La respuesta me
asaltó al momento. Estaba huyendo porque tenía miedo de la reacción tan intensa
que Tom, un completo desconocido, me había provocado.
Fuera hacía
calor y humedad, pero el aire era mucho más refrescante que el sudor que se
respiraba en el club. La cabeza me daba vueltas, recordándome lo mucho que
había bebido. Maria me ofreció el brazo y echamos a andar por la acera.
Pasamos frente
a varios grupos de jóvenes escasamente vestidas. Para ellas empezaba la noche,
mientras que yo volvía a casa… sexualmente frustrada.
—¡Tu! —gritó
una voz masculina.
Maria se detuvo
bruscamente.
—¿Lo has oído?
Sí, lo había
oído. El corazón me dio un brinco y me di la vuelta muy despacio, secretamente
excitada porque Tom me hubiera seguido.
Pero cuando vi al hombre que me había llamado
el corazón me dio otro vuelco… Esa vez de miedo.
—Dios mío
—murmuré, invadida por el pánico. De repente tenía la sensación de que algo
horrible estaba a punto de suceder. La misma sensación que tuve con Georg , antes
de que me arrebatara la virginidad en contra de mi voluntad.
—¿Qué pasa?
—preguntó Maria.
—Ése no es Tom.
Es el tío que me estaba acosando en el bar. Le dije que estaba casada y que
sólo quería bailar. ¿Por qué me ha seguido?
Seguí caminando
rápidamente, arrastrando a Maria conmigo.
—Tal vez haya
bebido más de la cuenta —dijo ella—. Ya sabes cómo se ponen los tíos con el
alcohol. Estoy segura de que es inofensivo.
—Me recuerda a Georg.
—¿A Georg?
—¡Sí, maldita
sea! A Georg —el instinto me decía que aquel tipo era problemático. Había
tonteado en exceso con él y ahora iba a pagar las consecuencias.
—¡Tu! —volvió a
llamarme, más cerca.
Solté el brazo
de Maria y eché a correr. O más bien a trotar, puesto que los tacones no me
permitían otra cosa.
—No es Georg —me
dijo Maria—. No tengas miedo.
Ella no lo
entendía. ¿Cómo iba a entenderlo? A ella no la habían violado. A mí sí, y fue
culpa mía por ignorar la voz de mi instinto. No volvería a cometer el mismo
error.
Teddy apareció
de repente ante mí. Me detuve en seco e intenté darme la vuelta, pero él me
agarró por los brazos.
—¿Por qué
huyes, (Tu)? —me preguntó, jadeando por el esfuerzo.
—Ya te lo he
dicho. ¡Estoy casada! —Me revolví con violencia para zafarme de sus manos—.
¿Te
importaría dejarme en paz?
—Sólo quiero
hablar contigo.
—¿Qué parte de
lo que te acaba de decir no has entendido? —intervino Maria, quien seguramente
había acabado por darse cuenta de que aquel hombre no era tan inofensivo como
parecía, aunque no tuviese intención de violarme.
—No estoy
hablando contigo —le espetó él, antes de volverse hacia mí—. Quiero conocerte
mejor, tomar algo contigo, ir poco a poco… —se mordió el labio mientras la
lujuria ardía en sus ojos—. Eres preciosa.
No dije nada,
paralizada por el espanto. Las palabras de Teddy no hacían sino recordarme la
noche con Georg. Todo empezó como una cita con alguien que me gustaba, y acabó
en un trauma del que seguramente jamás me recuperaría.
—Será mejor que
te vayas a casa a dormir la mona, amigo —le dijo Maria.
—No es verdad
que estés casada, ¿eh? —me preguntó Teddy.
—Muy bien, ya
es suficiente —declaró Maria—. Nos vamos —me agarró del brazo y empezó a andar,
pero Teddy me agarró del codo y tiró con tanta fuerza que grité de dolor.
—¿A qué venía
entonces el numerito en el club? —Preguntó Teddy, como si yo le debiera una
explicación—. ¿Qué es lo que eres, una calientapollas?
Maria se
interpuso entre nosotros.
—Te has pasado,
imbécil. Largo de aquí ahora mismo.
Teddy la tiró
al suelo de un fuerte empujón.
—¡Maria!
—grité, al tiempo que él me agarraba del brazo y tiraba de mí contra su pecho.
Pero con la
misma rapidez me soltó y sus ojos casi se le salieron de las órbitas. Enseguida
supe el motivo.
Tom.
Había agarrado
a Teddy por el cuello y lo miraba con una furia asesina.
—¿Qué haces
molestando a la señorita?
A pesar de los
nervios no pude evitar una sonrisa.
—¿Quién narices
eres tú? —le preguntó Teddy.
—Voy a ser tu
pesadilla si vuelves a tocar a (tu) —lo amenazó Tom. Lo empujó con ambas manos
y casi lo tiró al suelo.
Teddy me clavó
una mirada llena de odio y luego se volvió hacia Tom.
—¿La quieres?
Muy bien, toda tuya. ¡No es más que una calientapollas!
Maria se había
puesto en pie y se acercó a él con los puños apretados.
—Tócame otra vez…
di una sola palabra más… y te aseguro que lo lamentarás.
Le sonreí,
admirando su valor. Ojalá yo tuviese la mitad de sus agallas.
Tom corroboró
la amenaza de Maria con su mirada. Teddy intentó adoptar un aire de tipo duro,
pero en sus ojos ya se reflejaba la derrota. Era unos cuantos centímetros más
bajo que Tom, quien debía de rondar el metro noventa, y a pesar de ser más
robusto que él, la expresión de Tom lo hizo retroceder.
