Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

sábado, 9 de junio de 2012

Capitulo 9


La respuesta me asaltó al momento. Estaba huyendo porque tenía miedo de la reacción tan intensa que Tom, un completo desconocido, me había provocado.
Fuera hacía calor y humedad, pero el aire era mucho más refrescante que el sudor que se respiraba en el club. La cabeza me daba vueltas, recordándome lo mucho que había bebido. Maria me ofreció el brazo y echamos a andar por la acera. 

Pasamos frente a varios grupos de jóvenes escasamente vestidas. Para ellas empezaba la noche, mientras que yo volvía a casa… sexualmente frustrada. 

—¡Tu! —gritó una voz masculina.

Maria se detuvo bruscamente.

—¿Lo has oído?

Sí, lo había oído. El corazón me dio un brinco y me di la vuelta muy despacio, secretamente excitada porque Tom me hubiera seguido.

Pero cuando vi al hombre que me había llamado el corazón me dio otro vuelco… Esa vez de miedo.

—Dios mío —murmuré, invadida por el pánico. De repente tenía la sensación de que algo horrible estaba a punto de suceder. La misma sensación que tuve con Georg , antes de que me arrebatara la virginidad en contra de mi voluntad.

—¿Qué pasa? —preguntó Maria.

—Ése no es Tom. Es el tío que me estaba acosando en el bar. Le dije que estaba casada y que sólo quería bailar. ¿Por qué me ha seguido?

Seguí caminando rápidamente, arrastrando a Maria conmigo.

—Tal vez haya bebido más de la cuenta —dijo ella—. Ya sabes cómo se ponen los tíos con el alcohol. Estoy segura de que es inofensivo.

—Me recuerda a Georg.

—¿A Georg?

—¡Sí, maldita sea! A Georg —el instinto me decía que aquel tipo era problemático. Había tonteado en exceso con él y ahora iba a pagar las consecuencias.

—¡Tu! —volvió a llamarme, más cerca.
Solté el brazo de Maria y eché a correr. O más bien a trotar, puesto que los tacones no me permitían otra cosa.

—No es Georg —me dijo Maria—. No tengas miedo.

Ella no lo entendía. ¿Cómo iba a entenderlo? A ella no la habían violado. A mí sí, y fue culpa mía por ignorar la voz de mi instinto. No volvería a cometer el mismo error.

Teddy apareció de repente ante mí. Me detuve en seco e intenté darme la vuelta, pero él me agarró por los brazos.

—¿Por qué huyes, (Tu)? —me preguntó, jadeando por el esfuerzo.

—Ya te lo he dicho. ¡Estoy casada! —Me revolví con violencia para zafarme de sus manos—. 
¿Te importaría dejarme en paz?

—Sólo quiero hablar contigo.

—¿Qué parte de lo que te acaba de decir no has entendido? —intervino Maria, quien seguramente había acabado por darse cuenta de que aquel hombre no era tan inofensivo como parecía, aunque no tuviese intención de violarme.

—No estoy hablando contigo —le espetó él, antes de volverse hacia mí—. Quiero conocerte mejor, tomar algo contigo, ir poco a poco… —se mordió el labio mientras la lujuria ardía en sus ojos—. Eres preciosa.

No dije nada, paralizada por el espanto. Las palabras de Teddy no hacían sino recordarme la noche con Georg. Todo empezó como una cita con alguien que me gustaba, y acabó en un trauma del que seguramente jamás me recuperaría.

—Será mejor que te vayas a casa a dormir la mona, amigo —le dijo Maria.

—No es verdad que estés casada, ¿eh? —me preguntó Teddy.

—Muy bien, ya es suficiente —declaró Maria—. Nos vamos —me agarró del brazo y empezó a andar, pero Teddy me agarró del codo y tiró con tanta fuerza que grité de dolor.

—¿A qué venía entonces el numerito en el club? —Preguntó Teddy, como si yo le debiera una explicación—. ¿Qué es lo que eres, una calientapollas?

Maria se interpuso entre nosotros.

—Te has pasado, imbécil. Largo de aquí ahora mismo.

Teddy la tiró al suelo de un fuerte empujón.

—¡Maria! —grité, al tiempo que él me agarraba del brazo y tiraba de mí contra su pecho.

Pero con la misma rapidez me soltó y sus ojos casi se le salieron de las órbitas. Enseguida supe el motivo.

Tom.

Había agarrado a Teddy por el cuello y lo miraba con una furia asesina.

—¿Qué haces molestando a la señorita?

A pesar de los nervios no pude evitar una sonrisa.

—¿Quién narices eres tú? —le preguntó Teddy.

—Voy a ser tu pesadilla si vuelves a tocar a (tu) —lo amenazó Tom. Lo empujó con ambas manos y casi lo tiró al suelo.

Teddy me clavó una mirada llena de odio y luego se volvió hacia Tom.

—¿La quieres? Muy bien, toda tuya. ¡No es más que una calientapollas!

Maria se había puesto en pie y se acercó a él con los puños apretados.

—Tócame otra vez… di una sola palabra más… y te aseguro que lo lamentarás.

Le sonreí, admirando su valor. Ojalá yo tuviese la mitad de sus agallas.
Tom corroboró la amenaza de Maria con su mirada. Teddy intentó adoptar un aire de tipo duro, pero en sus ojos ya se reflejaba la derrota. Era unos cuantos centímetros más bajo que Tom, quien debía de rondar el metro noventa, y a pesar de ser más robusto que él, la expresión de Tom lo hizo retroceder.

