Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

domingo, 22 de septiembre de 2013

Epilogo



Bill tenía razón. La herida no era profunda y tan sólo le quedaría una cicatriz en el pecho. Podía considerarse afortunado, pues había sufrido la ira asesina de un psicópata y había vivido para contarlo.

Extrañamente, no me afectó haber matado a una persona. No me alegraba de haberlo hecho y maldeciría para siempre el día que conocí a Tom, pero al menos podía vivir en paz conmigo misma.

Porque en el fondo sabía que no había tenido elección. Tom tenía que morir. Si hubiera quedado con vida, Bill y yo jamás habríamos estado seguros.
Pero con Tom muerto, éramos libres.

Tal vez por haber estado tan cerca de la muerte, Bill tomó la decisión de olvidar lo ocurrido entre Tom y yo. Me aseguró lo mismo que dijo cuando Tom amenazaba con matarnos: él sería el padre del niño, aunque biológicamente no fuera hijo suyo.

Mi amor por él creció aún más al oírselo decir.

También acordamos que pondríamos la casa en venta en cuanto hubiéramos cambiado la alfombra manchada de sangre. Ni Bill ni yo nos sentíamos capaces de seguir viviendo allí.

Buscaríamos otra casa para empezar de nuevo y criar a nuestro hijo.
La semana siguiente transcurrió entre los interrogatorios de la policía y el interés de los medios de comunicación. A los periodistas sólo les hablé de mi amistad con Tom, sin admitir mi aventura, pero a la policía tuve que contárselo todo. Los medios informaron de que Tom era un amigo que se obsesionó conmigo y que quiso matar a mi esposo para poder tenerme. Yo estaba segura de que muchas personas no se creerían la noticia y sacarían sus propias conclusiones, pero a mí me daba igual. Lo único que me preocupaba era mi familia.

Y esa familia incluía un bebé cuya paternidad había que determinar.

Un martes por la noche Bill me sorprendió al decirme que quería acompañarme al médico el viernes. A pesar de su valor y decisión, yo sabía que estaba asustado por el resultado de las pruebas. Pero en todo momento estuvo a mi lado y me sostuvo la mano mientras el médico me aplicaba el gel y movía el transductor sobre el vientre. Los dos nos emocionamos cuando vimos y oímos el corazón del bebé.

—Sea de quien sea, este hijo será mío —declaró Bill en voz baja cuando el médico abandonó la sala.

Le puse la mano en la mejilla. Quería decirle algo, pero la emoción me impedía hablar. Estábamos viviendo una situación que no se la desearía ni a mi peor enemigo, y sin embargo Bill y yo estábamos más unidos que nunca.

—Te amo —conseguí decir finalmente—. Y siento mucho lo que…

Bill me puso un dedo en los labios.

—Sin mirar atrás, ¿recuerdas?

Asentí lentamente.

—Sin mirar atrás.

La puerta se abrió y el médico volvió a entrar.

—¿Y bien? —le pregunté con impaciencia—. ¿De cuánto tiempo estoy?

—A juzgar por el tamaño del feto, parece que de diez semanas.

No podía creerlo.

—¿Y el periodo que tuve?

—Es normal que algunas mujeres manchen un poco durante el embarazo —explicó el médico 

—. Sobre todo al principio.

Una ola de calor me invadió el pecho.

—Estoy embarazada de diez semanas... ¿Seguro?

—Completamente. El bebé fue concebido el veintiocho de agosto.

Bill soltó una exclamación de júbilo. Nunca lo había visto tan entusiasmado.

—Nuestro hijo —murmuré—. Nuestro hijo…

El médico nos entregó una foto de la imagen que habíamos visto en el monitor.

—Pensé que les gustaría tenerla —nos dijo con una amable sonrisa—. Y eso es todo. Ya pueden marcharse.

Contemplé la imagen con lágrimas de felicidad en los ojos. Era muy pequeña, pero se apreciaba claramente la forma.

