Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

sábado, 22 de junio de 2013

Capitulo 38



Me dejé llevar de la única forma que sabía.

Abandonándome por completo a la pasión descontrolada y sin negarle a mi cuerpo ni a Tom el menor placer. Nuestros cuerpos se fundieron una vez más y nos elevaron a las más altas cimas del éxtasis.

Durante los diez minutos posteriores al festín pasional permanecimos abrazados y sudorosos, nuestras almas conectadas como siempre quedaban tras haber hecho el amor. Sinceramente, empezaba a tener miedo de mis propios sentimientos. Primero estaba convencida de que no quería volver a ver a Tom, y al momento siguiente me moría por su cuerpo.

Le había permitido acostarse conmigo porque así me lo exigía mi instinto de supervivencia. Necesitaba hacerle creer que lo amaba y que quería estar con él. Y sin embargo, en cuanto empezó a hacerme el amor, caí de nuevo bajo su poderoso hechizo.

Ya no estaba furioso. El sexo lo había calmado y yo ya no sentía miedo en sus brazos. Cuando se marchara haría lo que tuviera que hacer para echarlo definitivamente de mi vida, pero de momento estaba a salvo de su impredecible carácter.

Lo besé en el pecho y al hacerlo sentí una punzada de tristeza. Con él había compartido las experiencias más intensas que podía imaginar, pero aquélla era la última vez que estaríamos juntos.

Así tenía que ser.

Volví a besarlo en el pecho, esperando que me acariciara el pelo o me besara en la frente. Pero él permaneció quieto y silencioso. Sin mirarlo a los ojos supe que algo había cambiado en él.

Levanté la cabeza y vi algo inquietante en su expresión pensativa.

—¿Qué ocurre? —le pregunté.

—Esto es lo que vas a hacer —empezó en tono resuelto y natural—. Vamos a vestirnos y luego vamos a ir a la comisaría. Allí les dirás que fuiste tú quien hizo la llamada.

—¿Qué?

—Escucha, hermosa —su tono se hizo más severo—. Les dirás que fuiste tú quien llamó para denunciarme, pero también les dirás que fuiste testigo de lo que pasó. Les dirás que estabas conmigo la noche que agredí a Theodore, pero que lo hice porque él te había atacado a ti.

Lo miré boquiabierta.

—Pero si le digo eso a la policía, se preguntarán por qué llamé para denunciarte en primer lugar.

—Les dirás que tuvimos una discusión.

Me quedé en silencio, pero sin el menor rastro de tristeza porque Tom fuera a formar parte del pasado en cuanto nos levantáramos de la cama.

—Y… ¿hermosa?

—¿Sí? —lo miré a los ojos, pero su mirada estaba vacía de todo sentimiento. Su frialdad era sobrecogedora.

—Tienes que ser convincente. Tú provocaste el problema y tú tienes que resolverlo.

Se advertía un tono de amenaza en su voz, y una vez más me vi sumida en el caos emocional que Tom provocaba. Podía pasar del amor más pasional al odio más acérrimo en cuestión de segundos. ¿Cómo podía follarme como un salvaje, comerme el coño y suplicarme que me corriera en su boca como si su vida dependiera de mis flujos vaginales, y luego ordenarme que fuera a la policía con una frialdad que no admitía discusión?

Tom me soltó y se levantó de la cama. Lo miré mientras se vestía, sin moverme ni hablar.

—Levántate, (Tu). Nos vamos ya.

Me levanté.

¿Acaso tenía elección?

En la comisaría me sentí como una completa idiota. La clase de persona que alertaba de la llegada del lobo sólo para llamar la atención.

—Entonces… —estaba diciendo la agente de policía con el pelo corto—, ¿dice usted que denunció a este hombre, pero que estaba actuando en defensa propia cuando se produjo la agresión?

Me mordí el interior de la mejilla y cambié el peso de un pie a otro.

—Ese hombre intentaba obligarme a que me fuera con él. Se mostró muy grosero conmigo y agredió a mi amiga. Y entonces Tom… vino en mi ayuda.

La policía no pareció muy convencida.

—En ese caso, ¿por qué hizo una llamada anónima para denunciarlo?

Dudé. Desearía estar en cualquier otro sitio, porque nada de lo que dijera tenía sentido.

