Como una infidelidad, conllevo a otra, y con esto... llegar a la obsesión!...

domingo, 31 de marzo de 2013

Capitulo 27



A la mañana siguiente no vi a Tom al despertar. Onyx se había dormido en la cama, junto a la almohada, pero empezó a moverse en cuanto yo lo hice.

—Hola, cosita —le acaricié la cabeza y la levanté. Era tan pequeña y ligera que me cabía en la palma—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te traiga algo de comer? Y será mejor que te deje en el cajón, por si acaso…

Tom había dejado el cajón de arena en el cuarto de baño. Dejé allí a Onyx mientras me aseaba un poco. La gatita removió y derramó la arena, pero salió detrás de mí cuando fui a la cocina y se lanzó a su cuenco de comida mientras yo me preparaba unas tostadas. La gatita era realmente adorable, pero me hacía añorar aún más a Tokio.

Tom había dicho que era nuestra mascota y que yo debía quedarme en su casa para cuidar de ella, pero yo quería irme a mi casa y llamar a la protectora de animales para darles la descripción de Tokio.

Miré a Onyx, que seguía comiendo ávidamente.

En casa tenía el cajón de arena para Tokio. No había nada que me impidiera llevarme a Onyx conmigo.

Llamé a la sociedad protectora de animales y me confirmaron que había varios gatos que respondían a la descripción de Tokio. Dejé a Onyx en mi casa y corrí al refugio, pero la esperanza se desvaneció al no encontrar allí a mi gata.

A pesar de mi desánimo, me aferré a la creencia de que algún día volvería a aparecer.

—Ésta es una foto de mi gato —le dije a un joven empleado del refugio—. ¿Pueden llamarme si aparece? Estoy desesperada por encontrarla.

El empleado asintió y se quedó con la foto, y yo volví a mi coche sabiendo que no podía hacer otra cosa que seguir buscando por el barrio y esperar.

Casi había llegado a casa cuando sonó el móvil.

—¿Diga?

—¿Dónde estás?

Tom.

—Estoy llegando a casa —dije, molesta por su tono agresivo—. Tenía que hacer unos recados.

—¿Qué clase de recados?

—He ido al refugio de animales para ver si tenían a Tokio.

—¿Y?

—No, tampoco está allí.

—¿Lo ves, (tu)? ¿Ves ahora por qué te dije que tenías que seguir adelante?
No dije nada, pero no estaba de acuerdo con él.

—¿Dónde está Tiger?

Tiger. Definitivamente, Tom había desestimado el nombre que yo le había puesto a la gatita.

—Onyx está en mi casa.

—Así que te has llevado a la jodida gata y me has abandonado.

—No te he abandonado, Tom. Tenía cosas que hacer.

—¿Es mucho pedir que estés en casa cuando yo vuelva? Siempre estás fuera, (tu). ¿Por qué?

—Ya te he dicho por qué.

—Ya sé lo que me has dicho. Pero a lo mejor vas a ver a tu marido mientras yo estoy trabajando. ¿Es así, bella?

—No, Tom. No estoy viendo a mi marido a tus espaldas. Ni a él ni a nadie más.

—¿Todavía estás en tu casa?

—Estoy entrando.

—Recoge a la gata y vente para acá.

Suspiré con exasperación.

—No sé, Tom, Estoy muy cansada. Me duele la cabeza y… no sé… parece que estás de malhumor.

—He tenido un día muy estresante. Te necesito, (Tu). Ven a casa, por favor.

—Está bien —cedí.

Al dejar el móvil volví a oír las palabras de Maria. «Has cambiado».

Quizá tenía razón. 





Bueno chicas, saludos!! acá les traigo un capitulo algo cortito para adelantarles, como siempre gracias por los comentarios, aunque solo dos pero igual Muchas gracias por siempre poder contar con ustedes, pronto vendré con otro capítulo y pronto terminare este proyecto pues, si todo sale bien (que eso espero) estaré en nuevas cosas y no tendré tiempo de actualizar así que pues, pronto leerán el final de esta historia, espero contar con sus comentarios y si quieren saber algo pues pueden preguntar, espero disfruten el capitulo tanto como yo escribiéndolo, Os quiero cuídense! 

lunes, 25 de marzo de 2013

Capitulo 26



Dos días después, Maria me llamó por la tarde y me dijo que pusiera las noticias del Canal 4.

