Capitulo 33

Mientras me enjuagaba en el fregadero volvieron a llamar a la puerta. El pánico se apoderó de mí.

—¡(Tu)!

Era Maria.

Con el estómago aún revuelto corrí hacia la puerta. Maria entró y me estrechó en sus brazos, y yo me puse a llorar contra su hombro.

—¿Se ha ido? —me preguntó.

Asentí.

—He venido lo más rápido que he podido. Estuve a punto de llamar a la policía. ¿Ese hijo de puta te ha pegado?

Asentí de nuevo.

—Tiene suerte de no estar aquí. He traído mi pistola —le dio una palmada al bolso. Maria se había sacado la licencia de armas tiempo atrás y me había animado a que yo también lo hiciera. Pero yo tenía fobia a las armas y rechacé la sugerencia.

—Se ha vuelto loco, Maria. ¡Creo que ha matado a Tokio!

Maria me llevó al salón y me sentó en el sofá.

—Cuéntamelo todo.

Así lo hice. Pero omití el dato de mi posible embarazo. Al menos por el momento.

—Lo siento... —dijo Maria cuando acabé—. Es obvio que está mal de la cabeza. Es de esas personas que parecen perfectamente normales hasta que algo no sale como ellos quieren.

—¿Eso crees? —le pregunté. ¿Cómo era posible que estuviera loco y no me hubiera dado cuenta?—. Tal vez sólo tuvo un ataque de celos. No pienses que lo estoy justificando, y te aseguro que no quiero volver a verlo, pero algunos hombres pierden el control cuando se acaba una relación.

Maria negó lentamente con la cabeza.

—Tom te quería para él solo. Apenas dabas señales de vida y siempre estabas con él… donde él quería que estuvieras.

Guardé silencio mientras meditaba sobre las palabras de Maria.

—Ya sé que el sexo era increíble, pero ¿teníais algo más en común? ¿Qué más cosas hacíais como una pareja?

Era una buena pregunta.

—Cocinábamos juntos, veíamos películas y…

—Y follaban.

—Sólo era una aventura, Maria.

—Lo sé. No hay nada malo en el sexo. Pero ¿pasó un solo día sin que lo hicierais?

Negué con la cabeza.

—Te repito que no hay nada malo en el sexo. A Robert y a mí nos encanta hacerlo con frecuencia. Pero también mantenemos conversaciones muy interesantes. Discutimos. Salimos por ahí…

La miré con el ceño fruncido.

—En serio, (tu). ¿Te parece normal pasar casi todo el tiempo en la cama de un tío?

—¿Qué quieres que te diga? El sexo era fantástico, y en muchos aspectos era algo más que sexo. Como una experiencia espiritual. Ya sé que te parece una locura, pero lo digo en serio… Tom me dijo que se enamoró de mí nada más verme, y tal vez yo también me habría enamorado de él si no hubiera llevado a Bill en el corazón.

—Creo que está obsesionado contigo —declaró Maria—. Y confunde su obsesión sexual con amor.

No sé por qué, pero las palabras de Maria me dolieron.

Quizá tuviera razón. La conexión sexual era tan fuerte que tal vez la habíamos confundido con otra cosa.

—Supongo que yo también estaba un poco obsesionada con él —admití. El deseo me seguía tentando cada vez que pensaba en lo que habíamos hecho. Como una drogadicta incapaz de superar su adicción mortal.

—Al menos ha mostrado su verdadera cara antes de que fuera demasiado tarde.

Volví a sentir un ataque de náuseas y corrí a vomitar al fregadero. No sólo expulsé hasta el último resto de comida, sino que seguí vomitando bilis.

—Jesús —exclamó Maria.

—Maria —me volví lentamente hacia ella—. Creo que estoy embarazada.

No sé si habría tenido el valor de ir a la farmacia sin Maria. Examinamos varios test de embarazo y confié en el criterio de Maria a la hora de elegir uno.

—¿De verdad crees que estás embarazada? — me preguntó cuando volvimos al coche.

—La semana pasada me di cuenta de que no me había venido mi periodo. No le di mucha importancia, pues mi ciclo menstrual no siempre ha sido muy regular. Y menos con todas las emociones que he vivido últimamente. Pero sí observé que algunos olores me revolvían el estómago.

—Oh, cariño…

—Y cuando anoche estaba en la cama con Tom me di cuenta de que tenía los pechos ultrasensibles.

—Cielos…

—Pero sigo pensando que puedo tener un retraso. El estrés puede provocarlo, ¿no? Y estoy tan preocupada por Tokio que… —ahogué un sollozo.

Era mejor pensar en mi gato que en la posibilidad de estar embarazada. Cuando más lo pensaba, más dudaba de que Tom le hubiera hecho algo. Tom ni siquiera sabía qué aspecto tenía Tokio.

¿O quizá sí?

Tal vez se había pasado por mi casa en más de una ocasión y había visto a Tokio en el escalón de la entrada…

¿Tendría Maria razón acerca de Tom? ¿Sería un psicópata?

Y si lo fuera… ¿hasta dónde sería capaz de llegar? 

De regreso a casa, Maria me tuvo agarrada de la mano mientras esperaba los tres minutos para que aparecieran las rayas de color.

—Una línea rosa... —dijo Maria en voz baja cuando volvió del baño. Yo no había tenido agallas para comprobarlo—. Eso significa…

—Que estoy embarazada —dejé escapar un débil suspiro.