—Estaba furiosa con él.

—¿Cómo dice?

—Estaba furiosa con él —repetí en voz más alta—. No debería haber hecho esa llamada, pero tuvimos una discusión y…. y…

—¿Y qué?

—No pensé en lo que hacía. Estoy embarazada y a veces no controlo mis arrebatos —suspiré—. Ya sé que no es excusa. Fui una estúpida. Lo siento.

La agente se encogió de hombros.

—Muy bien —dijo en tono dubitativo—. ¿Está dispuesta a firmar una declaración en la que haga constar que su novio actuaba en defensa propia?

Miré hacia la puerta. Tom no estaba allí, pues sabía que debía hablar en privado con la policía. Tal vez pudiera confiar en aquella agente que no parecía creer mi historia. Podría contarle la verdad, que tenía miedo de Tom y suplicarle que lo encerrara en una celda y perdiera la llave.

Pero no era tan ingenua. Sabía muy bien cómo funcionaba el sistema. Si Tom era arrestado, podrían dejarlo en libertad bajo fianza. Y si volvía a quedar libre…
 Iría por mí.

De modo que no, no podía hacer lo que más quería. El riesgo era demasiado grande. Mi vida estaba en juego.

Y la de mi hijo.

—Sí —asentí con firmeza—. Firmaré esa declaración.

La agente me tendió una hoja y un bolígrafo.

—Puede escribir su declaración.

Agarré el bolígrafo y me dispuse a escribir.

—Permítame un consejo —dijo la agente—. La próxima vez que tenga una discusión con su novio, búsquese otra manera de vengarse de él. Una acusación falsa podría acarrearle graves problemas.

—No era una acusación falsa…

—No del todo. Pero usted no se presentó como testigo cuando debió hacerlo.

Entendí lo que quería decirme y cerré la boca. La policía no toleraba que una persona se burlara de ella, aunque estuviese embarazada.

Un poco después abandoné la comisaría con Tom. En el coche me besó la mejilla y me sonrió con afecto. Yo le respondí con una sonrisa forzada, porque por dentro me sentía acongojada. Había escrito y firmado una declaración que era falsa casi en su totalidad.

«Has cambiado».

—Tom —dije después de llevar un rato conduciendo—. Tengo que ver a mi esposo. Para acabar con todo —añadí rápidamente cuando sus ojos se abrieron con espanto—. Es el momento de contárselo todo. Lo de mi embarazo y lo de… de… mi decisión.

—Por supuesto —sonrió—. Iré contigo.

—No —entrelacé los dedos con los suyos y me llevé su mano a mis labios—. Te agradezco que quieras acompañarme, pero tengo que hacerlo sola. Es lo justo.

—No quiero que te haga daño.

«¿Igual que tú me lo haces cuando no te sales con la tuya?».

—Iré a verlo a su trabajo. No me pasará nada —le sonreí para asegurarle de que le decía la verdad—. Estoy embarazada de un hijo tuyo. Mi futuro está contigo. Tú nunca me traicionarías como hizo él. Estoy segura —pronuncié las mentiras de la forma más sentida posible. Tenía que convencerlo como fuera.

Tom me miró con una expresión de calor y confianza. Me había creído, gracias a Dios.

—Está bien. Supongo que será lo mejor. Además, yo tengo que volver a salir de la ciudad por trabajo.

—¿En serio? —intenté parecer decepcionada.

—Sí. Tengo que estar tres días en Seattle.

¡Tres días! Las palabras eran música celestial para mis oídos.

—Me alegro de que el asunto de la policía se haya resuelto, porque de lo contrario no habría podido viajar—añadió, echándome una mirada cargada de significado.

—Sí —dije—. Yo también me alegro —y aún más porque mi declaración hubiera posibilitado que se marchara de la ciudad durante tres días. En ese tiempo podría respirar tranquila.

Estaba tan contenta como si hubieran sido tres años.

—Ya ha pasado todo —dije—. Al fin podremos seguir adelante y formar una familia.

Tom detuvo el coche frente a mi casa y abrió la guantera. Ahogué un gemido de horror, temiendo que fuera a sacar una pistola o un cuchillo.

 Pero lo que sacó fue un pequeño estuche de terciopelo. Lo abrió y me extrajo un modesto anillo de diamante.