—Nuestro hijo —repetí, mirando al hombre de mi vida—. No es de Tom…

Bill me sonrió y me puso la mano sobre el vientre. De la preocupación había pasado a sentirse el hombre más feliz de la Tierra.

—Te amo —me dijo, y me besó entre lágrimas y risas.

Al apartarnos volví a mirar la ecografía.

—Creo que es niña.

—Una niña —repitió Bill, sobrecogido.

—Sí, una niña pequeña. Así lo siento.

Bill asintió.

—Yo también.

—Oh, Dios mío… vamos a ser padres.

—Los mejores padres que el mundo haya visto.

Agarré la mano de Bill.

—Nuestra hija.

—Sí, (Tu). Nuestra hija —me levantó de la camilla y me dio un beso lleno de amor y promesas.
Sabía que aún nos quedaba un largo y difícil camino por delante hasta reparar todo el daño que le habíamos causado a nuestro matrimonio. Pero el beso de Bill me demostraba que podíamos conseguirlo.

Dejamos de besarnos y Bill me llevó hacia la puerta.

—Vamos —dijo con una amplia sonrisa—. Tenemos que empezar a buscar casa nueva.




Fin ?…








Bueno, así finaliza esta historia, muchísimas gracias a todas las que estuvieron siempre allí leyendo capitulo tras capitulo y sobre todo esperando las semanas que me retrasaba en actualizar, gracias por los comentarios en cada capítulo, gracias a las que igualmente me escribían al twitter y bueno, espero hallan disfrutado de la historia tanto como yo, y las que se preguntan si continuare escribiendo, la respuesta es sí!  Escribir es mi vida, mi escape y claro que continuare haciéndolo, aun no sé si escribiré una historia tan larga como esta o como Orgasmo Sangriento pero si lo hago y aun están dispuestas a leerme, con gusto la subiré, una vez más gracias a todas!  Siempre estaré por las redes sociales si quieren contactarme o saber si subiré nueva historia, Como siempre cuídense mucho, Os quiero! Y espero nos leamos pronto!
 

viernes, 6 de septiembre de 2013

Capitulo 45



No pude mirar a Bill cuando me tiró de las muñecas para apartarme las manos de la cara.

—¿Es eso cierto, (Tu)?

—Díselo, hermosa —me acució Tom con una sonrisa cruel.

—¿Estás embarazada… de su hijo?

Empecé a sollozar.

—Dios mío —murmuró Bill, y se puso lentamente en pie—. Lo estás.

—No sé si es suyo —me apresuré a decir—. Es posible que sea tuyo.

Bill empezó a andar de un lado para otro.

—Dios bendito…

Miré furiosa a Tom.

—¿Cómo has podido hacer esto?

—Tu marido tiene que saber que hemos concebido un hijo por amor. ¿Crees que ahora querrá estar contigo? No, (Tu). Ya nunca podrá perdonarte —avanzó un paso hacia mí—. Pero yo sí te perdono, (Tu).

La confusión se mezcló con mis lágrimas.

—Sé lo que estabas haciendo antes de que yo llegara. Por eso estabas desnuda de cintura para arriba y con los vaqueros desabrochados —siguió acercándose—. Pero te perdono. Porque te quiero. Sin ti, sin nuestro hijo, mi vida no es nada.

Le lancé una mirada suplicante a Bill, implorándole que me comprendiera. Fuese quien fuese el padre biológico, para mí el único padre era Bill. Me daba igual lo que dijeran las pruebas.

—Tu marido nos ha visto juntos en el vídeo — prosiguió Tom—. ¿Crees que puede aceptar que hayas estado con otro hombre? No. ¿Y por qué no? Porque él siente que tú le perteneces. Míralo… Es como un animal enjaulado, dispuesto a atacar. Si yo no estuviera aquí, seguramente te estaría pegando.

Bill dejó de moverse y miró a Tom, respirando agitadamente. Estaba tan furioso que parecía echar humo por la nariz. ¿Y si Tom tenía razón? ¿Sería capaz de cometer un acto violento si se lo llevaba al límite?

