Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

sábado, 30 de junio de 2012

Capitulo 11


El día anterior había ido a verlo al trabajo y no estaba allí, y cuando más tarde me habló de la denuncia a la que se enfrentaba me olvidé de preguntarle todo lo que quería saber. Qué había hecho exactamente con esa mujer. Cómo la había tocado. Cómo lo había tocado ella. Si se habían acostado en nuestra cama…

Y lo más importante… Hasta qué punto se habían implicado emocionalmente.
No quería volver al trabajo de Bill, pero tenía que hacerlo. Necesitaba oír las respuestas de sus labios, mirándolo a los ojos para saber si me estaba mintiendo. Y no podría enfrentarme a la terrible verdad si lo veía en casa.

Cuando Bill me vio en el vestíbulo del hotel se le iluminó la cara como tantas veces a lo largo de nuestra relación. Su sonrisa me rompió el corazón, porque en ese momento supe que nada volvería a ser igual entre nosotros. Aunque volviéramos a ser una pareja feliz, la sombra de su traición siempre se cernería sobre nuestro futuro.

No sabía si alguna vez podría perdonarlo, pero la sonrisa de Bill también me hizo ver que no me resultaría fácil cortar los lazos con el pasado si decidía separarme de él.
Bill rodeó el mostrador y se acercó a mí. Por el brillo de sus ojos parecía convencido de que había ido a verlo por un buen motivo, lo cual me irritó. ¿Cómo podía serme infiel y luego esperar que lo perdonara tan fácilmente?

—Hola, (Tu) —me saludó, poniéndome una mano en el brazo.

Toda clase de emociones bullían en mi interior. Tristeza, ira, amor, odio…

—Dime qué hiciste con ella —le ordené.

—¿Qué?

—Te referiste a ello como un «problema». Pero no fue un problema. ¡Tuviste una aventura!

Bill miró a su alrededor, temeroso de que la gente del vestíbulo me oyera.
Pero a mí me daba igual.

—Dime lo que hiciste —repetí. La cabeza me palpitaba dolorosamente y cerré los ojos un momento—. Dime lo que hiciste con esa mujer.

Bill me llevo hacia el rincón más alejado del mostrador.

—No quería saber los detalles —seguí—. Pero ahora necesito saberlos. Tienes que contármelo.

—Lo que pasó con ella fue sólo sexo —susurró Bill, mirando otra vez alrededor.

—¿Qué clase de sexo?

—No entiendo por qué quieres saberlo.

—¿Te chupó la polla? ¿Le comiste el coño? ¿Te la follaste en la cama, en la hierba, en el asiento trasero de un coche…? —estaba tan furiosa que no podía hablar en voz baja.

Bill me agarró del brazo y me llevó hacia los aseos de minusválidos.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —me preguntó en cuanto cerró la puerta.

—¿No decías que aún me quieres? ¡Pues más te vale responder a mis preguntas!

—No puedes venir al hotel y montar una escena —dijo, pasándose una mano por el pelo.

Lo empujé con tanta fuerza que lo lancé contra la pared de azulejos. Me miró con los ojos muy abiertos, sorprendido, o tal vez asustado.

—Que te jodan —espeté mientras me dirigía hacia la puerta—. Te odio, ¿me has oído? ¡Te odio!

—No te vayas, (Tu). Por favor.

La desesperación que se apreciaba en su voz hizo que me detuviera antes de abrir la puerta. Cerré los ojos y suspiré, sin saber qué hacer.

—¿Quieres saberlo? —Dijo Bill—. Muy bien, te lo diré. Pero no sé de qué servirá.

Me volví hacia él.

—Puede que no sirva de nada y que sólo consiga sentirme peor. Pero necesito saber lo que ocurrió exactamente entre vosotros. De lo contrario no podré seguir adelante.

 Esperé a que dijera algo. Su pecho oscilaba con cada respiración y parecía sentirse dolido, como si aquello fuera difícil para él. Pero para mí lo era mucho más.

—Pregúntame lo que quieras saber —dijo finalmente.

—¿Cómo se llama?

Tardó un momento en contestar.

—Isabel.

Isabel… Me encogí de dolor por dentro.

—Seguro que es muy guapa.

Bill no dijo nada.

—¿Lo es?

—Sí, es muy guapa. Pero eso no significa nada.

—¿Quién sedujo a quién? —Bill ya me había dicho que fue ella la que empezó, pero quería comprobar si me decía lo mismo o si cambiaba la versión.

—Ella a mí.

—Y claro, ante una mujer como ella no pudiste resistirte.

—No fue exactamente así.

—¿Qué hicisteis? ¿Te comió la polla?

No respondió.

—¡Respóndeme, maldito hijo de puta! —le grité, pero ya estaba sintiendo náuseas al imaginarme los carnosos labios de ella alrededor del pene de mi marido.

La hermosa Isabel tendría unos labios carnosos, sin duda.

—Sí, lo hizo. Por Dios, (tu)…

—Y tú se lo comiste a ella.

Bill gimió de frustración y se pasó una mano por la cara.