—Era de mi madre —dijo con voz triste—. Mi padre se gastó todos sus ahorros para comprárselo. Me habría gustado dártelo en otro momento, pero quiero que lo lleves puesto si vas a ver a tu marido. Así podrá ver que has encontrado al hombre de tus sueños.

Tragué saliva. Tom me tendió el anillo, esperando mi permiso para ponérmelo en el dedo.

—¿Te casarás conmigo, hermosa?

—Oh, Tom… —murmuré con voz ahogada mientras le ofrecía mi mano. Mi actuación estaba siendo digna de un Oscar—. Sí, claro que  si cariño,…

El rostro de Tom se iluminó con una radiante sonrisa mientras me deslizaba el anillo en el dedo anular. Me quedaba un poco grande, pero no tanto como para que se cayera.

—Haré que ajusten su tamaño a tu dedo —dijo Tom.

—Vale, pero aún no. Ahora quiero llevarlo… como me has dicho.

Mis palabras lo complacieron enormemente. Me besó y yo me volqué por entero en el beso, porque tenía que ser convincente hasta el final.

—Te quiero, hermosa —me susurró al apartarse—. Te llamaré todos los días mientras esté fuera.

—Oh, Tom —le agarré el rostro entre mis manos—. Yo también te quiero. Voy a echarte de menos.

—Y yo a ti.

Volví a besarlo y abrí la puerta para salir del coche, pero Tom me agarró de la mano.

—¿Hermosa?

—¿Qué, cariño?

—Asegúrate de pasar desapercibida. Quiero que estés a salvo.....





Chicas! Yo de nuevo por acá actualizando capitulo, bueno esta semana he estado un poco más relajada con la universidad y el trabajo así que me ha dado tiempo de escribir un capitulo aceptable! Muchas gracias por los comentarios, a las que siempre me comentan y creo que vi alguien nuevo por ahí que no había comentado antes! Igual agradezco mucho que sigan leyendo! Y tienen razón, una escapadita a divertirme de vez en cuando no cae mal! Para drenar un poco el stress jaja!  Bueno ya como saben no falta mucho para que finalice esta historia, otro de mis bebes que culmina! Jaja disfruten mucho estos capítulos, ya se viene una sorpresita de alguien que lleva sin aparecer!! espero este lo disfruten tanto como yo escribiéndolo, gracias a la chica que cuando lee un capitulo me menciona en twitter! Eres una ternurita ajaja! Las que quieran seguirme es @OtraFran bueno que estén bien Os quiero y Cuídense mucho! Nos leemos pronto….
 

sábado, 15 de junio de 2013

Capitulo 37

Al verlo, sentado, mirándome tan fijamente, me pregunte ¿Cómo podía haber entrado? Aturdida, miré a mi alrededor y comprobé que, efectivamente, era mi habitación. La luz del sol entraba a través de las persianas. Cerré los ojos y pensé que estaba soñando, pero cuando volví a abrirlos Tom  seguía allí.

No entendía nada. Yo nunca le había dado una llave de mi casa.

—Hermosa —dijo, sin apartar la mirada y sin pestañear. Sus ojos despedían una intensidad escalofriante.

— To-tom. ¿Có-cómo has entrado?

—¿Me has denunciado a la policía, hermosa?

El miedo se adueñó de mí. Sabía que para salvarme tenía que mentir, pero mi boca no lograba articular las palabras.

Tom se levantó y se acercó lentamente a la cama.

—¿Me has denunciado a la policía, hermosa? —repitió.

—N-no —respondí, balbuceante—. ¿Por qué?

Él se sentó en la cama, a mi lado. Yo quería salir corriendo, pero tenía tanto miedo que permanecí inmóvil y procuré mantener la calma.

—Alguien me ha denunciado a la policía. Les dijo que yo había atacado a Theodore
Granger, el hombre que te estaba molestando la noche que te conocí en el club —me acarició suavemente la mejilla, pero su tacto no transmitía la menor ternura—. ¿Has sido tú?

—¿Por qué iba a hacer algo así? —pregunté con la voz más serena posible.

—¿Porque estás furiosa conmigo, tal vez?

—No… no estoy furiosa contigo —era cierto. Lo que estaba era muerta de miedo.