El teléfono empezó a sonar mientras Maria se sentaba a mi lado en el sofá. Llevaba sonando casi ininterrumpidamente desde que llegamos a casa. El número de Tom aparecía en las primeras llamadas, y dejé de comprobarlo porque estaba segura de que era él quien seguía llamando cada pocos minutos.

—¿Es que no piensa dejar de llamar en la vida? —protestó Maria.

Las continuas llamadas reafirmaron mi decisión de no volver a verlo. Su comportamiento no era propio de una persona normal. Su insistencia era obsesiva.

«Haría lo que fuera para hacerte feliz, hermosa. Lo que fuera».

Sentí un escalofrío al recordar sus palabras. ¿Sería capaz de matar a Teddy por haberme acosado la noche que nos conocimos?

Aparté la espeluznante idea de mi cabeza. No quería pensar en lo que Tom había hecho o dejado de hacer, porque lo que más importaba en esos momentos era el resultado de la prueba.

—No puedo creer que esté embarazada —dije.

—No sé por qué, pero creía que estabas exagerando. Quiero decir… Tom y tú tomabais precauciones.

No dije nada y me limité a acariciar a Onyx, que se había encaramado a mi regazo.

Maria me miró con los ojos muy abiertos.

—(Tu)… dime que tomabais precauciones.

No pude mirarla a la cara. De repente me sentía como la mayor estúpida del mundo. Había dejado que la pasión me nublara el cerebro, y para eso no había

excusa posible.

—Las tuvimos —dije—. Casi siempre… —la frase acabó en un gemido.

—Dios mío. ¿Qué te ha pasado, (Tu)? Siempre obligabas a Bill a ponerse un condón incluso cuando tú tomabas la píldora.

—Lo sé, lo sé —enterré el rostro en las manos—. Soy una imbécil. ¿Cómo me ha podido pasar esto a mis años?

—Ya no puedes hacer nada.

Me frotó la espalda para consolarme y las dos nos quedamos calladas durante un rato.

—¿Crees que la prueba es fiable al cien por cien? —pregunté. Me estaba agarrando a un clavo ardiendo, pero quería que Maria me dijera que la prueba podía dar un falso positivo. Que las hormonas segregadas por una persona sometida a un gran estrés podían confundirse con un embarazo.

—Ojalá no fuera así, cariño —dijo ella—. Pero estás embarazada y no puedes ignorarlo. Tienes que decidir qué vas a hacer.

No eran las palabras que más necesitaba oír.

—Es lo peor que podría pasarme. Lo peor, lo peor, lo peor…

El teléfono volvió a sonar. Maria se levantó de un salto, fue a la cocina y agarró el auricular.

—Escucha, maldito psicópata. La policía sabe que estás acosando a (Tu), y si no dejas de llamar van a ir a por ti.

—Gracias —le dije cuando volvió al salón.

—Eso lo detendrá —me aseguró Maria—. Por muy loco que esté, nadie quiere tener problemas con la policía —se sentó en el sofá—. Eh, ¿qué es eso?

—¿El qué?

Señaló hacia la mesa que estaba en la esquina, entre el cuarto de baño y el dormitorio. Había un sobre apoyado en la vela aromática. Los nervios me habían impedido verlo hasta ese momento.

—No puede ser de Tom. Es imposible que haya entrado en la casa.

Maria agarró el sobre y me lo tendió. Reconocí al instante la letra de Bill.

(Tu) :

"Puede que no me creas, pero siento haberte hecho daño. Ya sé que «daño» no es la palabra adecuada para describir cómo te sientes. Y lo sé porque yo me siento igual. No quiero perderte, (Tu). Y si hay alguna parte de ti que aún me quiera, por muy pequeña que sea, tenemos que intentar arreglar las cosas antes de que sea demasiado tarde.

La decisión es tuya, y si no puedes perdonarme no volveré a presionarte. Pero espero sinceramente que lo hagas. Quiero salvar nuestro matrimonio, (Tu)."

Att: Bill…

Al acabar de leer la nota tenía los ojos llenos de lágrimas y una mano apretada contra el vientre.

Bill quería salvar lo nuestro. 

Chicas muchas gracias por sus comentarios y sus deseos para mis exámenes, digamos que me fue muy bien jaja, pues acá de nuevo actualizando, casi llegando a los capítulos finales ahora sí, la uni me tiene un poco ocupada, jaja veo que me entiendes en ese punto vanessa no? Además no omitiré tu idea, tal vez algún dia te tome en cuenta para un personaje, o a varias de ustedes; D  Jaja, aparte de que si paso un periodo de prueba y a ciertas personas les gusta mi desempeño, tendré trabajo nuevo así que estaré mas ocupada aun, espero entiendan si se me pasa actualizar, pero tratare de como estamos en las finales actualizar todos los sábados sin falta, espero contar con sus comentarios, si es posible uno por día para motivarme jaja nah mentira,  y bueno, Andie no, no me molesta si publicas en otra página, solo que me des el crédito claro, ya me paso una vez y una chica se robo toda mi idea y se llevo ella los meritos, y no tienes que agradecer el consejo, para eso estamos, espero te sirva y me gustaría leerte si decides hacerlo,  bueno me despido, gracias una vez más, cuídense mucho Os quiero! Nos leemos pronto!