Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

martes, 29 de mayo de 2012

Capitulo 8


En cuanto mis ojos y los del desconocido entraron en contacto, sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba. No era una sonrisa cortés, sino la clase de sonrisa que parecía insinuar una irresistible atracción hacia mí. 

El corazón me dio un vuelco. Le devolví la sonrisa y le di un codazo a Maria.

—Mira a ese tío con el pelo largo.

—Cielos, ¿el que lleva el cabello trenzado? No sabía que te gustaran de ese estilo.

Su piel era clara. Tal vez fuera europeo, realmente me daba igual. Lo único que me importaba 
era que estaba buenísimo y que era el primer hombre con quien había sentido algo aquella noche.

—No he estado con ningún hombre aparte de mi marido —señalé.

—Hagas lo que hagas, no pronuncies la palabra «marido» cuando hables con él. Por cómo te está mirando lo tendrás hablando contigo enseguida.

Volví a mirar al hombre. Estaba bastante lejos de mí, pero el brillo de sus ojos era inconfundible.

Me deseaba.

Tragué saliva, pues yo sentía la misma atracción. Aquello era precisamente lo que andaba buscando. Una conexión instantánea y eléctrica.

Pero seguía siendo territorio desconocido para mí, que llevaba diez años sin permitirme sentir atracción sexual por otro hombre.

El desconocido empezó a caminar hacia mí, y el corazón casi se me salió del pecho. De pronto era consciente de que no había estado con otro hombre en diez años. ¿Sería capaz de hacerlo?

—Maldita sea, Maria… Viene hacia aquí. ¿Qué puedo decirle? Todo esto me parece una locura.

—Puedes decirle «hola» —sugirió ella, dándome un pequeño empujón hacia él. La miré con irritación por encima del hombro, sintiéndome como una idiota, y ella se limitó a poner una mueca.

Respiré profundamente y me volví hacia el hombre.

—Hola —me saludó él. Por su acento parecía ser extranjero.

—Hola —respondí—. ¿Cómo estás? —un comienzo muy original, desde luego. ¿No se me podía haber ocurrido nada mejor?

—Muy bien —dijo con una risita—. ¿Y tú?

—Oh, muy bien, gracias —tenía que dejar de beber, porque a ese paso iba a hacer un ridículo espantoso.

Su mirada me recorrió de la cabeza a los pies y yo tuve la sensación de que, por muy tonta que pareciera, no se iba a marchar.

—Eres muy guapa —me dijo simplemente, aunque sus ojos expresaban mucho más.

—Gracias.

—¿Me dejas invitarte a otra copa?

—Oh, no —rechacé con un gesto—. Ya he bebido bastante.

—¿Seguro?

—Bueno… una más no me hará daño —me desdije. Estaba hecha un manojo de nervios, y quizá necesitara un poco más de alcohol si realmente iba a tener una aventura.

—¿Margarita de fresa? —sugirió él.

—¿Cómo lo sabes?

—Me he dado cuenta —respondió. O me había estado observando más tiempo del que yo creía o simplemente lo había adivinado—. Enseguida vuelvo.

Se alejó hacia la barra y yo me quedé mirándolo y sintiendo mariposas en el estómago. Era muy sexy, de eso no había duda. Pero había algo más en él. Algo misterioso, oscuro, e irresistiblemente tentador.

—Si no te gusta, pásamelo a mí —me dijo Maria al oído.

—Me gusta —respondí—. Es exactamente lo que necesito. Alguien que sea todo lo opuesto a Bill —no quería acostarme con un hombre que me hiciera pensar en mi esposo. Quería algo diferente. Un chico malo que no fuera con traje y corbata todo el maldito día.

El desconocido volvió con dos copas y una pícara sonrisa. Llevaba vaqueros negros y camisa blanca desabotonada hasta la mitad del pecho. No se veía nada de vello, pero quizá más cerca del ombligo…

—Una para ti —me tendió una copa—. Y otra para tu amiga.

—Gracias —dijo Maria, aceptándola.

—Sí, gracias —repetí. Era muy amable al invitar también a mi amiga. La última vez que salí con Maria y Bill, mi marido me dejó abochornada al pedirle dinero a Maria antes de ir por su bebida.

Bill era extremadamente austero, y no sólo a la hora de invitar a copas. Según él, había que ahorrar para formar una familia. No le faltaba razón, pero yo echaba de menos los gestos que tenía al principio de la relación, como enviarme flores de vez en cuando o sorprenderme con mi perfume favorito.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó el hombre.

