Al volver a
casa hice la cena y esperé la llamada de Tom.
Y esperé y
esperé.
A las diez de
la noche llegué a la conclusión de que Tom ya se había buscado otra amante o
bien era el tipo de hombre que no se acostaba más de una vez con la misma
mujer. No sería raro, ya que podía tener a cuantas mujeres quisiera.
La idea me
desanimó bastante y decidí llamar a Maria. No quería que siguiera creyendo que
estaba enfadada con ella por lo que me había contado. Si había algo de lo que
no dudaba era de la inquebrantable lealtad de Maria. Siempre había sido mi
mejor amiga y nunca haría nada para hacerme daño.
—¿Diga?
—respondió al tercer toque.
—Hola, cariño.
Soy yo.
—(tu).
—Sólo quería
que supieras que no estoy enfadada contigo, ¿vale?
—Estupendo
—parecía muy aliviada, como si llevara esperando todo el día para oírme
decírselo—. Como ya te dije, Bill estaba tan borracho que no sabía lo que me decía.
Así que el
acoso de Bill no había pasado de ser verbal. Estuve tentada de preguntarle qué
le había dicho exactamente, pero no lo hice. No tenía importancia. Lo único que
importaba era la traición que ya había confesado y que yo aún tenía que superar.
—Sin embargo, a
partir de ahora debo tener cuidado y averiguar si Bill puede ser un marido fiel
—dije—. En caso de que decida volver con él.
—Espero
sinceramente que podáis arreglarlo —dijo Maria—. Si conseguís superar este
revés, seréis una pareja invencible.
—Ya sé que
quieres lo mejor para mí.
—Pues claro, (tu).
Eres la mejor amiga que tengo. Tengo más relación contigo que con mi propia
hermana.
—Y tú eres la
hermana que nunca tuve.
La señal que
advertía de una llamada en espera puso fin al intercambio de ñoñerías.
—Espera un
momento, Maria —miré el identificador de llamada y vi el nombre T. Kaulitz.
Un apellido Alemán
de….. Tom
—Maria, creo
que Tom me está llamando por la otra línea.
—Oh… Está bien.
Buenas noches, cariño.
Cambié a la otra línea y esperé un momento para borrar la
sonrisa bobalicona que se me había formado en la cara.
—¿Diga?
—Has venido a
verme.
Me acurruqué en
el sofá con las piernas dobladas.
—Sí, así es. Pero
no estabas en casa.
—Estaba
trabajando.
—¿Hasta ahora?
—Hasta hace
media hora, sí.
—¿A qué te
dedicas?
—¿Por qué no
vienes a verme y te lo cuento?
Volví a
sonreír. Era una oferta que no podía rechazar. ¿Qué importaba si Tom había
estado trabajando o acostándose con su harén particular? Entre él y yo sólo
había sexo.
—¿Ahora?
—Por mí,
estupendo.
—En ese caso,
te veo enseguida.
No perdí tiempo
en cambiarme, a pesar de que el sencillo vestido sin mangas no era tan sexy
como el atuendo con el que había ido a verlo horas antes. De camino a su casa
me asaltaron las dudas. ¿Cómo reaccionaría Tom al verme por segunda vez?
¿Volvería a prender la misma pasión? ¿Sería todo igual de intenso?
Tuve la
respuesta en cuando me abrió la puerta. Su rostro se iluminó al verme y sus
ojos ardieron de deseo. Y a mí me inundó una ola de calor al ver que sólo
llevaba una toalla alrededor de la cintura.
—Hola —me
saludó.
—Hola —le
sostuve la mirada como si no estuviera con el torso desnudo y la piel mojada.
Como si no rezumara una virilidad irresistible que desatara mis hormonas.
—Se puede mirar
—me dijo—. Y tocar.
Sonreí.
—Creo que será
mejor esperar hasta haber entrado.
—Cuando
quieras… soy todo tuyo.
Dio un paso
atrás para dejarme entrar. Crucé el umbral y le recorrí el pecho y los
abdominales con la mirada. Debía de hacer mucho ejercicio para mantener su
impresionante musculatura.
Alargué un
brazo para tocarlo, pero él retrocedió antes de que pudiera rozarle la piel.
Volví a intentarlo y él volvió a retroceder con una sonrisa burlona.
—Sabes que eres
muy sexy, ¿verdad? —le dije.
—Sé lo sexy que eres tú —respondió él, colocándose detrás
del sofá. El brillo de sus ojos me incitaba a perseguirlo.