—¿Por qué?

—¡Hazlo! —Me acució, sin responder a mi pregunta—. Van a emitir la noticia.

Me sujeté el auricular inalámbrico a la oreja y encendí el televisor del salón. Eran las cinco y cuarto, por lo que las noticias importantes ya debían de haber pasado.

—¿Qué tengo que mirar? Aparte de este anuncio de suavizante...

—Espera un momento. Enseguida lo verás.

Acabó la pausa publicitaria y una imagen de Teddy, el hombre que me había acosado la noche que conocí a Tom, apareció en la pantalla. La presentadora, una atractiva mujer afroamericana, empezó a hablar con voz muy seria.

—La policía está buscando al hombre que atacó y que casi mató a Theodore Granger —la foto de Teddy dejó paso a otra en la que aparecía cubierto de sangre—. Granger fue atacado anoche mientras paseaba por CityWalk. Su agresor le asestó varios puñetazos y puñaladas, pero Granger consiguió defenderse y hacerlo huir. Según la descripción de la víctima, era un hombre de metro noventa, pelo negro y trenzado, aparentemente teñido, de rasgos finos, presuntamente europeo, y hablaba con acento. Si alguien posee información sobre su posible identidad, puede llamar a la policía de Orlando al 1-800-555-TIPS.

Fruncí el ceño y le quité el volumen al televisor.

—Es el tipo del club… ¿Por qué querías que lo viera?

—¿Tú qué crees?

Entonces entendí lo que se le estaba pasando a Maria por la cabeza.

—Maria, ¿de verdad crees que…?

—¡Pues claro! —Exclamó ella sin dejarme acabar la pregunta—. Al mismo tipo que te acosó lo atacan en CityWalk...

—Puede haber sido cualquiera.

—Es la descripción de Tom, y lo sabes.

No le respondí. Sabía por qué Maria estaba tan convencida, pero Tom no era el único hombre con rasgos finos o europeos en el estado de Florida. Había miles de hombres que encajaban con esa descripción.

—¿Cuántos alemanes viven en Florida? —le pregunté a Maria—. ¿Y cuántos Italianos y hasta islandeses…?

—Era Tom —insistió Maria—. Estoy segura.

—¿Estás segura cuatro semanas después de conocerlo?

—No sé… Lo presiento.

—¿Qué quieres que haga, que llame a la poli? —le pregunté con incredulidad. Maria no podía pensar que iba a avisar a la policía simplemente porque sospechaba de Tom. Además, ¿cómo se atrevía a sacar una conclusión tan descabellada sobre mi amante?

Cierto era que Tom empezaba a parecerme un poco pegajoso, pero ¿y qué si no quería salir con Maria y Robert? ¿Sólo por eso había que acusarlo de ser un tipo peligroso?

—Quiero que tengas cuidado —dijo ella.

—Lo tengo —le aseguré—. Prométeme que no vas a llamar a la policía. ¿Verdad que no lo harás?

—No —respondió ella al cabo de un momento—. Pero pensé que debías saberlo. Así podrás ver las cosas en perspectiva.

—¿Qué clase de perspectiva?

—Has cambiado, (tu). Has cambiado mucho desde que empezaste con ese tío. Ya apenas nos vemos.

—Tú estás saliendo con Robert… La vida cambia cuando empiezas a ver a alguien.

—Sí, pero no me gusta que él no quiera conocer a tus amistades. ¿Y qué es lo que sabes realmente de su familia?

—Su familia vive en Alemania. Y lo que creo que le pasa es que es un poco tímido. No todo el mundo es tan extrovertido como tú, Maria. Algunas personas son más reservadas. ¿Qué sabes tú de la familia de Robert?

—Sé que son de Jacksonville y que sus padres se dedican a la enseñanza. Tiene dos hermanas, gemelas, dieciocho meses más jóvenes que él. Y dentro de un par de semanas voy a conocer a todos en una reunión familiar.

