Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

jueves, 6 de septiembre de 2012

Capitulo 16


Al volver a casa hice la cena y esperé la llamada de Tom.

Y esperé y esperé.

A las diez de la noche llegué a la conclusión de que Tom ya se había buscado otra amante o bien era el tipo de hombre que no se acostaba más de una vez con la misma mujer. No sería raro, ya que podía tener a cuantas mujeres quisiera.

La idea me desanimó bastante y decidí llamar a Maria. No quería que siguiera creyendo que estaba enfadada con ella por lo que me había contado. Si había algo de lo que no dudaba era de la inquebrantable lealtad de Maria. Siempre había sido mi mejor amiga y nunca haría nada para hacerme daño.

—¿Diga? —respondió al tercer toque.

—Hola, cariño. Soy yo.

—(tu).

—Sólo quería que supieras que no estoy enfadada contigo, ¿vale?

—Estupendo —parecía muy aliviada, como si llevara esperando todo el día para oírme 
 decírselo—. Como ya te dije, Bill estaba tan borracho que no sabía lo que me decía.

Así que el acoso de Bill no había pasado de ser verbal. Estuve tentada de preguntarle qué le había dicho exactamente, pero no lo hice. No tenía importancia. Lo único que importaba era la traición que ya había confesado y que yo aún tenía que superar.

—Sin embargo, a partir de ahora debo tener cuidado y averiguar si Bill puede ser un marido fiel —dije—. En caso de que decida volver con él.

—Espero sinceramente que podáis arreglarlo —dijo Maria—. Si conseguís superar este revés, seréis una pareja invencible.

—Ya sé que quieres lo mejor para mí.

—Pues claro, (tu). Eres la mejor amiga que tengo. Tengo más relación contigo que con mi propia hermana.

—Y tú eres la hermana que nunca tuve.

La señal que advertía de una llamada en espera puso fin al intercambio de ñoñerías.

—Espera un momento, Maria —miré el identificador de llamada y vi el nombre T. Kaulitz.

Un apellido Alemán de….. Tom

—Maria, creo que Tom me está llamando por la otra línea.

—Oh… Está bien. Buenas noches, cariño.

Cambié a la otra línea y esperé un momento para borrar la sonrisa bobalicona que se me había formado en la cara.

—¿Diga?

—Has venido a verme.

Me acurruqué en el sofá con las piernas dobladas.

—Sí, así es. Pero no estabas en casa.

—Estaba trabajando.

—¿Hasta ahora?

—Hasta hace media hora, sí.

—¿A qué te dedicas?

—¿Por qué no vienes a verme y te lo cuento?

Volví a sonreír. Era una oferta que no podía rechazar. ¿Qué importaba si Tom había estado trabajando o acostándose con su harén particular? Entre él y yo sólo había sexo.

—¿Ahora?

—Por mí, estupendo.

—En ese caso, te veo enseguida.

No perdí tiempo en cambiarme, a pesar de que el sencillo vestido sin mangas no era tan sexy como el atuendo con el que había ido a verlo horas antes. De camino a su casa me asaltaron las dudas. ¿Cómo reaccionaría Tom al verme por segunda vez? ¿Volvería a prender la misma pasión? ¿Sería todo igual de intenso?

Tuve la respuesta en cuando me abrió la puerta. Su rostro se iluminó al verme y sus ojos ardieron de deseo. Y a mí me inundó una ola de calor al ver que sólo llevaba una toalla alrededor de la cintura.

—Hola —me saludó.

—Hola —le sostuve la mirada como si no estuviera con el torso desnudo y la piel mojada. Como si no rezumara una virilidad irresistible que desatara mis hormonas.

—Se puede mirar —me dijo—. Y tocar.

Sonreí.

—Creo que será mejor esperar hasta haber entrado.

—Cuando quieras… soy todo tuyo.

Dio un paso atrás para dejarme entrar. Crucé el umbral y le recorrí el pecho y los abdominales con la mirada. Debía de hacer mucho ejercicio para mantener su impresionante musculatura.

Alargué un brazo para tocarlo, pero él retrocedió antes de que pudiera rozarle la piel. Volví a intentarlo y él volvió a retroceder con una sonrisa burlona.

—Sabes que eres muy sexy, ¿verdad? —le dije.

—Sé lo sexy que eres tú —respondió él, colocándose detrás del sofá. El brillo de sus ojos me incitaba a perseguirlo.