—Ya lo
entiendo… Quieres que te demuestre hasta qué punto te deseo.
Tom me guiñó un
ojo. Intenté agarrarlo otra vez y de nuevo me esquivó.
Me detuve para
pensar en mi próximo movimiento. Di unos cuantos pasos y él me imitó hasta
quedar al otro lado del sofá. Me quité las sandalias para no tropezar y eché a
correr hacia él, pero ni siquiera descalza logré alcanzarlo. La toalla se
agitaba con sus zancadas, sin llegar a caérsele. Me paré detrás del sofá y él
me sonrió desde el otro lado.
—Supongo que no
estarás acostumbrada a ser el gato en vez del ratón.
—No te
preocupes por mí —le dije—. Se me da bien cazar ratones.
Me lancé otra
vez por él y esa vez casi conseguí sorprenderlo, pero después de dos vueltas al
sofá volví a detenerme. Tendría que ser más lista que él. Inicié de nuevo la
persecución, y cuando lo tuve frente a mí, con el sofá por medio, me abalancé
sobre el respaldo y conseguí rozarle las piernas. Pero él se apartó con
facilidad, riendo, y yo acabé sobre los cojines.
Al levantarme
vi que no estaba detrás del sofá, como había esperado, sino a mitad de camino
entre el sofá y la puerta de su habitación. Yo estaba sin aliento, pero intenté
no aparentarlo.
Muy lentamente,
Tom se quitó la toalla y se reveló en todo su esplendor. El tamaño de su pene
era impresionante, aun no estando erecto.
Hizo una bola
con la toalla y la arrojó hacia mí, cayendo tras el sofá.
—¿Cuánto me
deseas? —me preguntó.
No me dio
tiempo a responder. Se metió corriendo en el dormitorio y yo eché a correr tras
él. Las luces estaban apagadas, de modo que me detuve al entrar para buscarlo.
En cuanto me di cuenta de que no estaba en la cama, una sombra apareció desde
detrás de la puerta y se abalanzó sobre mí. Chillé y me aparté instintivamente,
aunque sólo podía tratarse de Tom. Él me abrazó por detrás y yo solté una risa
nerviosa.
Esas risitas se
transformaron en gemidos cuando Tom pegó los labios a mi cuello y empezó a
lamerme la piel, a la vez que me agarraba las manos y me las levantaba sobre la
cabeza para aprisionarme contra la pared.
Me introdujo la
lengua en la oreja mientras me hacía extender las palmas sobre la pared. Mis
gemidos se hicieron más fuertes y las sensaciones más intensas. Peter me apartó
el pelo para besarme la nuca y bajó con los dedos y la boca por mi espalda. El
vestido le salió al paso, pero aun así sentía el calor de sus labios.
De repente dejé
de sentirlo todo. Ni sus dedos ni sus labios. Era una sensación extraña no
sentir nada estando a oscuras e ignorando lo que pasaría a
continuación. Pasaron los segundos y el corazón empezó a
latirme con fuerza mientras me preguntaba qué sería lo siguiente que haría
Peter.
Entonces sentí
sus manos en los muslos y cómo me tiraba del vestido hacia arriba, del tanga
hacia abajo y hundía sus dientes en mis nalgas.
Su gemido se
confundió con mi grito ahogado.
Me atrapó la
carne con los dientes y succionó con fuerza. Iba a dejarme una marca en el
trasero igual que había hecho en mi pecho.
Me estremecí
cuando sus dedos me tocaron el sexo y empezaron a acariciarme el clítoris.
Durante unos deliciosos segundos estuvo masturbándome, frotándome y metiéndome
los dedos. Y cuando dejó de hacerlo, el sonido que hizo su lengua al lamer mi
sabor también hizo que me estremeciera de placer.
Me di la vuelta
y vi a Tom de rodillas, lamiéndose un dedo. Disfrutaba tanto como yo con lo que
hacía. Me agaché y le lamí el mentón, y enseguida estuvimos besándonos con
tanto frenesí como dos adolescentes en el coche sus padres.
Tom se tumbó en
la alfombra y yo me subí el vestido para colocarme a horcajadas sobre él, pero
el tanga me lo impedía a la mitad de mis piernas. Tom advirtió mi aprieto y me
arrancó la prenda con un fuerte tirón, me agarró con impaciencia las nalgas y
tiró de mí hacia abajo mientras seguía besándome.
La sensación de
tener su miembro pegado a mi sexo era casi irresistible, pero conseguí susurrar
la palabra «condón». No podíamos arriesgarnos a no usarlo.