Los ojos se me llenaron de lágrimas y no pude reprimir un sollozo. Mi intención había sido refugiarme en la cólera para soportar el relato de Bill, pero descubrir que mi marido había hecho con otra mujer cosas que no hacía conmigo era un trauma demasiado grande.

—(tu), por favor —me agarró la mano, pero me zafé con fuerza. Quería escupirle todos los insultos que se me ocurrieran, pero lo único que pude articular fue una pregunta casi inaudible.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque fui un estúpido… ¡No lo sé, maldita sea!

—Sí, sí lo sabes —la ira volvió a dominarme—. Sabes muy bien por qué le comiste el coño a otra mujer y no a mí —Bill siempre había manifestado que no le gustaba mucho el sexo oral, ni darlo ni recibirlo, y yo no lo había presionado porque lo que hacíamos, aunque rutinario, era igualmente satisfactorio para ambos.

O al menos eso había creído.

—¿A qué sabía?

Bill abrió los ojos como platos.

—Vamos, (tu). Ya sabes que la jodí.

Le lancé una mirada asesina.

—Sobre todo a ella.

—Vale, no quería decir esa palabra. Lo que importa es que no la deseo. Sólo te quiero a ti.

—¿Te gustó su coño?

Mi implacable interrogatorio lo tenía absolutamente desconcertado.

—¿Era bonito? ¿Era la clase de coño que pedía tus dedos a gritos y te decía «cómeme»?

—¿Qué te ha pasado, (tu)? ¿Desde cuándo hablas así?

—¿Qué pasa? ¿No puedo hablar así porque soy tu mujer? ¿Por eso querías que nuestro sexo fuera tan simple? ¿Eres de esos tíos que se reservan el do de pecho para sus amantes?

La ira me abrasaba las venas y todo el cuerpo me temblaba. Esperé la respuesta de Bill, pero él permaneció callado.

—Has dicho que te sedujo ella a ti, pero tú te morías de ganas por desnudarla, ¿verdad? Te encantó follártela, ¿verdad? —mi voz se iba elevando a medida que lo increpaba—. Te encantó sentir tu polla dentro de ella, ¿verdad? ¿Verdad?

—¡Sí! —La confesión pareció brotar de sus labios en contra de su voluntad, porque enseguida bajó la mirada al suelo—. Fue solamente sexo, (tu). Me gustó, de acuerdo, pero como ya te he dicho…

—Muy bien, pues ya puedes ir a follártela. Así al menos no te denunciará —lo decía completamente en serio. Estaba tan asqueada con Bill que no soportaba seguir viéndolo.

Cuando me disponía a darme la vuelta, sin embargo, me agarró de los hombros y tiró de mí hacia él.

—No quiero estar con ella. Puede que no me creas, pero lo que hice me sirvió para darme cuenta de que tú eres la única mujer a la que deseo. Se puede tener sexo con cualquiera, pero sólo se puede hacer el amor con la persona a la que se ama. Y esa persona eres tú, (tu). Solamente tú.

—Claro.

—Te estoy hablando en serio.

Impulsada por la rabia, agarré la mano de Bill y me la coloqué sobre los pechos.

—¿Todavía me deseas?

—Por supuesto.

Le apreté la mano sobre mi carne, pero sin saber qué hacía realmente. Había perdido el control de mis actos.

—¿Todavía te gusta tocarme?

—Pues claro —la respiración de Bill había cambiado, más intensa.

Me levanté la falda con la mano libre y llevé la mano de Bill a mi sexo.

—¿Quieres hacerme el amor ahora, Bill?

Su gemido demostró que se estaba excitando. Estupendo. Tenía a Bill donde yo quería.

—Sí —su voz estaba cargada de deseo y excitación—. Oh, (Tu)…

Dejé que me besara en el cuello y que metiera los dedos en mis bragas para tocarme. En cierto modo yo también estaba excitada, por mucho que una parte de mí odiara a Bill. Otra parte de mí deseaba que me desnudara y me follara salvajemente, no sólo para demostrarme que aún me quería, sino para hacerme sentir tan deseable como esa Isabel.

Pero no podía hacer nada con él sabiendo que había tocado y besado a otra mujer en sus partes más íntimas. No en esos momentos. Y tal vez nunca.

Lo besé en la mejilla y le susurré al oído.

—¿Así es como tocaste a Isabel?

Los dedos de Bill se detuvieron.

—¿Qué pasa, cariño? —le pregunté con una voz exageradamente melosa.

Retrocedió con la mandíbula apretaba y yo sonreí al ver su turbación. Pero no estaba satisfecha, ni muchísimo menos.

—¿Cuántas veces te acostaste con ella? ¿Una? ¿Dos? —Busqué la respuesta en sus ojos—. ¿Veinte? ¿Cincuenta?

Bill apartó la mirada, en silencio, y a mí se me terminó de caer el alma a los pies.

—Oh, Dios mío… No fue una simple aventura. Tenías una relación con ella….