No, no podía creerlo. Por muy furioso que estuviera, Bill nunca me levantaría la mano.

—Si él te amara de verdad —dijo Tom—, te perdonaría y volvería a recibirte con los brazos abiertos.

Intenté tragar saliva, pero se me había formado un nudo en la garganta. Volví a mirar a Bill y le sostuve la mirada, hasta que fue él quien la apartó.

¿Realmente era incapaz de superar mi aventura? ¿A pesar de haber sido él quien me arrojó a los brazos de otro hombre?

También yo aparté la mirada. Era incapaz de seguir mirándolo, porque sabía que todo había acabado para siempre.

—Te perdono.

La voz de Bill me hizo girarme otra vez hacia él con el corazón henchido de esperanza.

—Te perdono —repitió Bill—. Nada de esto hubiera pasado de no haber sido por mi culpa. Si estás embarazada, aceptaré al niño como si fuera mío.

—Oh, Bill… —los ojos se me volvieron a llenar de lágrimas, pero esa vez eran de emoción. Al fin sabía, sin ninguna duda, que Bill era el amor de mi vida.

—Te lo vuelvo a decir, (Tu)… Ahora y siempre.

Empecé a andar hacia él, pero Tom se interpuso entre nosotros y me miró con un peligroso brillo en los ojos.

—No es la decisión acertada, (Tu).

Muy tranquilamente, se giró hacia Bill… y le asestó una puñalada en el pecho.

—¡No! —grité. Lo agarré del brazo, pero él se soltó con facilidad y me tiró al suelo de un empujón.

—Te daré una última oportunidad para que cambies de opinión —me dijo—. La próxima vez le cortaré el cuello.

Asentí, temblando de pies a cabeza.

—Está bien, está bien.

Tom me ofreció la mano y yo la acepté para que me levantase.

Bill estaba en el sofá, con las manos apretadas al pecho. La sangre manchaba su camisa blanca.

—Estoy bien… La herida no es profunda.

—No perdamos más tiempo... —dijo Tom—. Recoge tus cosas. Vamos.

Yo seguía temblando, muerta de miedo. Pero entonces me acordé de algo.

La pistola de Maria estaba en la habitación.

Si iba a recoger mis cosas, como Tom me ordenaba, podría hacerme con el arma.

—Voy —le dije a Tom, antes de volverme hacia Bill—. Tiene razón. Estoy enamorada de él. No quería hacerte daño, pero… no quiero seguir contigo.

Un destelló asomó en los ojos de Bill. ¿Se creería lo que le estaba diciendo?

—Voy a marcharme con Tom —añadí—. Pero… Tom, tienes que prometerme que no le harás daño. No es necesario. Si la policía interviene no podremos estar juntos —le dediqué una sonrisa forzada.

—Ya he pensado en esto, y sé dónde puedo esconder el cuerpo —me aseguró Tom—. Es el mismo sitio donde habría ocultado el cuerpo de Theodore, si hubiera logrado matar a ese cerdo asqueroso cuando tuve la oportunidad.

De manera que Tom no pensaba dejar que Bill viviera. La sorpresa y el horror debieron de reflejarse en mi cara, a pesar de mis esfuerzos por mantener la serenidad. Si Tom advertía mis dudas mataría a Bill, y a mí, antes de que yo tuviese tiempo de agarrar el arma.

—Sí, hermosa. Mi intención era matar a aquella rata, igual que tu marido debería haber matado a tu violador. Pero tu marido no es lo bastante hombre. No sabe protegerte. Yo, en cambio, siempre os protegeré a ti y a nuestro hijo.

¿Qué le había pasado a Tom para transformarse en un monstruo? ¿Habría sido un resentimiento salvaje, provocado por el rechazo? ¿O tal vez era su propia naturaleza?

El motivo no importaba. Tenía que conseguir hacerme con la pistola.

