Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

domingo, 28 de julio de 2013

capitulo 42



Un frío glacial se propagó por mi espalda y mis brazos.

Muy lentamente, me giré hacia la televisión. Sabía lo que iba a ver, pero de todos modos ahogué un grito al verlo. Estaba tendida en la cama de Tom, con las muñecas atadas al cabecero, las piernas abiertas y la cara de Tom enterrada en mi sexo. Tenía la espalda arqueada y mis pechos se balanceaban al retorcerme de éxtasis.

Salté del sofá y me coloqué delante de la televisión para que Bill no pudiera verlo.

—Ya lo he visto —dijo él—. Lo he visto todo.

—¿Cómo… cómo…?

—¿Cómo ha llegado a mis manos? Tu novio me la trajo hoy al hotel.

—¿Qué? —¿Tom estaba en la ciudad? ¿Y sabía dónde trabajaba Bill?

—Me encanta lo que viene ahora.

—Escúchame, Bill. Tom está loco. Creía que estaba de viaje, pero me mintió. No podemos quedarnos aquí. Es peligroso.

—Quítate de en medio —dijo él, sin prestar atención a lo que le estaba diciendo.

—Por favor, Bill, no veas esto —le supliqué—. No sé en qué estaba pensando Tom al grabarlo. Yo ni siquiera sabía que lo estaba haciendo. Pero… —gemí de frustración—. Apágalo, por favor. Apágalo —me giré y apagué manualmente el televisor, pero Bill volvió a encenderlo con el mando a distancia—. No hagas esto, Bill. Te lo pido por lo que más quieras.

—¿Me quieres? —se oyó la voz de Tom, seguida de mis jadeos.

No pude soportarlo más y apreté el botón para expulsar el DVD.

—Le dijiste que lo querías —dijo Bill.

Negué con la cabeza. Era lo único que podía hacer.

—Te he oído. Y lo que es más importante, te he visto.

—Sólo eran palabras. No significaban nada.

—¿No? Entonces ¿cómo sabe él que mi padre murió y me dejó algún dinero?

Por eso Bill había hecho el comentario tan ofensivo sobre los motivos que tenía para estar con él.

—Sólo estábamos hablando —expliqué—. Sobre los padres y la muerte. No tenía ninguna importancia.

—Conmigo nunca has sido así —tragó saliva, intentando conservar la compostura—. Conmigo nunca has gemido de esa manera, ni te has movido con esa pasión.

Por mucho que quisiera, no podía negar lo que estaba diciendo. El sexo con Tom había sido absolutamente desinhibido, en parte porque era una relación prohibida, y en parte porque Tom me había abierto un mundo de nuevas sensaciones que nunca me había atrevido a explorar.

—¿Y tú no lo pasaste bien con tu puta? Me dijiste que le comiste el coño. Seguro que te encantó y que te corriste en su boca. No quería que me vieras con Tom, pero al menos ya lo sabes. Yo, en cambio, tendré que conformarme con imaginar lo que hicisteis vosotros. Y te aseguro que mi imaginación puede ser mucho peor que la realidad.

—Me dijo que estabas conmigo hasta que consiguieras parte de la herencia de mi padre.

Me arrojé a sus pies.

—¿Y tú lo creíste? Porque entonces es que no me conoces en absoluto.

Él no respondió, pero por el brillo de sus ojos no parecía darle mucho crédito a las palabras de Tom.

—Tom está perturbado —le dije a Bill—. Se enamoró obsesivamente de mí, a pesar de que lo nuestro no era más que una aventura, y no le sentó nada bien cuando le dije que se había acabado.

—¿Sabía él que sólo era una aventura?

Abrí la boca, pero no pude responder. Bill había dado en el clavo. Por primera vez me daba cuenta de que no había enfocado mi relación con Tom como una aventura únicamente. 







