prometió Bill, y mantuvo las manos en alto mientras caminaba—. Puedes ver mis manos. No voy a agarrar nada.

—Bien —dijo Tom—. No me gustaría que esto se pusiera feo. Lo único que quiero es hablar.

En el salón, Bill y yo nos detuvimos delante del sofá. Recogí la camiseta del suelo y me la puse.

—Sentaos —ordenó Tom.

Obedecí, sin apartar la vista de él. Bill se sentó a mi lado.

Tom se colocó frente a la mesita y empezó a hablar.

—Me habría gustado que nos viéramos en otras circunstancias, pero el amor no siempre es fácil Bill, supongo que ya habrás visto el vídeo.

Bill dudó un momento.

—Sí.

—Por tanto ya conoces los sentimientos de tu esposa hacia mí. Y los míos por ella. He venido a pedirte que la dejes marchar tranquilamente.

No había duda de que Tom me había estado espiando mientras se suponía que estaba en Seattle. Seguramente también había estado escuchando mis llamadas telefónicas.

Y aunque Tom sabía que me había visto con mi marido, aún conservaba la esperanza de que estaríamos juntos. Según él, sólo tenía que apartar a Bill para que yo fuera suya.

—Esto será muy fácil, (Tu) —me dijo—. Sólo tienes que recoger tus cosas, tu ropa, tus cosméticos… lo que necesites. Haz las maletas y llévalas a mi coche.

Miré a Bill y tragué saliva.

—Si la dejas marchar, Bill, podrás seguir viviendo. Así de simple. Si intentas impedirlo, morirás.

Aquello no podía ocurrir. No lo permitiría. —¿Y si no quiero irme contigo? —le pregunté—. 
¿Me matarás a mí también?

La expresión de Tom me recordó a la de un padre mirando a una niña desobediente. Una mezcla de afecto y reprobación.

—Sé que no quieres hacerle daño a tu marido. Eres una buena mujer y te sientes culpable por abandonarlo. Pero es lo correcto, (Tu).

—¿Es eso lo que quieres? —me preguntó Bill.

—No —respondí sin dudarlo, y le puse una mano en la rodilla. Fue un gesto inconsciente, totalmente espontáneo.

Por eso supe a ciencia cierta que no podía irme con Tom. No podía seguir fingiendo que quería estar con él. Estaba emocionalmente agotada y no tenía fuerzas para engañarlo. 

Además, no quería hacerlo.
  
Lo que significaba que Tom podía matarme.
Pensé en lo que podía decirle y decidí que lo mejor era apelar a su misericordia. Tal vez el amor que me profesaba le impidiera hacer una locura.

—Tom… No hagas esto.

—¿Se lo has dicho? —preguntó él, y la forma que tuvo de mirarme hizo que el pánico volviera a adueñarse de mí. Sacudí la cabeza casi imperceptiblemente y con los ojos le supliqué que no siguiera, pero Tom formuló la pregunta que tanto temía—. ¿Le has dicho que llevas dentro a mi hijo?

—¿¡Qué!? —exclamó Bill…..






Bueno, de nuevo por acá actualizando, gracias por los comentarios chicas y por entender por lo que estoy pasando, espero este capítulo lo disfruten ya que solo faltan 2 capítulos para que se termine, lo sé yo tampoco quiero terminarla pero, nada dura para siempre, lamentablemente, bueno espero una vez más que lo disfruten una vez más gracias por los comentarios, Os quiero y cuídense mucho!  Con suerte nos leeremos la semana próxima!
 

domingo, 11 de agosto de 2013

Capitulo 43



Sabía que Tom se estaba enamorando de mí, y una parte de mí también se había enamorado de él.

—¿Lo sabía? —volvió a preguntarme Bill.

—¿Creía Isabel que sólo te la estabas follando? —Respondí con otra pregunta—. Los dos hemos hecho cosas que no deberíamos haber hecho. ¿Tendría que haber tratado a Tom de otra manera? Sí, ahora puedo ver que sí. Pero ya se ha acabado —alargué una mano hacia el rostro de Bill y lo acaricié con suavidad—. Tú eres el único hombre al que quiero. A pesar de todo, te sigo queriendo.

—Entonces ¿por qué le dijiste que lo querías?