—Sé que contigo siempre estaré segura —le dije, y para convencerlo me acerqué a él y le di un beso en los labios—. Voy por mis cosas.

Fui al dormitorio y dejé la puerta abierta para no levantar sospechas. El corazón se me iba a salir del pecho, y las manos me temblaban tanto que quizá no pudiera empuñar el arma.

Maria me había dicho que estaba cargada.

Me puse a revolver en los cajones y a arrojar la ropa sobre la cama, haciendo los ruidos que haría una mujer preparando el equipaje. Pero a cada segundo temía que Tom matara a Bill.
Estaba completamente loco y sus actos eran imprevisibles.

Miré por encima del hombro y no pude ver a Tom, lo que significaba que él tampoco podía verme a mí desde el salón. Muy despacio me acerqué a la mesita de noche, abrí el cajón…

—Hermosa.

El corazón me dio un brinco y me di rápidamente la vuelta. Tom estaba en la puerta del dormitorio.

—¿Me quieres?

—Sonreí.

—Sí Tom. Te quiero. Creo que te he querido desde el principio.

Él también sonrió.

—¿Necesitas ayuda?

Advertí un movimiento detrás de él y vi a Bill intentando llegar a la cocina. La sonrisa de Tom se esfumó al instante y siguió la dirección de mi mirada.

—¡Hijo de perra! —Exclamó, volviendo rápidamente al salón—. ¡Vuelve al sofá!

—Eh, tío, lo siento —repuso Bill—. Sólo quería estirar las piernas.

—¿Crees que esto es un juego? —Gritó Tom, fuera de sí—. ¿Crees que estoy jugando?
Ahora o nunca. Tenía que actuar antes de que Tom matara a Bill.

Sin perder un segundo más, saqué la pistola del cajón, retiré el seguro como me había enseñado Maria y salí corriendo del dormitorio.

Bill estaba de pie con las manos extendidas, intentando detener a Tom.

—Te dije que no intentaras ninguna estupidez —dijo Tom, levantando lentamente el cuchillo—. He estado a punto de perdonarte la vida por (Tu), pero ahora vas a morir.

—¡No lo toques! —chillé.

Tom y Bill se giraron hacia mí.

—Hermosa —dijo Tom en tono jocoso al ver el arma—, ¿se puede saber qué haces?

—Apártate de mi marido —le advertí entre dientes.

Tom no se atrevió a comprobar si hablaba en serio o no, porque dio unos pasos hacia atrás.

—Bill, ponte a mi lado —le dije—. No quiero que resultes herido.

—¿Vas a dispararme? —me preguntó Tom con incredulidad.

Bill llegó junto a mí.

—Dame la pistola.

—No —en los breves segundos que llevaría pasar el arma de una mano a otra, Tom podría saltar sobre el sofá y apuñalar al menos a uno de los dos—. Puedo hacerlo yo.

—¿De verdad crees que puedes dispararme? — Volvió a preguntar Tom—. Lo nuestro es algo especial, Hermosa. Los dos somos uno. Como Dios hizo al hombre y a la mujer.

—¿Mataste a mi gato?

—¿Has olvidado cómo te hacía sentir en la cama nena? Todo lo que hacíamos era amor. Hemos concebido un hijo con nuestro amor.

—¿Mataste a mi gato? —repetí, respirando con agitación.

—El gato, el maldito gato —espetó él—. Siempre estabas escapándote para darle
de comer a ese bicho asqueroso.

Un nuevo torrente de lágrimas afluyó a mis ojos, pero parpadeé frenéticamente para que no me empañaran la vista. Tenía que ver claramente a Tom cuando le disparara.

—¿Y por eso la mataste? —le pregunté. Tenía que saberlo.

—Es sorprendente lo fácil que resulta retorcerle el cuello a un gato. Fue muy rápido, hermosa. No sufrió ningún dolor.

—¡Hijo de puta!

En ese momento Tom rodeó el sofá con el cuchillo en alto.

Apreté el gatillo. Dos veces.