—Ya lo entiendo… Quieres que te demuestre hasta qué punto te deseo.

Tom me guiñó un ojo. Intenté agarrarlo otra vez y de nuevo me esquivó.

Me detuve para pensar en mi próximo movimiento. Di unos cuantos pasos y él me imitó hasta quedar al otro lado del sofá. Me quité las sandalias para no tropezar y eché a correr hacia él, pero ni siquiera descalza logré alcanzarlo. La toalla se agitaba con sus zancadas, sin llegar a caérsele. Me paré detrás del sofá y él me sonrió desde el otro lado.

—Supongo que no estarás acostumbrada a ser el gato en vez del ratón.

—No te preocupes por mí —le dije—. Se me da bien cazar ratones.

Me lancé otra vez por él y esa vez casi conseguí sorprenderlo, pero después de dos vueltas al sofá volví a detenerme. Tendría que ser más lista que él. Inicié de nuevo la persecución, y cuando lo tuve frente a mí, con el sofá por medio, me abalancé sobre el respaldo y conseguí rozarle las piernas. Pero él se apartó con facilidad, riendo, y yo acabé sobre los cojines.

Al levantarme vi que no estaba detrás del sofá, como había esperado, sino a mitad de camino entre el sofá y la puerta de su habitación. Yo estaba sin aliento, pero intenté no aparentarlo.

Muy lentamente, Tom se quitó la toalla y se reveló en todo su esplendor. El tamaño de su pene era impresionante, aun no estando erecto.

Hizo una bola con la toalla y la arrojó hacia mí, cayendo tras el sofá.

—¿Cuánto me deseas? —me preguntó.

No me dio tiempo a responder. Se metió corriendo en el dormitorio y yo eché a correr tras él. Las luces estaban apagadas, de modo que me detuve al entrar para buscarlo. En cuanto me di cuenta de que no estaba en la cama, una sombra apareció desde detrás de la puerta y se abalanzó sobre mí. Chillé y me aparté instintivamente, aunque sólo podía tratarse de Tom. Él me abrazó por detrás y yo solté una risa nerviosa.

Esas risitas se transformaron en gemidos cuando Tom pegó los labios a mi cuello y empezó a lamerme la piel, a la vez que me agarraba las manos y me las levantaba sobre la cabeza para aprisionarme contra la pared.

Me introdujo la lengua en la oreja mientras me hacía extender las palmas sobre la pared. Mis gemidos se hicieron más fuertes y las sensaciones más intensas. Peter me apartó el pelo para besarme la nuca y bajó con los dedos y la boca por mi espalda. El vestido le salió al paso, pero aun así sentía el calor de sus labios.

De repente dejé de sentirlo todo. Ni sus dedos ni sus labios. Era una sensación extraña no sentir nada estando a oscuras e ignorando lo que pasaría a
continuación. Pasaron los segundos y el corazón empezó a latirme con fuerza mientras me preguntaba qué sería lo siguiente que haría Peter.

Entonces sentí sus manos en los muslos y cómo me tiraba del vestido hacia arriba, del tanga hacia abajo y hundía sus dientes en mis nalgas.

Su gemido se confundió con mi grito ahogado.

Me atrapó la carne con los dientes y succionó con fuerza. Iba a dejarme una marca en el trasero igual que había hecho en mi pecho.

Me estremecí cuando sus dedos me tocaron el sexo y empezaron a acariciarme el clítoris. Durante unos deliciosos segundos estuvo masturbándome, frotándome y metiéndome los dedos. Y cuando dejó de hacerlo, el sonido que hizo su lengua al lamer mi sabor también hizo que me estremeciera de placer.

Me di la vuelta y vi a Tom de rodillas, lamiéndose un dedo. Disfrutaba tanto como yo con lo que hacía. Me agaché y le lamí el mentón, y enseguida estuvimos besándonos con tanto frenesí como dos adolescentes en el coche sus padres.

Tom se tumbó en la alfombra y yo me subí el vestido para colocarme a horcajadas sobre él, pero el tanga me lo impedía a la mitad de mis piernas. Tom advirtió mi aprieto y me arrancó la prenda con un fuerte tirón, me agarró con impaciencia las nalgas y tiró de mí hacia abajo mientras seguía besándome.

La sensación de tener su miembro pegado a mi sexo era casi irresistible, pero conseguí susurrar la palabra «condón». No podíamos arriesgarnos a no usarlo.