—Porque… —¿porque me estaba comiendo el coño y privándome de mi orgasmo hasta oír lo que quería oír? No, no podía contarle aquello a Bill—. Lo dije sin sentirlo, animada por la pasión. Por favor, cariño. No quiero seguir hablando de Tom. No servirá de nada —le puse las manos en las piernas y las subí lenta y seductoramente. Tal vez necesitara demostrarle lo mucho que aún lo deseaba. Podíamos hacer el amor allí mismo, en aquel instante. Si Tom estuviera acechando afuera, ya estaría aporreando la puerta.

No debía de estar escuchando. Se había asegurado de darle a Bill una copia
del DVD para asestar el golpe mortal a nuestro matrimonio. Sin Bill en mi vida, no me quedaría otra opción que estar con Tom.

Pero eso no iba a pasar.

—Quiero que hablemos de nosotros —dije. Moví una mano hacia la ingle de Bill y empecé a acariciarle su miembro—. O quizá sería mejor no hablar de nada.

Bill puso sus manos sobre las mías para detenerme.

—No lo dices en serio.

—¿Por qué no? Quiero follar contigo, Bill.

—(Tu)…

—¿Qué? ¿No te gusta que hable así? ¿Te parece sucio? ¿Como el sexo oral? Soy tu mujer, Bill. Deberíamos hacer de todo juntos. Sexo oral, sexo anal… Lo que queramos.

Bill dio un respingo hacia atrás.

—¿Te folló por detrás?

—¡No! Lo que intento decirte es que tenemos que explorar nuestra sexualidad. Es lo que hace la gente casada.

—Necesito tiempo…

—Y yo necesito que me toques —agarré su mano y me la puse en el pecho—. Y que me pruebes —volví a acariciarlo hasta que lo puse duro—. Me gusta, Bill. Me encanta…

Él cerró los ojos.

—Sigo viéndolo entre tus piernas… haciéndote eso…

Me quité la camiseta por encima de la cabeza y me desabroché el sujetador.

—Tócame… Por favor.

Abrió los ojos, pero mantuvo la vista en mi cara, sin mirarme los pechos desnudos.

—Por fav…

De repente me cubrió un pecho con la mano.

—¡Sí! Bill ,Tócame,.

Su mano se desplazó lentamente sobre el pecho, como si se estuviera familiarizando con su tacto.

—Tócame el pezón —le pedí, y me puse a acariciarme el otro hasta endurecerlo. Nunca había hecho algo así delante de Bill, porque sabía que le parecería demasiado descarado. A Bill le gustaban mis pechos, pero siempre había tomado la iniciativa a la hora de tocarlos.

Pero en esos momentos no parecía disgustarle lo que veía, porque sus gemidos se hicieron más profundos mientras miraba de un pecho a otro.

Mis bragas estaban empapadas. Me levanté y me senté a horcajadas sobre sus
piernas.

—Chúpalos cariño.

Bill empezó a amasar suavemente mi pecho izquierdo, antes de agachar la cabeza hacia el pezón. Vi su boca acercándose y como abría lentamente los labios. El placer me invadió incluso antes de que su lengua entrase en contacto con mi piel.

—Mmm… Cariño… —cerré los ojos y me deleité con las sensaciones que me provocaba su boca. Al principio se movía con una delicadeza excesiva, rodeando la areola con la lengua—. No te imaginas cómo me gusta…

Bill gimió de delicia y se metió el pezón en la boca para chupar con fuerza. Sentí la dureza de su pene bajo mi sexo, creciendo y palpitando como una herramienta dispuesta a realizar su función.

Me agarró el otro pecho, con mucha menos delicadeza, y se lo llevó a la boca para atrapar los dos pezones a la vez. Desplazó la lengua de uno a otro e hincó ligeramente los dientes, lo suficiente para que una pequeña dosis de dolor intensificara aún más el placer. A continuación volvió al primer pezón y repitió el procedimiento.

—Sí, cariño… —quería sentir la misma intensidad salvaje que había vivido con Tom. Eché la cabeza hacia atrás mientras me lamía los dos pezones al mismo tiempo y grité de puro éxtasis. Su polla endurecida se frotaba contra mi clítoris, avivando las sensaciones de placer.

De pronto, Bill giró nuestros cuerpos de manera que quedé tendida de espaldas en el sofá y él colocado entre mis piernas. Apartó la boca de mis pechos y fue bajando con la lengua por las costillas mientras me desabrochaba los vaqueros.

—Sí, cariño, sí… —lo anime con voz jadeante, y levanté las caderas para que pudiera quitarme el pantalón—. Mira lo mojada que estoy…

Bill pegó los labios por encima del vello púbico y pasó el dedo pulgar sobre mis bragas.