Las balas impactaron en el objetivo y la sangre brotó del pecho de Tom.

Una mueca de horror y confusión apareció fugazmente en su cara, antes de que sus ojos parecieran desenfocarse.

Pero no estaba muerto.

Disparé otra vez. Más sangre. Tom dejó caer el cuchillo, se llevó las manos al pecho y se tambaleó hacia atrás.

Volví a disparar. La bala penetró en su frente y Tom cayó junto al sofá. Grité como una histérica y avancé hacia él. Tenía que asegurarme de que estaba muerto.

Pero entonces sentí los brazos de Bill a mi alrededor.

—Se acabó (Tu). Está muerto.

—Mató a nuestro gato —no podía dejar de llorar—. ¡Ese loco asqueroso mató a nuestro gato!

—Tranquila, cariño. Ya ha pasado todo.

Volví a mirar a Tom. Temía que fuera a resucitar como hacían los psicópatas asesinos en las películas, por muchas veces que les dispararan.

Bill me quitó la pistola y la dejó sobre la mesa.

—Ya ha pasado todo, (Tu).

Me estrechó entre sus brazos y me apretó con fuerza mientras yo lloraba desconsoladamente.


 




Pues este es el ultimo Capitulo, se que no les advertí en el ultimo capitulo que actualice pero si, este es el final, espero que les haya gustado mucho, muchas gracias por comentar, y sobre todo por los comentarios de consuelo, de verdad se los agradezco, tenia planificado actualizar la semana pasada pero ya que era mi cumpleaños y bueno, la semana próxima nos leemos pronto con el epilogo… aah creyeron que los dejaría asi no más? Pues no, les traeré un pequeño trozo donde se sabrán algunas cosillas, pues de nuevo gracias por comentar y seguir leyendo, nos leemos pronto Os quiero, cuídense Mucho!!

sábado, 24 de agosto de 2013

Capitulo 44



Tom entró en el vestíbulo y su mirada se posó inmediatamente en mí. En la mano empuñaba un cuchillo.

Sonrió y se giró brevemente para cerrar la puerta.

—Hola, hermosa —me saludó. Su sonrisa parecía sincera, pero en aquellas circunstancias resultaba aterradora.

Levanté la mano para cubrirme los pechos y miré fugazmente a Bill antes de volver a mirar a 
Tom. O más bien, al cuchillo que llevaba en la mano.

—Ya estamos todos… —dijo él—. Quizá deba ser así.

—Deja que mi mujer se vista —le pidió Bill.

—No es necesario —respondió Tom—. Ya he visto su cuerpo a detalle… como seguramente ya sepas, si has visto el vídeo.

Bill no dijo nada. Y yo tampoco.

—Ah, (Tu)… —murmuró Tom tristemente.


—¿Qué… qué haces aquí?
 
—¿Quieres decir por qué no estoy en Seattle?

Creo que asentí.

—Tenía que saberlo, (Tu). Tenía que saber si me estabas diciendo la verdad sobre nosotros. Y ahora lo sé.

El pecho se me contrajo de tal manera que casi no podía respirar. Todo había sido un ardid para ponerme a prueba. Y yo había caído en la trampa sin sospechar nada.

—¿Qué os parece si vamos al salón? —Sugirió Tom—. Allí estaremos más cómodos.

Ni Bill ni yo nos movimos, pero los ojos de mi esposo miraban frenéticamente a su alrededor. Obviamente estaba pensando cuál sería la mejor manera de manejar la situación.

Tom llevaba una camisa de manga larga que casi ocultaba el cuchillo en su totalidad. Pero cuando lo extrajo de la manga reveló una hoja que medía al menos veinticinco centímetros.

—Si no os movéis —dijo con mucha calma—, os apuñalaré por la espalda. Y cuando estéis de rodillas os rajaré el cuello.

Ahogué un grito de espanto. Sabía que Tom era peligroso, y ahora ya no quedaba la menor duda de que podía ser un asesino.

—Muévete, Bill —le dije.