Chicas saludos, espero y estén bien, disculpen por lo corto del capítulo pero ya solamente quedan dos, espero este les guste, muchas gracias por los comentarios, nos leemos pronto para los dos capítulos finales! Cuídense!

lunes, 22 de julio de 2013

Capitulo 41



Al día siguiente me sentía aún mejor, sabiendo que tenía otras veinticuatro horas hasta que Tom volviera a la ciudad. Pensé en volver a la comisaría y decirle a la agente de policía con la que había hablado que Tom era un hombre muy peligroso y que estaba asustada. No sólo lo pensé, sino que me subí al coche y conduje hasta allí. Pero al llegar seguí sin detenerme y di media vuelta para regresar a casa.

No quería que me acusaran de haber obstruido una investigación policial.

Una vez en casa, llamé a Maria desde el móvil y le conté la velada que había pasado con Bill.

—Oh, cariño, es genial…

—Creo que vamos a solucionar las cosas —le dije—. Hemos dejado toda la porquería atrás.

—¿Le has dicho algo del… bebé?

Suspiré.

—No pude hacerlo, Maria, Ya sé que debería hacerlo, pero estamos intentando arreglar lo nuestro y…

—He estado pensando en tu embarazo.

—¿Y?

—¿Cómo sabes que el bebé no es de Bill? ¿No pudiste quedarte embarazada antes de que nos fuéramos a las Bahamas?

—Mi periodo me vino poco antes de marcharnos, aunque recuerdo que fue muy escasa. Nada más volver Bill me contó su infidelidad y no volvimos a tener sexo.

—He oído historias sobre mujeres que tienen la regla hasta que dan a luz. Tienes que hacerte una ecografía y ver de cuánto tiempo es el embarazo.

Nada me gustaría más que el bebé fuese de Bill, pero era una posibilidad muy remota.

—Sea como sea, tienes que saberlo —insistió Maria.

—Llamaré a mi médico ahora mismo.

El teléfono de casa sonó antes de que pudiera hacer la llamada. Era Bill, llamándome desde el hotel, de modo que levanté el auricular.

—Buenos días, Bill.

—Buenos días, cariño. He estado pensando en ti toda la noche, ¿sabes?

—¿Y eso es bueno?

—Es estupendo. Me muero por volver a verte.

El corazón me dio un vuelco de emoción.

—Yo también —dije, sonriendo.

—¿Qué te parece esta noche? Mañana por la mañana no tengo que trabajar.

—¿Y ahora?

—Sabes que los viernes no trabajo.

—Oh, es verdad —dije, fingiendo que lo había olvidado.

—Así que podríamos aprovechar esta noche… si quieres.

—Suena interesante —reí—. ¿Quieres que compre algún juego de mesa?

—Si te apetece… Aunque quizá acabemos jugando a otro tipo de juegos.

Volví a reírme.

—Cariño, tengo que colgar. Pero te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Colgué el teléfono sabiendo que tenía que pedir una cita con el médico. Necesitaba hacerme una prueba de embarazo profesional. Y luego hacerme una ecografía.

De repente me invadió un deseo abrumador por tener aquel bebé. Aunque fuera de Tom y supusiera el fin de mi matrimonio, no iba a considerar la opción del aborto.

Era una mujer adulta, madura y responsable. Si había concebido un hijo con Tom había sido fruto de la pasión irracional, pero no iba a abortar sólo porque fuese la opción más fácil. Si lo hiciera, nunca podría estar en paz conmigo misma.

Y si Bill decidía no perdonarme por quedarme embarazada de mi amante, que así fuera.

Pero lo primero era averiguar cuándo se había producido exactamente mi embarazo. Y a partir de ahí tomar las decisiones pertinentes.

Concerté una cita con el médico para aquella misma tarde y en su consulta se me confirmó lo que ya sabía. Estaba embarazada. Pero no podrían hacerme la ecografía hasta el final de la próxima semana. Me resigné a esperar para saber el momento exacto de la concepción.