Tom gruñó con
decepción y yo me aparté para que pudiera levantarse e ir hasta la mesilla de
noche. La luz de luna que entraba a través de las persianas me permitía ver su
imponente erección. Me toqué el clítoris y lo encontré duro e hinchado.
Me moría por
tener su miembro dentro de mí.
Mientras Tom se
colocaba el preservativo, yo empecé a despojarme del vestido.
—No —me detuvo
él—. Déjatelo puesto.
—Como quieras…
Tom volvió
junto a mí, se arrodilló y, sin apartar la mirada de mis ojos, deslizó los
dedos bajo los finos tirantes y tiró de la parte superior del vestido hacia
abajo para liberar mis pechos. Dejó escapar un gemido de asombro, como si
acabara de descubrir el mayor tesoro de la
Tierra, y agachó la cabeza para
empezar a chupar.
En esa ocasión,
sin embargo, no lo hizo con la misma voracidad que la noche anterior, sino con
una delicadeza exquisita que me hizo vibrar de placer.
—Fóllame —le
pedí, incapaz de esperar más—. Por favor… fóllame ya.
Tom soltó otro
excitante gruñido, me tumbó de espaldas y se colocó entre mis piernas. El
movimiento fue sorprendentemente suave. Separé las piernas para facilitarle la
postura y un segundo después estaba dentro de mí.
El primer momento era sin duda lo mejor del coito. El
instante en que una polla dura y erecta invadía mi sexo empapado. Tom me había
penetrado durante horas la noche anterior, pero en cuanto volvió a estar dentro
de mí supe que sería una experiencia totalmente nueva.
—¿Rápido… o
despacio? —me preguntó al oído.
Lo besé en el
cuello. No creía que mi vagina pudiera soportar otro saqueo salvaje.
—Despacio.
El gemido que
escapó de su garganta pareció manifestar su conformidad. Tensó los brazos por
detrás de mis rodillas y se hundió hasta el fondo mientras me besaba. Se retiró
lentamente y volvió a penetrarme a la misma velocidad.
Las sensaciones
me colmaban por completo. Podría correrme así, aunque Tom no se moviera. Era
increíble tenerlo dentro de mí.
—Sí bella
—susurró él antes de seguir besándome. Nuestras lenguas se entrelazaron
mientras su miembro se movía en mi dilatado interior con calma y habilidad.
Era maravilloso
hacerlo de esa manera tan íntima, dulce y personal.
Tan pausado era
el ritmo que manteníamos que el orgasmo me pilló por sorpresa con una fuerza
indescriptible. Surgió de repente desde lo más profundo de mí ser y se propagó
como un torbellino hasta la punta de mis dedos. Intenté separar la boca para
gritar, pero Tom siguió besándome y tragándose mis gemidos y jadeos como si
quisiera que formasen parte de él.
No fue hasta
que cesaron los temblores del orgasmo cuando finamente despegó la boca y me
permitió tomar aire.
—Me encanta
cómo te estremeces entre mis brazos… Y saborear la pasión en tus labios.
Lo miré a los
ojos y una vez más me pareció que tenía algo especial. Bill nunca me había
hablado de esa manera. Y me gustaba cada vez más.
—¿Te has
corrido? —le pregunté.
—Me gusta más cuando
te corres tú.
—Ya lo sé,
pero…
—No te
preocupes. Tenemos toda la noche.
Sacó su miembro y se tumbó a mi lado para
volver a besarme. Cerré los ojos y me abandoné de nuevo a sus caricias. Y
mientras deslizaba la mano entre mis muslos y volvía a llevarme al orgasmo me
pregunté si alguna vez podría saciarme de él.
Chicas, o bueno las que aun me leen, disculpen la tardanza! eh estado algo ocupada, como siempre xD y se me había echo imposible subirles capi, mi cumpleaños fue hace poco y casi toda la semana estuve entre celebrar y trabajar :$ pero bueno ya estoy casi de vuelta y les subiré mas seguido, si alguien es tan amable y me recuerda por twitter que tengo que actualizar se los agradecería muuuchimo xD con tantas cosas a veces se me olvida xD este es @fran_snb espero disfruten el jugoso capi tanto como yo escribiéndolo xD nos leemos os quiero Bye!!
Ame el capitulo esta hermosa..
ResponderEliminarTom tan complaciente *.*
siguelaa prontoo.. Bye cuidate ;-)
Quien es Peter? Jajajaja. Igual ignore esos detales. Me encantóoooo
ResponderEliminar