—(Tu)… ¿y tú?

—Thomas. Pero puedes llamarme Tom.

—¿Thomas?

—Es Alemán.

—Ah… Eso significa que eres Alemán —«una deducción brillante, (Tu)».

Él asintió.

—Y tú eres realmente guapa. Lo siento si no puedo dejar de mirarte, pero es que nunca he conocido a una mujer más hermosa.

Aún podía reconocer una mentira a pesar de los muchos años que llevaba apartada del juego de la seducción, pero de todos modos mi cuerpo reaccionó favorablemente al cumplido. No sólo eran sus palabras, sino la intensidad con que me miraba, como si pudiera ver hasta el más íntimo de mis deseos.

—Para ser exactos, soy mitad Alemán, mitad Italiano. —Y todo músculo —declaré, y me eché a reír por mi inusual atrevimiento.

Me agarró la mano y yo se lo permití.

—No eres tímida, ¿verdad?

—No cuando estoy bebida —me balanceé ligeramente para confirmar mi estado de embriaguez—. Dime algo en alemán.

—Du bist mein schöner!

—Suena muy bien —dije, impresionada—. ¿Qué significa?

—Que me pareces muy hermosa.

Me clavó una mirada tan ardiente que sentí cómo me abrasaba por dentro.

—¿Estás casada?

—¿Por qué lo preguntas? —repliqué, entornando los ojos.

Me acarició la base del dedo anular con su pulgar.

—Porque hace poco llevabas aquí un anillo, ¿verdad?

Solté una risita nerviosa.

—¿Eres vidente o algo así?

—No, tan sólo estoy interesado en lo que veo.

Me gustaba su manera de abordar el tema. Me gustaba… mucho.

—Gracias por la copa —dije, tomando un sorbo.

—Ya me las has dado.

—¿Ah, sí?

Tom acercó los labios a mi oreja, casi rozándome la piel.

—¿Tu marido te ha hecho daño?

O él era especialmente sagaz o todas las mujeres engañadas por sus maridos se comportaban igual que yo.

—¿Y bien? —insistió Tom. No estaba segura de qué responderle. No quería ningún tipo de compromiso con él. Tan sólo una noche de sexo salvaje.

—Sí, me ha hecho daño —confesé—. Pero esta noche quiero olvidarme de todo.

—Puedo ayudarte a olvidar…

Con cualquier otro hombre me habría parecido una conversación demasiado insolente, pero quizá Tom había intuido, sólo con mirarme, que yo aceptaría de buen grado sus insinuaciones.
Que necesitaba que fuera él quien diera el primer paso.

—Sí —dije—. Supongo que puedes hacerlo.

Mientras hablábamos movíamos suavemente los cuerpos al ritmo de la música, pero entonces Tom me rodeó con sus brazos y me apretó contra él, girando lentamente las caderas a pesar de la canción rápida que estaba sonando. Su erección no dejaba lugar a dudas.
Imité sus movimientos, lentos y seductores. No pensaba en nada, tan sólo me dejaba llevar por las deliciosas sensaciones que me embargaban.

Me di la vuelta y apreté las nalgas contra su miembro endurecido, sonriendo cuando se le escapó un gemido de la garganta. La copa limitaba mis movimientos, de modo que di unos pasos para dejarla en una mesa cercana y volví bailando hasta Tom, levantando las manos y moviendo las caderas de un lado a otro.

Juntos seguimos bailando, siguiendo otra vez el ritmo de la música. Tom recorrió mis brazos con los dedos, provocándome un agradable hormigueo en la piel. Me acarició la cara y acercó la boca a la mía, pero volvió a retirarse sin llegar a besarme.

A él también le gustaba provocar.

Le acaricié el pecho a través de la camisa y me atreví a tocarlo con un dedo en la piel que quedaba al descubierto. La otra mano la llevé hacia abajo. Los ojos de Tom se abrieron desorbitadamente, pero retiré la mano justo antes de llegar a la entrepierna.

Él se echó a reír y me rodeó la cintura con las manos.

—Quiero llevarte a casa.

—Quiero que me lleves a casa —respondí.

Todo era sencillo y natural entre nosotros, sin dejar de ser emocionante. Incluso me había olvidado de Maria mientras tonteaba con Tom en la pista de baile. La busqué con la mirada, pero no la vi por ninguna parte.

El grupo de música volvió al escenario y se preparó para el siguiente número.