Pero antes de darse la vuelta para volver al club, me lanzó una última y amenazadora mirada.
Tom me abrazó por la cintura y yo me sorprendí del consuelo que me reportaba su presencia, teniendo en cuenta que lo había conocido aquella misma noche.

—¿Quién era ése? —me preguntó.

—Alguien a quien conocí en el club y que se pensó que quería algo con él.

—Un idiota que no sabe aceptar un rechazo — añadió Maria.

Miré agradecida a mi amiga. Maria siempre acudía en mi ayuda. La noche que pasó lo de Georg quiso sacarle los ojos, literalmente, y fue a contárselo al decano de la universidad a pesar de que yo no quería que nadie lo supiera. Georg no fue arrestado, pero sí recibió una dura reprimenda.

—Tom, ella es Maria, mi mejor amiga. No tuve tiempo de presentártela en el club.

—Hola —se saludaron los dos a la vez y Tom volvió a mirarme, un poco confuso.

—Te has ido sin mí.

Bajé la mirada al suelo, avergonzada.

—¿Pensabas volver? —preguntó él.

No sabía qué decirle, de modo que no dije nada. Pero me sentía fatal por haberlo dejado plantado.

—¿Tu? —Me llamó Maria—. Yo me marcho. ¿Vas a venir conmigo o…?

Los dedos de Tom me apretaron la cintura en un ruego silencioso. Lo miré a los ojos y supe que no iba a irme a ninguna parte sin él.

—¿O? —pregunté con una sonrisa. Maria sonrió.

—Llámame cuando llegues a tu destino. Y por cierto, Tom… mi novio es poli.

—Tranquila. Voy a tratar muy bien a tu amiga.

—De eso estoy segura… Llámame —me dijo, y se giró para marcharse.

—Espera —la llamó Tom. Maria se volvió y él sacó treinta dólares de su cartera

—. Para el taxi. Maria lo miró con extrañeza. —Por si no te sientes capaz de conducir cuando llegues a tu coche.

—Descuida. Si no puedo conducir, dormiré un rato en el coche. Y además tengo dinero, por si me hace falta.

—Tómalo —insistió Tom, poniéndole el dinero en la mano—. Así no me sentiré culpable por haberte robado a tu amiga.

Maria se encogió de hombros. —De acuerdo, pero de todos modos llámame,
(tu).

—Claro —respondimos Tom y yo a la vez. Maria se alejó y yo volví a pensar en lo distintos que eran Tom y Bill. Mi esposo jamás, jamás, le habría dado treinta dólares a Maria para un taxi. 

Me gustaba ese rasgo de Tom.

—Parece que ya sólo estamos tú y yo —dijo él.

—Eso parece.

—¿Qué hacemos? — Miré hacia el hotel Hard Rock, pero no formulé la sugerencia en voz alta.

Tom siguió la dirección de mi mirada.

—¿Estás segura de que es eso lo que quieres?

Me lamí el labio e intenté ganar tiempo, preguntándome a mí misma si sería capaz de hacer realidad mi fantasía. El calor que emanaba de Tom avivó mi excitación hasta calentarme todo el cuerpo. ¿Qué tendría aquel hombre que tanto me provocaba con una simple mirada?

—Te deseo —le dije.

Tom me acarició el labio con el dedo.

—¿Estás segura?

—Completamente —respondí sin el menor rastro de duda.

Me sentía irresistiblemente atraída por aquel hombre e iba a hacer lo que deseaba, sin ningún remordimiento.

Él volvió a acariciarme el labio. Me sentí tentada a abrir la boca y lamérselo, insinuándole lo que me gustaría hacer con su pene.

—Vivo cerca de aquí —me dijo—. Mi casa está muy bien. No tenemos por qué ir a un hotel.

Aquel hombre me inspiraba la confianza suficiente para desnudarme ante él, de modo que no importaba mucho dónde acabáramos haciéndolo. Tras una noche de sexo salvaje cada uno nos iríamos por nuestro lado y punto. Él no sabría mi dirección y no podría contactar conmigo a menos que yo quisiera volver a verlo.

Le puse la mano en el pecho y sentí los latidos de su corazón.

—De acuerdo —acepté—. Llévame a tu casa.

Tom sonrió y me agarró la mano. La suya estaba cálida y ligeramente húmeda. Me pregunté si estaba nervioso o si tendría por costumbre llevar mujeres a su casa.
Tampoco eso importaba. Lo único que me interesaba era acostarme con él y punto.

Y quedar empatada con Bill. 


Chicas!! disculpen la tardanza! la uni me tiene muy ocupada, espero poder suborles el siguiente pronto, y claro que este les guste! nos leemos pronto y gracias por sus comentarios! Os quiero ;D 

4 comentarios:

  1. Justo lo dejas ahy... Esta muy emocionante la fic.. Ahy se volveran adictos a ellos mismo..
    Siguelaaa prontoo.. Me encanta la fic .
    Bye :-)

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  2. aaaaa pero que mala xq lo dejas asi sube quiero saber que va a pasar me encanto la fic esta genial
    sube pronto.... bye =D

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  3. me estoy muriendo por favOR subiiiiiiiiiiiiiiii

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  4. Es tan atrapante, y amo la forma en que describís lo que pasa... geniaaa.

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