—Vaya —no era la respuesta que había esperado—. Bueno, como ya he dicho, la familia de Tom está en Alemania. Es una historia totalmente distinta a la tuya. Pero ¿es un crimen ser tímido y que a los dos nos guste quedarnos en casa teniendo sexo?

—Está bien —aceptó Maria en tono de derrota—. Puede que me esté precipitando al sacar conclusiones. Pero cuando vi la foto de Teddy en las noticias y oí lo que le habían hecho… me preocupé por ti.

—Ya lo sé, y te lo agradezco —el tono de llamada en espera empezó a sonar y vi en la pantalla que se trataba de Tom—. Maria, tengo que dejarte. Me llama Tom.

—Vale, cariño. Y recuerda que te quiero.

—Yo a ti también. Te llamo luego —apreté el botón para responder a la otra llamada—. ¿Tom?

—Hermosa.

Ahogué un gemido de emoción y sentí un arrebato de deseo.

—Tengo una sorpresa para ti —me dijo él.

—¿Qué clase de sorpresa?

—La clase de sorpresa que tienes que venir a ver enseguida.

—¿Ahora?

—Sí.

—De acuerdo. Voy para allá.

Mientras me subía al coche recordé lo que Maria me había dicho, sobre lo mucho que había cambiado desde que empecé con Tom. Allí estaba, dispuesta a ir a su casa porque así me lo había pedido él. ¿Significaba eso que había cambiado?

Sacudí la cabeza. No, no había cambiado. Estaba teniendo el mejor sexo de mi vida y me había vuelto adicta a las sensaciones que Tom me provocaba. No se podía comparar a nada que hubiera sentido antes.

Lo malo era que cuanto más me implicara emocionalmente con Tom, más difícil sería romper. Él estaba enamorado de mí, y por mucho que a mí me gustara su compañía no estaba segura de querer una relación estable.


Pero, por el momento, no estaba preparada para dejarlo.

No quería hacerlo.

Aparté las advertencias de Maria de mi cabeza y sonreí durante todo el trayecto, pensando en la sorpresa que me tenía preparada Tom.

Las mariposas revoloteaban en mi estómago al llamar a la puerta. Tom me abrió inmediatamente y me miró con un brillo en los ojos.

Me encantaba su expresión de felicidad cada vez que me veía.

—Hermosa —me abrazó para besarme—. Has llegado muy pronto.

—Quiero saber cuál es la sorpresa.

—Ah —arrugó los ojos en una mueca de afecto. Definitivamente era un hombre encantador. 
Tal vez estuviese un poco obsesionado por mí, pero eso no lo convertía en un ser violento—. Pasa y lo verás por ti misma.

Entré en el apartamento y miré a mi alrededor, pero no vi nada que pudiera ser para mí. ¿Sería un regalo de pequeño tamaño? ¿Otra joya?

Tom me agarró de la mano y me llevó al dormitorio. La última vez me había atado a la cama, y pensé si tendría planeado algo más atrevido. ¿Juguetitos eróticos? ¿Un látigo, tal vez?

La cama estaba hecha y encima había una caja de cartón de gran tamaño, de cuyo interior me pareció que salían unos ruiditos.

—Ésta es tu sorpresa, hermosa —dijo Tom, sonriendo.

La caja tenía agujeros en la tapa, y los sonidos que salían eran definitivamente maullidos.

—Ábrela —me acució él.

La abrí y un gatito negro saltó a mis manos, ansioso por escalar de su improvisada jaula.

—Oh, hola, cosita —lo levante hasta mi cara. No debía de tener más de ocho o nueve 
semanas—. ¿Cómo estás, pequeñín?

—Es hembra.

La gatita empezó a ronronear.

—Es preciosa —le sonreí a Tom.

—¿Estás contenta?

Me pegué la gatita al pecho.

—Sí.

Tom me rodeó por la cintura y me besó en la mejilla. Los dos nos echamos a reír cuando la gata le dio un zarpazo a mi collar, afinando sus habilidades cazadoras.