Tom deslizó la mano bajo la manta y la llevó a mi entrepierna.

—¿Estás segura?

Empezó a acariciarme y me metió un dedo en mi sexo, como si su intención fuera seducirme y no estrangularme.

—Sí, lo estoy —le dije.

Me frotó el clítoris con la yema del pulgar y, maldición, empecé a humedecerme. Odiaba a mi cuerpo por traicionarme y excitarse cuando estaba en manos de un psicópata. Pero sus caricias siempre lograban dejarme sin defensas.

Ése había sido siempre el problema. Cuando Tom me excitaba mi cabeza se olvidaba de que era un maníaco.

Tom ahondó aún más en mi vagina y movió el dedo hasta hacerme gemir. Entonces extrajo el dedo y lo reemplazó con la boca. Me chupó muy despacio, bebiendo de la esencia que manaba de mi cuerpo y aumentando mi confusión. Estaba cada vez más excitada, sin querer estarlo.

Y de repente me pregunté si había tomado la decisión adecuada al denunciarlo. Tenía muy claro que no podía seguir con él, pero ¿qué me habría hecho Teddy si Tom no hubiese intervenido aquella noche?

 Tom me puso una mano en el pecho. Era un gesto aparentemente natural, pero dejaba muy claro que él era el dueño absoluto de mi placer. Algo que yo no podía negar, ni siquiera en esos momentos.

—Oh, hermosa… No sabes lo mucho que me gusta tocarte. Y sé que a ti también te gusta…

No dije nada.

Tom me acarició el pezón a través del camisón.

—Sé que me he portado mal, pero ha sido porque te quiero demasiado.

Gemí. Sus caricias me estaban excitando, sí, pero de repente se me había ocurrido una idea.
Para salvarme tenía que fingir que aún lo deseaba. Porque si no lo hacía, Tom podría hacer cualquier cosa.

—Tienes miedo de lo que sientes por mí —dijo él mientras me levantaba el camisón—. Lo sé, porque a mí también me asusta. Es la única razón por la que me estás evitando.

—S-sí.

—Porque cuando me ves, cuando estamos juntos, nuestros cuerpos se unen de una manera que no podemos controlar.

Me acarició y pellizcó los pezones hasta ponerlos duros como piedras. Gimió con satisfacción y empezó a lamerlos, lo que avivó mi excitación a pesar de mi miedo. Lo que decía era cierto. La química sexual era tan fuerte que nuestros cuerpos actuaban por sí solos.

Levantó la cabeza y pegó las manos a mis pechos.

—¿Estás segura de que no hablaste con la policía?

Había pasado de chuparme los pezones a preguntarme por la policía. Tal vez disfrutara tocándome y lamiéndome, pero con la misma facilidad podía volver a agarrarme del cuello. Y quizá en esa ocasión me estrangulara lentamente si le decía algo que no quisiera oír.

Se me puso la carne de gallina.

—Claro que estoy segura.

—Si no has sido tú, entonces ha sido Maria — declaró él.

Lo miré con ojos muy abiertos.

—No puedes dar por hecho que fuera Maria. Aquella noche había mucha gente fuera del club. Quizá alguien nos vio, te reconoció y te denunció a la policía.

Mi explicación era patética, pero esperé que sirviera para tranquilizar a Tom.

—Ha sido Maria —insistió, y se levantó bruscamente—. Es todo lo que quería saber… Esa maldita zorra.

De repente tuve miedo por Maria. No sé por qué, pero me asaltó el temor de que Tom le hiciera daño, igual que se lo había hecho a Teddy.

Por haberlo traicionado.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Yo aparté la manta y me levanté de un salto.

—¿Adónde vas?

—Me marcho, hermosa.

—Pero… pero… ¿qué vas a hacer?

Me miró con una ceja arqueada.

—¿Crees que voy a hacer algo malo?

No respondí. Era obvio que me había leído el pensamiento.

—¿Por qué no me lo preguntas, hermosa?

—¿Preguntarte qué?

—Si ataqué a Theodore.

Guardé un breve silencio.

—¿Lo hiciste?

—Sí.

Su respuesta me aturdió de tal manera que di un paso atrás.

—Volví a verlo en aquel bar. Dijo una obscenidad sobre ti y le di su merecido por faltarte al respeto. Por haber agredido a tu amiga y por querer hacerte daño a ti.