—Es un buen momento para marcharnos —dijo Tom.

—Estoy buscando a mi amiga. ¿Me disculpas un momento?

—Claro.

Fui a los aseos, tan atestados como la pista de baile, y allí encontré a Maria. Estaba retocándose el maquillaje delante de un espejo, al fondo.

—¿Todo bien? —le pregunté.

—Te has perdido una escena.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté con preocupación.

—¿Te acuerdas del tío de dientes amarillos?

—¿Qué ha hecho?

Maria se aplicó un poco de maquillaje en polvo.

—Me metió la mano por la camiseta.

—¿Qué? —exclamé.

—Tranquila. Le dije que si volvía a tocarme le rompería los dientes uno a uno.

Sonreí. Mi amiga tenía más pelotas que muchos hombres.

—Entonces se acercaron Walt y Denny y le echaron una charla sobre el respeto que debía guardarles a las mujeres.

—¿Walt y Denny?

—Los dos viejos que nos estaban mirando.

—¿Los dos de los que te burlaste por su edad? ¿Ahora ya los llamas por su nombre?
Maria sacó su pintalabios del bolso.

—La verdad es que son encantadores. Denny, el más alto, sabe mover el esqueleto en la pista de baile. Nos lo estamos pasando muy bien.

Sacudí la cabeza, sonriendo.

—Platónicamente, por supuesto —aclaró Maria—. Ninguno de los dos puede compararse al tío que te estás ligando —juntó los labios para aplicarse el carmín—. Parece que todo va sobre ruedas, ¿no?

—Me ha dicho que quiere llevarme a casa.

—¿Cuándo se van?

Dudé. En su momento había estado dispuesta a irme con Tom, pero hablando con Maria volvían a asaltarme las dudas.

—No creo que deba hacerlo. No tengo coche, lo que significa que tendría que irme con él… Y eso no sería aconsejable.

—¿Estás pensando en tirártelo pero no quieres irte con él?

—¿Puedes hablar más bajo, por favor? —susurré, mirando a las otras mujeres que estaban maquillándose o charlando entre ellas. Los aseos de mujeres no eran lugares precisamente privados.

—No creerás que es un psicópata, ¿verdad?

—No, claro que no. Pero nunca he hecho esto, y… no quiero cometer ninguna imprudencia.

Maria asintió.

—Muy bien, en ese caso tienes dos opciones. Una, pasar la noche en el hotel Hard Rock, que está de camino. Dos, puedo llevarte yo a su casa. Pero por si acaso hazle saber que el novio de tu amiga es poli.

—Me gusta la opción del hotel —sólo iba a ser una noche, no el inicio de una relación. Podríamos hacerlo hasta hartarnos y luego no volver a vernos.

—¿Tienes dinero para el taxi?

—Sí —Bill siempre me decía que llevara dinero en la cartera por si había alguna emergencia.

Maria volvió a guardar el maquillaje y cerró el bolso.

—Yo te llevaré.

—¿Estás segura?

—Me he tomado dos vasos de agua y se me ha pasado el mareo. Puedo conducir.

—¿Y qué pasa con Walt y Denny?

—Estarán bien sin mí —dijo ella, riendo.

Salimos de los aseos y miré alrededor en busca de Tom.

—No lo veo.

—Tiene que estar en alguna parte —dijo Maria.

—¿Sabes qué te digo? Vámonos.

—¿Qué?

 —No está aquí. Quizá sea una señal.

—Pero a lo mejor está en los aseos.

—He cambiado de opinión —agarré a Maria del brazo y tiré de ella hacia la salida. Sin Tom a la vista podía sucumbir a la cobardía.

—Vale, como quieras —aceptó ella, evidentemente decepcionada.

—Creía estar preparada, pero… —no supe cómo acabar la frase. Ni siquiera sabía el por qué estaba huyendo. 


Chicas, lamento no haber actualizado antes pero la uni me tiene muy ocupada, ahora mismo q termine el capi estoy terminando 2 trabajos y preparo una expo, bueno espero les guste y lo disfruten mucho, a pesar de el cambio de la mitad de la nacionalidad de Thomas xD gracias por comentar y ahora si espero poder actualizar mas seguido! Nos leemos pronto! Os quiero ;D 

1 comentario:

  1. Nooo Tom donde estas?? .
    Espero q llegue justo antes que se vallan..
    Me encanta el capitulo. Siguela pronto.
    Sii la uni nos atrapa..
    Bye cuidate.. Suerte en tus exposiciones XD

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