—Ya no tendrás que preocuparte por tu otro gato —me dijo Tom.

—Tengo que encontrar a Tokio. No puedo olvidarme del animal que he tenido conmigo durante tanto tiempo.

—Tienes que aceptar que tu gato se ha ido, (Tu). Esta gatita es un nuevo comienzo para ti.

—Voy a seguir buscando a Tokio —insistí, molesta por su actitud. Por mucho que me gustase aquella gatita nunca podría olvidarme de mi querido Tokio. Los padres que perdían a un hijo no se olvidaban de él cuando tenían otros.

—Sólo intento que seas feliz —dijo Tom.

Asentí comprensivamente. Tal vez Tom no tenía ni idea de cómo se hacían esas cosas y había pensado que lo mejor era regalarme un animal nuevo.

—Estoy feliz —le dije. La gatita seguía jugando con mi collar y tuve que privarla de su distracción antes de que lo rompiera—. Gracias.

 —Esta gata se quedará aquí —declaró él—. Quiero que sea nuestra mascota.
 «Nuestra mascota». Ese «nuestra» implicaba un futuro en común.

—Es demasiado pequeña para estar sola —siguió Tom—. Tendrás que quedarte aquí para cuidarla mientras yo esté trabajando.

Su comentario me molestó, pero lo dejé pasar y le dediqué toda mi atención a la gatita.

—Tenemos que ponerle nombre —dijo Tom.

—¿Qué tal Ebony? O mejor Onyx. ¡Sí! Me encanta cómo suena Onyx.

—Esos nombres son ridículos —hizo un gesto de desprecio con la mano—. Se merece un nombre que encaje con ella. Mira sus garras, es una pequeña tigresa —me besó en el cuello—. Igual que tú. Deberíamos llamarla Tiger.

De nuevo me sentí molesta. ¿Por qué me pedía que le pusiera un nombre si él ya
tenía uno pensado?

—¿Has comprado esta gata para mí?

—Sí.

—Entonces ¿no debería ser yo quien le pusiera nombre?

El brillo de los ojos de Tom se apagó al momento, como si alguien hubiera pulsado un interruptor.

—¿Quieres llamarla Onyx? Muy bien, pues llámala Onyx —estaba furioso—. Pero no me parece que sea un buen nombre.

Salió del dormitorio y me dejó con la duda de por qué demonios se había enfadado.

Bueno, que se enfadara todo lo que quisiera. Aquélla era mi gatita y era yo quien le elegía el nombre.

Volví a levantarla y le rocé el hocico con la nariz.

—¿Qué te parece? ¿Te gusta el nombre de Onyx? La gatita respondió con un suave ronroneo. 

—Que sea Onyx.

Hice una bola con papel de aluminio y se la arrojé a Onyx para que la golpeara y la persiguiera por el suelo. Finalmente se cansó y se hizo un ovillo al borde de la alfombra.

Tom y yo estábamos viendo una película de terror en el sofá, pero ninguno de los dos le prestábamos mucha atención.

—Nuestra pequeña Tiger ya se ha dormido — dijo él, bajando la mano hasta la cintura de mis shorts vaqueros—. ¿Y mi pequeña tigresa…? ¿También está durmiendo?

La idea de que Tom quisiera follarme me excitó al instante.

—No sé… —bromeé—. Creo que a tu tigresa le vendría bien un poco de atención especial.

—¿Y cómo responderá? ¿Con un ronroneo… o con un rugido?

Me desabroché los pantalones para ofrecerle el libre acceso a mi sexo, húmedo y palpitante. 

—¿Por qué no lo averiguas tú mismo?




Saludos chicas! espero se encuentren súper bien,  estaré actualizando quizá un poco más seguido por esta semana de vacaciones, ya que no tengo planeado salir a algún sitio, quiero descansaaar jaja, bueno espero disfruten este capítulo tanto como yo escribiéndolo, gracias por sus comentarios, los aprecio mucho y me alegran el día cuando los leo! si quieren pueden seguirme en twitter, estare activa por alli @OtraFran.. Os quiero, nos leemos pronto!!