Él me había dicho que Isabel quería que me dejara por ella. Yo había creído, o había querido creer, que se estaba engañando a sí misma al pensar que Bill pudiera quererla. Pero tal vez era yo la que me estaba engañando al creer que la atracción de Bill fuera solamente sexual.

—No me extraña que quiera denunciarte. ¿Ibas a dejarme por ella?

—¡No! Claro que no.

La cabeza me daba vueltas. Me aparté del cerdo de mi esposo y respiré hondo para sofocar las náuseas.

—¿Está aquí ahora? No la conozco, así que debe de ser nueva en el hotel. ¿Dónde trabaja? ¿En recepción? — Bill no respondió y me moví hacia la puerta—. Supongo que tendré que averiguarlo por mi cuenta.

Él me agarró con fuerza.

—No la busques.

—¿Por qué no? ¿Quieres protegerla de mí, de tu propia esposa?

—No es por eso.

—Dime la verdad, Bill —por más que intentaba serenarme, sentía cómo iba perdiendo el control poco a poco—. ¿Ibas a abandonarme por ella?

Al no recibir una respuesta inmediata acabé por perder el control de mis emociones y me eché a llorar. Ni siquiera tuve la fuerza para empujar a Bill cuando me rodeó con sus brazos.

—No iba a dejarte —insistió él—. Nunca podría hacerlo. Pero es lo que ella quería.

—Qué suerte la suya, que al final pueda quedarse contigo —conseguí balbucear entre sollozos.

Bill me besó en la cabeza.

—No quiero estar con ella.

Dejé pasar varios segundos, hasta que mis sollozos se convirtieron en gemidos. —Pero ¿y si soy yo la que ya no quiere estar contigo? ¿Y si nunca puedo perdonarte lo que has hecho?
Bill suspiró débilmente y echó hacia atrás la cabeza para mirarme.

 —Llevamos juntos mucho tiempo, (tu). Y sí, tal vez empecé a aburrirme de la rutina. O quizá sentí curiosidad. Ya sé que no es una excusa y que nada de lo que diga hará esto más fácil. 
 Pero lo siento, Fui débil y estúpido —hizo una pausa—. Pero, como ya te dije, esta… aventura ha hecho que me dé cuenta de lo mucho que te quiero y necesito.

—Lo dices como si nos hubieras hecho un favor —murmuré entre dientes, enfureciéndome otra vez. Estaba atrapada en un torbellino emocional y lo único que deseaba era escapar de aquella locura.

—No, no estoy diciendo eso. Escucha, ya sé que no te será fácil perdonarme, y por eso te sugerí que tú también tuvieras una aventura.
No dije nada.

—Puede que a muchos les pareciera que me he vuelto loco por sugerir tal cosa —siguió él—, pero lo he pensado con calma y he llegado a la conclusión de que si vamos a seguir juntos ninguno de los dos debería tener nada que recriminarle al otro. No digo que me guste la idea de que te acuestes con otro hombre, pero si es eso lo que hace falta para salvar nuestro matrimonio que así sea. Me lo tengo merecido. Un amigo me dijo que su mujer también lo hizo después de que él la engañara y que gracias a eso pudieron superarlo.

—¿Eso te dijo?

—Sí.

—¿Quién?

—Gustav.

—Gustav —repetí con asco. ¿Es que ya no quedaban hombres fieles en el mundo?

—Dijo que salvó su matrimonio.

—¿Y si yo te dijera que ya he conocido a alguien? —le pregunté en tono desafiante.
Bill me miró con ojos entornados.

—¿Cuándo?

—Eso no importa.

—Bueno —tragó saliva—. Me reafirmo en lo que he dicho. Haz lo que tengas que hacer… y luego vuelve conmigo.

 Tan simple como eso. Sólo tenía que acostarme con otro y todos nuestros problemas se resolverían por arte de magia.

—¿Y si te digo que no sólo he conocido a alguien… sino que estoy empezando a enamorarme de él?

Un destello de celos apareció en los ojos de Bill.

—¿Es eso cierto?

—Tú no pones las reglas, Bill. Ten cuidado con lo que desees… Porque podrías conseguirlo.

Salí del aseo de minusválidos sin mirar atrás, dejando a Bill con la duda de si se lo había dicho en serio o sólo lo estaba provocando.

Que probara un poco de su propia medicina.



Hola chicas, espero se encuentren bien, aca de nuevo yo con un nuevo cap que espero disfruten y les guste tanto como disfrute escribiendolo, gracias por los comentarios,y espero sigan leyendo y comentando, nos leemos pronto! os quiero!

2 comentarios:

  1. ese Bill es un idiota como se atreve a decir que busque una aventura y que despues lo perdone no lo entiendo y si me ama xq tubo una aventura con esa Isabel ash ¬¬

    sube otro xfa quiero sabe que va a pasar me encanta la fic :)

    bye cuidate mucho y sube pronto besos C:

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  2. POR FIIIIIIIIIIIN! ME ESTABA MURIENDOOOO, me encanta la pasión que tiene la escritura, aunque sean palabras poco digeribles crea una sensación de libertad y vértigo ¡que me encanta! Seguila por favor.

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