Abrí la boca, pero no supe qué decir.

—¿Qué crees que habría pasado si no llego a aparecer en tu ayuda? —preguntó él—. ¿Crees que te habría hecho daño? ¿Que habría intentado violarte, tal vez? —me clavó su mirada intensa—. Yo te protegí, hermosa. Te protegí para que no se atreviera a atacarte nunca más. 
Te protegí porque me enamoré de ti nada más verte. ¿Cómo no voy a hacer lo que haga falta para mantenerte a salvo?

Su razonamiento no carecía de sentido, y una vez más me sentí confusa. Tal vez había exagerado en mis planteamientos. Tal vez no debería haber llamado a la policía. Teddy me había dado un susto de muerte, eso era cierto. Había tirado a Maria al suelo y quién sabe lo que habría hecho si Tom no hubiese aparecido a tiempo.

Me había salvado, y aunque no pudiéramos seguir juntos, no había sido justo por mi parte denunciarlo a la policía.

—¿Se lo… se lo confesaste a la policía?

—Claro que no. La policía me estuvo interrogando anoche, pero me negué a responder sin un abogado. Ahora quieren que vaya a posar junto a otros sospechosos.

—¿Ahora?

—Pronto. Puede que me detengan… por hacer lo que debía.

Pensé en una solución a toda prisa. Si algún testigo identificaba a Tom entre los sospechosos, y seguramente así sería, descargaría toda su ira contra Maria.

No podía permitir que ella pagara las consecuencias de la llamada telefónica que yo había realizado.

— Tom …

—¿Sí?  

—Yo… —«dilo. Afronta las consecuencias»—. Maria no llamó a la policía. Lo hice yo.

Cerré y los ojos y me preparé para recibir el castigo. Pero lo único que oí fue un suave chasquido con la lengua.

—¿Por qué hermosa?

—Lo siento —dije, mirándolo a los ojos—. No debí haberlo hecho. Pero me asustaste y… —dejé la frase a medias y empecé a llorar.

Tom me abrazó rápidamente.

—No. Tienes razón… Fue culpa mía —me puso una mano en el vientre—. Hiciste
lo que hubiera hecho una buena madre. No puedo culparte por eso.

Aquella reacción era lo último que me hubiera esperado de él.

—Lo siento, hermosa. Te hice daño porque lo que siento por ti es demasiado fuerte.

Lo dijo como si con aquello bastara para justificar su comportamiento, pero no se daba cuenta de que estaba expresando la razón por la que no podía estar con él.

—Nunca volveré a hacerte daño, hermosa —colocó las manos en mi nuca. ¿Tendría intención de estrangularme? ¿Iba a matarme para acabar con todo?—. Pero necesito saber si me quieres.

—Te… te quiero —me sentía como si estuviera en una película, recitando las palabras escritas en el guión. Con Tom ya no era yo misma. Quizá nunca lo había sido. Sabía que estaba diciendo lo que él quería oír, y no quería comprobar lo que pasaría si dijera cualquier otra cosa.

Me besó con ardor y me quitó el camisón por encima de la cabeza, dejándome desnuda ante él.

Iba a hacerme el amor, allí mismo, en mi cama de matrimonio.

Y yo iba a permitírselo.

Porque era una cuestión de supervivencia. 









Chicas! espero aun me lean, o al menos las chicas de los 4 comentarios en el capitulo anterior, de verdad lo siento! no pude publicar el fin de semana pasado, estuve muy ocupada! tuve ciertos inconvenientes aparte de que tengo trabajo nuevo, tenia planeado subir ayer pero unos compañeros de la universidad me invitaron a compartir con ellos, una cosa llevo a la otra y termine llegando a mi casa hoy tropezándome con los sofas! jaja gracias al cielo tengo una maravillosa madre que entendio y me dejo levantarme mega tarde, aunque se rio de mi por como llegue jajaja! no me mal interpreten! no llegue ebria, pero tenia mucho tiempo sin beber de esa manera y afecto algo mi estomago! bueno espero disfruten este capitulo, gracias por los comentarios, espero en este contar con muchos mas! ya no falta nada para el gran final! cuidense mucho Os quiero! nos leemos pronto!...