—Tú también —me ordenó Tom.

Bill echó a andar en dirección a la cocina. Yo lo seguí lentamente, con el corazón desbocado.

—Si estás pensando en agarrar un cuchillo, recuerda que estoy justo detrás de tu
esposa. Si haces cualquier estupidez la degollaré delante de ti.

No era una amenaza vacía. Tom había matado a mi gato y también sería capaz de matarme a mí, por mucho que me negara a creerlo.

—No haré nada —prometió Bill, y mantuvo las manos en alto mientras caminaba—. Puedes ver mis manos. No voy a agarrar nada.

—Bien —dijo Tom—. No me gustaría que esto se pusiera feo. Lo único que quiero es hablar.

En el salón, Bill y yo nos detuvimos delante del sofá. Recogí la camiseta del suelo y me la puse.

—Sentaos —ordenó Tom.

Obedecí, sin apartar la vista de él. Bill se sentó a mi lado.

Tom se colocó frente a la mesita y empezó a hablar.

—Me habría gustado que nos viéramos en otras circunstancias, pero el amor no siempre es fácil Bill, supongo que ya habrás visto el vídeo.

Bill dudó un momento.

—Sí.

—Por tanto ya conoces los sentimientos de tu esposa hacia mí. Y los míos por ella. He venido a pedirte que la dejes marchar tranquilamente.

No había duda de que Tom me había estado espiando mientras se suponía que estaba en Seattle. Seguramente también había estado escuchando mis llamadas telefónicas.

Y aunque Tom sabía que me había visto con mi marido, aún conservaba la esperanza de que estaríamos juntos. Según él, sólo tenía que apartar a Bill para que yo fuera suya.

—Esto será muy fácil, (Tu) —me dijo—. Sólo tienes que recoger tus cosas, tu ropa, tus cosméticos… lo que necesites. Haz las maletas y llévalas a mi coche.

Miré a Bill y tragué saliva.

—Si la dejas marchar, Bill, podrás seguir viviendo. Así de simple. Si intentas impedirlo, morirás.

Aquello no podía ocurrir. No lo permitiría. —¿Y si no quiero irme contigo? —le pregunté—. 
¿Me matarás a mí también?

La expresión de Tom me recordó a la de un padre mirando a una niña desobediente. Una mezcla de afecto y reprobación.

—Sé que no quieres hacerle daño a tu marido. Eres una buena mujer y te sientes culpable por abandonarlo. Pero es lo correcto, (Tu).

—¿Es eso lo que quieres? —me preguntó Bill.

—No —respondí sin dudarlo, y le puse una mano en la rodilla. Fue un gesto inconsciente, totalmente espontáneo.

Por eso supe a ciencia cierta que no podía irme con Tom. No podía seguir fingiendo que quería estar con él. Estaba emocionalmente agotada y no tenía fuerzas para engañarlo. 

Además, no quería hacerlo.
  
Lo que significaba que Tom podía matarme.
Pensé en lo que podía decirle y decidí que lo mejor era apelar a su misericordia. Tal vez el amor que me profesaba le impidiera hacer una locura.

—Tom… No hagas esto.

—¿Se lo has dicho? —preguntó él, y la forma que tuvo de mirarme hizo que el pánico volviera a adueñarse de mí. Sacudí la cabeza casi imperceptiblemente y con los ojos le supliqué que no siguiera, pero Tom formuló la pregunta que tanto temía—. ¿Le has dicho que llevas dentro a mi hijo?

—¿¡Qué!? —exclamó Bill…..






Bueno, de nuevo por acá actualizando, gracias por los comentarios chicas y por entender por lo que estoy pasando, espero este capítulo lo disfruten ya que solo faltan 2 capítulos para que se termine, lo sé yo tampoco quiero terminarla pero, nada dura para siempre, lamentablemente, bueno espero una vez más que lo disfruten una vez más gracias por los comentarios, Os quiero y cuídense mucho!  Con suerte nos leeremos la semana próxima!