Tom gruñó con decepción y yo me aparté para que pudiera levantarse e ir hasta la mesilla de 
noche. La luz de luna que entraba a través de las persianas me permitía ver su imponente erección. Me toqué el clítoris y lo encontré duro e hinchado.

Me moría por tener su miembro dentro de mí.

Mientras Tom se colocaba el preservativo, yo empecé a despojarme del vestido.

—No —me detuvo él—. Déjatelo puesto.

—Como quieras…

Tom volvió junto a mí, se arrodilló y, sin apartar la mirada de mis ojos, deslizó los dedos bajo los finos tirantes y tiró de la parte superior del vestido hacia abajo para liberar mis pechos. Dejó escapar un gemido de asombro, como si acabara de descubrir el mayor tesoro de la 

Tierra, y agachó la cabeza para empezar a chupar.

En esa ocasión, sin embargo, no lo hizo con la misma voracidad que la noche anterior, sino con una delicadeza exquisita que me hizo vibrar de placer.

—Fóllame —le pedí, incapaz de esperar más—. Por favor… fóllame ya.

Tom soltó otro excitante gruñido, me tumbó de espaldas y se colocó entre mis piernas. El movimiento fue sorprendentemente suave. Separé las piernas para facilitarle la postura y un segundo después estaba dentro de mí.

El primer momento era sin duda lo mejor del coito. El instante en que una polla dura y erecta invadía mi sexo empapado. Tom me había penetrado durante horas la noche anterior, pero en cuanto volvió a estar dentro de mí supe que sería una experiencia totalmente nueva.

—¿Rápido… o despacio? —me preguntó al oído.

Lo besé en el cuello. No creía que mi vagina pudiera soportar otro saqueo salvaje.

—Despacio.

El gemido que escapó de su garganta pareció manifestar su conformidad. Tensó los brazos por detrás de mis rodillas y se hundió hasta el fondo mientras me besaba. Se retiró lentamente y volvió a penetrarme a la misma velocidad.

Las sensaciones me colmaban por completo. Podría correrme así, aunque Tom no se moviera. Era increíble tenerlo dentro de mí.

—Sí bella —susurró él antes de seguir besándome. Nuestras lenguas se entrelazaron mientras su miembro se movía en mi dilatado interior con calma y habilidad.

Era maravilloso hacerlo de esa manera tan íntima, dulce y personal.

Tan pausado era el ritmo que manteníamos que el orgasmo me pilló por sorpresa con una fuerza indescriptible. Surgió de repente desde lo más profundo de mí ser y se propagó como un torbellino hasta la punta de mis dedos. Intenté separar la boca para gritar, pero Tom siguió besándome y tragándose mis gemidos y jadeos como si quisiera que formasen parte de él.

No fue hasta que cesaron los temblores del orgasmo cuando finamente despegó la boca y me permitió tomar aire.

—Me encanta cómo te estremeces entre mis brazos… Y saborear la pasión en tus labios.

Lo miré a los ojos y una vez más me pareció que tenía algo especial. Bill nunca me había hablado de esa manera. Y me gustaba cada vez más.

—¿Te has corrido? —le pregunté.

—Me gusta más cuando te corres tú.

—Ya lo sé, pero…

—No te preocupes. Tenemos toda la noche.

Sacó su miembro y se tumbó a mi lado para volver a besarme. Cerré los ojos y me abandoné de nuevo a sus caricias. Y mientras deslizaba la mano entre mis muslos y volvía a llevarme al orgasmo me pregunté si alguna vez podría saciarme de él.



Chicas, o bueno las que aun me leen, disculpen la tardanza! eh estado algo ocupada, como siempre xD y se me había echo imposible subirles capi, mi cumpleaños fue hace poco y casi toda la semana estuve entre celebrar y trabajar :$ pero bueno ya estoy casi de vuelta y les subiré mas seguido, si alguien es tan amable y me recuerda por twitter que tengo que actualizar se los agradecería muuuchimo xD con tantas cosas a veces se me olvida xD este es @fran_snb espero disfruten el jugoso capi tanto como yo escribiéndolo xD nos leemos os quiero Bye!!


2 comentarios:

  1. Ame el capitulo esta hermosa..
    Tom tan complaciente *.*
    siguelaa prontoo.. Bye cuidate ;-)

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  2. Quien es Peter? Jajajaja. Igual ignore esos detales. Me encantóoooo

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