Tom entró en el
vestíbulo y su mirada se posó inmediatamente en mí. En la mano empuñaba un
cuchillo.
Sonrió y se
giró brevemente para cerrar la puerta.
—Hola, hermosa
—me saludó. Su sonrisa parecía sincera, pero en aquellas circunstancias
resultaba aterradora.
Levanté la mano
para cubrirme los pechos y miré fugazmente a Bill antes de volver a mirar a
Tom.
O más bien, al cuchillo que llevaba en la mano.
—Ya estamos
todos… —dijo él—. Quizá deba ser así.
—Deja que mi
mujer se vista —le pidió Bill.
—No es
necesario —respondió Tom—. Ya he visto su cuerpo a detalle… como seguramente ya
sepas, si has visto el vídeo.
Bill no dijo
nada. Y yo tampoco.
—Ah, (Tu)…
—murmuró Tom tristemente.
—¿Qué… qué
haces aquí?
—¿Quieres decir
por qué no estoy en Seattle?
Creo que
asentí.
—Tenía que
saberlo, (Tu). Tenía que saber si me estabas diciendo la verdad sobre nosotros.
Y ahora lo sé.
El pecho se me
contrajo de tal manera que casi no podía respirar. Todo había sido un ardid
para ponerme a prueba. Y yo había caído en la trampa sin sospechar nada.
—¿Qué os parece
si vamos al salón? —Sugirió Tom—. Allí estaremos más cómodos.
Ni Bill ni yo
nos movimos, pero los ojos de mi esposo miraban frenéticamente a su alrededor.
Obviamente estaba pensando cuál sería la mejor manera de manejar la situación.
Tom llevaba una
camisa de manga larga que casi ocultaba el cuchillo en su totalidad. Pero
cuando lo extrajo de la manga reveló una hoja que medía al menos veinticinco
centímetros.
—Si no os
movéis —dijo con mucha calma—, os apuñalaré por la espalda. Y cuando estéis de
rodillas os rajaré el cuello.
Ahogué un grito
de espanto. Sabía que Tom era peligroso, y ahora ya no quedaba la menor duda de
que podía ser un asesino.
—Muévete, Bill
—le dije.
—Tú también —me
ordenó Tom.
Bill echó a
andar en dirección a la cocina. Yo lo seguí lentamente, con el corazón
desbocado.
—Si estás
pensando en agarrar un cuchillo, recuerda que estoy justo detrás de tu
esposa. Si haces cualquier estupidez la degollaré delante
de ti.
No era una
amenaza vacía. Tom había matado a mi gato y también sería capaz de matarme a
mí, por mucho que me negara a creerlo.
—No haré nada
—prometió Bill, y mantuvo las manos en alto mientras caminaba—. Puedes ver mis
manos. No voy a agarrar nada.
—Bien —dijo Tom—.
No me gustaría que esto se pusiera feo. Lo único que quiero es hablar.
En el salón, Bill
y yo nos detuvimos delante del sofá. Recogí la camiseta del suelo y me la puse.
—Sentaos
—ordenó Tom.
Obedecí, sin
apartar la vista de él. Bill se sentó a mi lado.
Tom se colocó
frente a la mesita y empezó a hablar.
—Me habría
gustado que nos viéramos en otras circunstancias, pero el amor no siempre es
fácil Bill, supongo que ya habrás visto el vídeo.
Bill dudó un
momento.
—Sí.
—Por tanto ya
conoces los sentimientos de tu esposa hacia mí. Y los míos por ella. He venido
a pedirte que la dejes marchar tranquilamente.
No había duda
de que Tom me había estado espiando mientras se suponía que estaba en Seattle.
Seguramente también había estado escuchando mis llamadas telefónicas.
Y aunque Tom
sabía que me había visto con mi marido, aún conservaba la esperanza de que
estaríamos juntos. Según él, sólo tenía que apartar a Bill para que yo fuera
suya.
—Esto será muy
fácil, (Tu) —me dijo—. Sólo tienes que recoger tus cosas, tu ropa, tus
cosméticos… lo que necesites. Haz las maletas y llévalas a mi coche.
Miré a Bill y
tragué saliva.
—Si la dejas
marchar, Bill, podrás seguir viviendo. Así de simple. Si intentas impedirlo,
morirás.
Aquello no
podía ocurrir. No lo permitiría. —¿Y si no quiero irme contigo? —le pregunté—.
¿Me matarás a mí también?
La expresión de
Tom me recordó a la de un padre mirando a una niña desobediente. Una mezcla de
afecto y reprobación.
—Sé que no
quieres hacerle daño a tu marido. Eres una buena mujer y te sientes culpable
por abandonarlo. Pero es lo correcto, (Tu).
—¿Es eso lo que
quieres? —me preguntó Bill.
—No —respondí
sin dudarlo, y le puse una mano en la rodilla. Fue un gesto inconsciente,
totalmente espontáneo.
Por eso supe a
ciencia cierta que no podía irme con Tom. No podía seguir fingiendo que quería estar con él. Estaba emocionalmente
agotada y no tenía fuerzas para engañarlo.
Además, no quería hacerlo.
Lo que
significaba que Tom podía matarme.
Pensé en lo que
podía decirle y decidí que lo mejor era apelar a su misericordia. Tal vez el
amor que me profesaba le impidiera hacer una locura.
—Tom… No hagas
esto.
—¿Se lo has
dicho? —preguntó él, y la forma que tuvo de mirarme hizo que el pánico volviera
a adueñarse de mí. Sacudí la cabeza casi imperceptiblemente y con los ojos le
supliqué que no siguiera, pero Tom formuló la pregunta que tanto temía—. ¿Le
has dicho que llevas dentro a mi hijo?
—¿¡Qué!?
—exclamó Bill…..
Bueno, de nuevo
por acá actualizando, gracias por los comentarios chicas y por entender por lo
que estoy pasando, espero este capítulo lo disfruten ya que solo faltan 2 capítulos
para que se termine, lo sé yo tampoco quiero terminarla pero, nada dura para
siempre, lamentablemente, bueno espero una vez más que lo disfruten una vez más
gracias por los comentarios, Os quiero y cuídense mucho! Con suerte nos leeremos la semana próxima!
Esta buenizimaaa!! Enserio amo la fic (:
ResponderEliminarcomo tomara Bill estoo? Sera hijo de Tom o Bill??
Siguelaaa cuidate bye xD
Ay no, ay no: te lo juro me me hice pipí encima cuando leí que subiste capítulo. ¡OMG! Tom es un maldito ¡lo odio! Sabía que Tom seguía ahí vigilando a (Tú): ¿y si le puso algo en su celular para reastrear las llamadas que hacía? D: Oh, god.
ResponderEliminarRayos, si Bill deja a la loca de (Tú) con Tom, no sé... me muero. Me mato.
¡Ya no digas más que la historia se va a acabar, joder! T.T ¿Harás otra historia? Dime que sí :c.
¡Sube pronto! *u*/