—Estás empapada…

—Cómemelo, cariño. Cómeme hasta que me ponga a gritar tu nombre…

Él me quitó las bragas, pero en vez de tocarme o lamerme se quedó mirando, absolutamente embelesado ante la imagen de mi sexo.

 Nunca había hecho algo así. Su boca estaba tan cerca que su aliento me hacía cosquillas en el clítoris.

Finalmente empezó a tocarme y yo me estremecí con un placer delicioso.

—Tócame, cariño. Pruébame…

Bill introdujo un dedo entre los labios vaginales.

—¿Así?

—¡Sí! —Levanté las caderas—. Méteme los dedos. Todos…

Bill deslizó el dedo corazón en mi interior. Un profundo gemido retumbó en su pecho mientras lo hacía.

—Eres tan hermosa, (Tu)…

Me metió otro dedo y yo me aferré a los cojines del sofá ante la oleada de placer que me invadía. Era una sensación completamente distinta a la que había experimentado con Tom. Porque el placer que sentía con Bill estaba ineludiblemente unido al amor.

—Tan hermosa… —repitió él con voz ahogada.

—Fóllame con tus dedos. ¡Sí, así… así! —Bill metió los dedos hasta el fondo y empezó a moverlos en círculos, cada vez más rápido. El placer era tan intenso que apenas podía respirar.

Me pellizqué los pezones y empujé con las caderas hacia arriba, con la esperanza de que Bill entendiera lo que más deseaba. Sus dedos eran maravillosos, pero era su lengua lo que quería.

—Cómeme, cariño. Por favor… Necesito sentir tu lengua.

 Bill giró la cara y me mordió la cara interna del muslo. Aquello tampoco era lo que yo quería.

—Una sola vez, cariño. Tócame con tu lengua y me correré —meneé las caderas, desesperada por recibirlo.

Él acercó los labios a mi sexo, y justo cuando me preparaba para sentir su lengua, echó la cabeza hacia atrás.

—¡No!

—No puedo —murmuró él, apartándose de mí.

Sus palabras me dejaron anonadada.

—Bill, por favor…

—No puedo. No después de haberte visto con él.

—No me hagas esto —le supliqué con voz lastimera. Me puse de rodillas y alargué los brazos hacia él—. Te deseo, Bill. Sólo a ti.

Él se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta.

—Tengo que irme.

—¡No!

No me escuchaba. Salió rápidamente del salón mientras yo intentaba ponerme los vaqueros a toda prisa. Corrí hacia la puerta, que estaba abierta, y salí al porche. Bill estaba de pie junto a su vehículo, como si algo lo hubiera hecho cambiar de opinión en el último instante.

—Bill —lo llamé.

Él se giró hacia mí con los ojos abiertos como platos en una mueca de horror. Me miró los pechos y me di cuenta de que no llevaba nada encima. Al otro lado de la calle el señor Warner, mi vecino me miraba sin disimular su interés.

—Vuelve adentro —me ordenó Bill.

Entré rápidamente en casa, pero mi frustración era demasiado grande como para permitirme sentir vergüenza.

—Entra, por favor —le pedí—. Tenemos que hablar de esto.

—Ya voy —respondió él con voz tensa.

Pasaron los segundos, y sólo la presencia del señor Warner al otro lado de la calle me impidió volver a salir a ver dónde estaba Bill.

Finalmente cruzó la puerta y pude respirar con alivio.

Pero entonces vi otra sombra llenando el umbral y el miedo me paralizó los músculos. Seguramente había presentido su presencia antes de verlo.





Chicas! De verdad lo siento por no haber actualizado capitulo pero, mi familia ahora está en un mal momento, uno de mis primos falleció el fin de semana pasado y  en lo personal he estado dándole mi apoyo a mi padre, mi tía y otros familiares cercanos, se que tal vez a ustedes no les afecte pero quería hacerles saber el motivo de mi ausencia, y no sé si alguna me tiene en alguna red social pero he estado totalmente desligada de internet la última semana, ahora es que he entrado y he leído los dos últimos comentarios, como siempre gracias por seguir leyendo! No estoy de muchos ánimos ahora para escribir, este capítulo ya estaba listo y ese es también el motivo por el que lo subo, espero lo disfruten, nos leemos pronto! Os quiero y gracias de antemano y esperen pronto el gran final! ...