Pero antes de
darse la vuelta para volver al club, me lanzó una última y amenazadora mirada.
Tom me abrazó
por la cintura y yo me sorprendí del consuelo que me reportaba su presencia,
teniendo en cuenta que lo había conocido aquella misma noche.
—¿Quién era
ése? —me preguntó.
—Alguien a
quien conocí en el club y que se pensó que quería algo con él.
—Un idiota que
no sabe aceptar un rechazo — añadió Maria.
Miré agradecida
a mi amiga. Maria siempre acudía en mi ayuda. La noche que pasó lo de Georg
quiso sacarle los ojos, literalmente, y fue a contárselo al decano de la
universidad a pesar de que yo no quería que nadie lo supiera. Georg no fue
arrestado, pero sí recibió una dura reprimenda.
—Tom, ella es
Maria, mi mejor amiga. No tuve tiempo de presentártela en el club.
—Hola —se
saludaron los dos a la vez y Tom volvió a mirarme, un poco confuso.
—Te has ido sin
mí.
Bajé la mirada
al suelo, avergonzada.
—¿Pensabas
volver? —preguntó él.
No sabía qué
decirle, de modo que no dije nada. Pero me sentía fatal por haberlo dejado
plantado.
—¿Tu? —Me llamó
Maria—. Yo me marcho. ¿Vas a venir conmigo o…?
Los dedos de Tom
me apretaron la cintura en un ruego silencioso. Lo miré a los ojos y supe que
no iba a irme a ninguna parte sin él.
—¿O? —pregunté
con una sonrisa. Maria sonrió.
—Llámame cuando
llegues a tu destino. Y por cierto, Tom… mi novio es poli.
—Tranquila. Voy
a tratar muy bien a tu amiga.
—De eso estoy
segura… Llámame —me dijo, y se giró para marcharse.
—Espera —la
llamó Tom. Maria se volvió y él sacó treinta dólares de su cartera
—. Para el
taxi. Maria lo miró con extrañeza. —Por si no te sientes capaz de conducir
cuando llegues a tu coche.
—Descuida. Si
no puedo conducir, dormiré un rato en el coche. Y además tengo dinero, por si
me hace falta.
—Tómalo
—insistió Tom, poniéndole el dinero en la mano—. Así no me sentiré culpable por
haberte robado a tu amiga.
Maria se
encogió de hombros. —De acuerdo, pero de todos modos llámame,
(tu).
—Claro
—respondimos Tom y yo a la vez. Maria se alejó y yo volví a pensar en lo
distintos que eran Tom y Bill. Mi esposo jamás, jamás, le habría dado treinta
dólares a Maria para un taxi.
Me gustaba ese rasgo de Tom.
—Parece que ya
sólo estamos tú y yo —dijo él.
—Eso parece.
—¿Qué hacemos? —
Miré hacia el hotel Hard Rock, pero no formulé la sugerencia en voz alta.
Tom siguió la
dirección de mi mirada.
—¿Estás segura
de que es eso lo que quieres?
Me lamí el
labio e intenté ganar tiempo, preguntándome a mí misma si sería capaz de hacer
realidad mi fantasía. El calor que emanaba de Tom avivó mi excitación hasta
calentarme todo el cuerpo. ¿Qué tendría aquel hombre que tanto me provocaba con
una simple mirada?
—Te deseo —le
dije.
Tom me acarició
el labio con el dedo.
—¿Estás segura?
—Completamente
—respondí sin el menor rastro de duda.
Me sentía
irresistiblemente atraída por aquel hombre e iba a hacer lo que deseaba, sin
ningún remordimiento.
Él volvió a
acariciarme el labio. Me sentí tentada a abrir la boca y lamérselo,
insinuándole lo que me gustaría hacer con su pene.
—Vivo cerca de
aquí —me dijo—. Mi casa está muy bien. No tenemos por qué ir a un hotel.
Aquel hombre me
inspiraba la confianza suficiente para desnudarme ante él, de modo que no
importaba mucho dónde acabáramos haciéndolo. Tras una noche de sexo salvaje
cada uno nos iríamos por nuestro lado y punto. Él no sabría mi dirección y no
podría contactar conmigo a menos que yo quisiera volver a verlo.
Le puse la mano
en el pecho y sentí los latidos de su corazón.
—De acuerdo
—acepté—. Llévame a tu casa.
Tom sonrió y me
agarró la mano. La suya estaba cálida y ligeramente húmeda. Me pregunté si
estaba nervioso o si tendría por costumbre llevar mujeres a su casa.
Tampoco eso
importaba. Lo único que me interesaba era acostarme con él y punto.
Y quedar
empatada con Bill.
Chicas!! disculpen la tardanza! la uni me tiene muy ocupada, espero poder suborles el siguiente pronto, y claro que este les guste! nos leemos pronto y gracias por sus comentarios! Os quiero ;D
Justo lo dejas ahy... Esta muy emocionante la fic.. Ahy se volveran adictos a ellos mismo..
ResponderEliminarSiguelaaa prontoo.. Me encanta la fic .
Bye :-)
aaaaa pero que mala xq lo dejas asi sube quiero saber que va a pasar me encanto la fic esta genial
ResponderEliminarsube pronto.... bye =D
me estoy muriendo por favOR subiiiiiiiiiiiiiiii
ResponderEliminarEs tan atrapante, y amo la forma en que describís lo que pasa... geniaaa.
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