Mientras conducía de vuelta a casa medité sobre el momento exacto para decírselo a Bill.
No quería mentirle, pero tampoco quería decirle nada hasta no saber con seguridad quién era el padre. Si era Bill, no tendría por qué saber que había dudado de su paternidad. Pero si era 

Tom…

Me obligué a no preocuparme antes de tiempo.

Vi el coche de Bill aparcado en el camino de entrada. Sólo eran las cuatro de la tarde, por lo que debía de haber salido temprano del trabajo para darme una sorpresa. Me sorprendí a mí misma sonriendo como una tonta. Aunque era una sonrisa agridulce, teniendo en cuenta el secreto que debía guardar durante toda
una semana, ignorando cuál sería el resultado.

Por delante quedaba mucho trabajo y esfuerzo, pero haría lo que hiciera falta por salvar mi matrimonio. No sería fácil, y habría momentos en los que querría tirar la toalla al recordar la traición. Si el bebé no era de Bill, quizá él no se viera capaz de superarlo. Pero yo confiaba en que juntos podríamos vencer todos los obstáculos.

Aparqué junto al coche de Bill y corrí hacia la puerta con el corazón desbocado. Era maravilloso sentir la emoción que me embargaba ante la idea de volver a ver a mi marido.

—¡Bill! —lo llamé al entrar—. Cariño, ya estoy en casa.

Eran las mismas palabras que tantas y tantas veces había pronunciado a lo largo de los años, pero que de nuevo tenían un significado especial.

Aquel día significaban un nuevo comienzo.

Bill no respondió. Entré en el salón y lo vi sentado en el sofá.

—Cariño… —me detuve en seco al ver la expresión de su cara.

Parecía que alguien hubiese muerto.

Corrí hacia él.

—Bill —me senté junto a él y tomé su rostro entre mis manos. Nunca lo había visto tan… conmocionado—. ¿Qué ocurre, cariño?

Él apartó la cabeza y me dio la espalda.

—Bill… —le puse una mano en el hombro.

—Creía que querías volver conmigo.

—Claro que sí. Lo hablamos anoche.

Él guardó un breve silencio.

—Ya sé que lo fastidié todo. Pero esperaba que… No sé. Quizá haya sido un estúpido.

—¿De qué estás hablando? Anoche tuvimos una conversación muy bonita. ¿Qué ha cambiado?

Bill volvió a mirarme. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¿Estás enamorada del tipo con el que tuviste tu aventura?

¿De dónde sacaba aquella idea?

—No.

—¿Estás segura?

Las preguntas de Bill me recordaban las disparatadas acusaciones de Tom. No podía soportar sus dudas. No después de lo que él había hecho y de habernos propuesto empezar de nuevo.

—¿Cuál es el problema? —le pregunté, perdiendo la paciencia—. ¿No soportas que me haya acostado con otro hombre? Fue idea tuya, ¿recuerdas? Tú querías que igualara la balanza para que ninguno pudiera reprocharle nada al otro.


—¿Quieres volver conmigo o… sólo te interesa el dinero que heredé de mi padre? Porque si es eso lo que quieres…

Le di una bofetada. No podía creer que aquellas palabras salieran de su boca. Él sabía muy 
bien que nunca había querido su dinero.

—¿Cómo te atreves?

Bill agarró el mando a distancia del sofá y encendió la televisión.

—¿Qué haces? ¿Te vas a poner a ver un partido de fútbol?

Él no respondió y se limitó a encender también el reproductor de DVD.

—Muy bien —dije, levantándome—. Si es eso lo que quieres…

—Siéntate.

Su tono de voz me hizo obedecer sin rechistar.

—No entiendo nada, Bill…

Acababa de decirlo cuando oí los gemidos. Mis propios gemidos saliendo del televisor.

Oh, Dios…   








Chicas mil disculpas por la tardanza, pero ya acá esta el capitulo, espero lo disfruten mucho y espero les guste, ya no falta nada para el gran final! Espero lo disfruten y gracias por sus comentarios, nos leemos pronto! Os quiero cuídense!