Lo
único que tenía claro era que no estaba preparada para hablar con Tom de amor.
Todavía era una mujer casada que tenía que tomar una decisión respecto a su esposo.
—Mis padres se enamoraron a primera
vista — siguió Tom—. Se casaron a las tres semanas
de conocerse, y estuvieron
casados treinta y cuatro años hasta su muerte.
—Es
una historia muy bonita —dije en voz baja, poniéndole las manos en el pecho.
Tras el fracaso matrimonial de mis padres y mi desengaño con Bill había perdido
la fe en la eterna felicidad de una pareja, pero lo que Tom contaba de sus
padres me hacía creer otra vez en el amor—. Si te soy sincera, he intentado no
pensar mucho en el amor después de mis amargas experiencias. Primero fue Chad,
y después Bill.
Tom me tomó el rostro entre sus manos.
—Yo
nunca te haría daño —me dijo, mirándome fijamente a los ojos—. Te quiero.
¿Sería
posible que lo creyera de verdad? ¿Podía sentir amor por mí, además de deseo?
—Y
creo que tú también me quieres —añadió—, aunque tengas miedo de enfrentarte a
tus sentimientos.
Empezó
a besarme y yo me abandoné a lo único de lo que estaba segura, que era mi deseo
carnal hacia él. Pero en ese momento sonó el teléfono y Tom corrió al salón a
responder.
Yo
me quedé en la cocina, intentando recuperar el aliento y la serenidad.
Tom
me quería…
¿Por
qué su confesión no me hacía temblar de emoción? Tom me gustaba mucho,
muchísimo, y la química que nos unía era innegable. La atracción sexual que
sentía por Tom no la había sentido por nadie.
Pero
¿de ahí a sentir amor…?
—Sí,
Omar —estaba diciendo Tom por teléfono—. Ya he revisado la agenda, no te
preocupes.
Me
volví hacia el fregadero y enjuagué los platos de la cena antes de meterlos en
el lavavajillas. Tom acabó su llamada y volvió a la cocina.
—¿Vamos
a ir a cenar con Maria y Robert el viernes por la noche? —le pregunté.
—De
acuerdo.
—Estupendo
—sonreí—. Se lo diré a Maria y decidiremos a qué sitio vamos. Será divertido.
—Muy
bien. Y ahora ven aquí.
El lavavajillas se
quedó a medio llenar y los dos acabamos desnudos en el sofá.
El
viernes fui al apartamento de Tom y abrí con la llave que me había dado. No
había ido la noche anterior porque Tom tenía que trabajar hasta tarde, pero le
había prometido que estaría allí el viernes, antes de que él llegara a casa.
Todo
estaba limpio y ordenado, salvo por algunos platos y cubiertos en el fregadero.
Los metí en el lavavajillas y lo puse en funcionamiento, y a continuación
limpié las encimeras y quemé una vela aromática para que la casa oliera a
vainilla cuando llegase Tom.
A
las seis aún no había aparecido y empecé a preocuparme. Estaba filmando algo
para una empresa de calzado, pero me había asegurado que estaría en casa a las
cinco y media como muy tarde.
Mientras
esperaba llamé a Maria.
—Hola,
(Tu). ¿Sigue en pie la cita a las ocho?
—Desde
luego, pero Tom aún no ha llegado, así que quizá nos retrasemos un poco.
—Intenta
que no sea demasiado.
—Eso
espero.
En
ese momento oí el pomo de la puerta.
—Maria,
ya ha llegado Tom. Nos vemos luego.
—Hasta
ahora.
Tom
entró en casa con el ceño fruncido. Fui hacia él rápidamente y le di un abrazo.
—Hola,
cielo. ¿Por qué tienes esa cara?
—Ha
sido un día horrible —explicó él—. Ha habido muchos problemas en el rodaje.
—Vaya,
lo siento. ¿Se han solucionado?
—Al
final sí. Pero no creo que vaya a seguir trabajando para esa productora.
—¿Por
qué no?
—He
tenido algunas discrepancias con el director.
—¿Discrepancias?
—Diferencias
de opinión, nada más. Pero ahora que te veo me siento mucho mejor —pareció
relajarse y me puso las manos en los hombros—. Me gusta que estés aquí cuando
llego a casa… Tengo una sorpresa para ti.
—¿Ah,
sí? —sonreí.
—Por
eso me he retrasado —se metió la mano en el bolsillo trasero y sacó un pequeño
estuche de terciopelo azul—. Toma.
El estómago me dio un vuelco.
—Tom…
—Ábrelo.
Respiré
profundamente y levanté la tapa. Dentro había un par de pendientes de diamantes
dispuestos en círculo alrededor de una piedra ambarina.
—¡Tom!
—Son
de oro blanco y diamantes de un tercio de quilate. La próxima vez será algo
más.
—Son
preciosos —le di un beso en los labios—. Me encantan.
Aparte
del brazalete que Bill me regaló en nuestro primer aniversario, nunca me había
sorprendido con un regalo así. Sólo me regalaba flores de vez en cuando, o una
caja de bombones el Día de San Valentín. Para nuestro octavo aniversario le
insinué que quería una pulsera de diamantes, pero lo único que recibí fueron
más bombones y un par de zapatos.
—Me
alegro de que te gusten —dijo Tom—. Póntelos.
Me
quité los pendientes de aro y me puse los nuevos.
—Preciosos
—dijo él—. Como tú.
Fui
a verme al espejo que había junto a la puerta.
—Son
maravillosos.
Tom
se acercó por detrás y nuestras miradas se encontraron en el espejo.
—¿Qué
te apetece para cenar? —Me preguntó mientras me besaba en la mejilla—. Puedo
preparar una deliciosa parmigiana de pollo con verduras.
—Oh,
no. Tenemos planes para cenar, ¿recuerdas? Hemos quedado con Maria y Robert.
—¿Esta
noche?
—Sí,
esta noche —dije con impaciencia. No podía creer que Tom lo hubiera olvidado—.
Y hemos quedado a las ocho, así que será mejor que te des prisa en ducharte.
—No
creo que sea buena compañía —dijo él—. Ya he te dicho que no he tenido un buen
día.
No,
no, no. Aquello no podía estar pasando.
—Te
sentará bien salir. Maria es muy divertida, y seguro que te llevas muy bien con
Robert.
Tom
se encogió de hombros, como si no hubiera aceptado dos días antes.
—No tenemos por qué quedarnos mucho tiempo, si
no quieres —insistí—. Podemos volver temprano a casa… para tomar nuestro postre
especial.
Él
no respondió. Entró en la cocina y sacó una cerveza del frigorífico.
Maria
no me perdonaría que no me presentase a la cita. Dos plantones seguidos eran
demasiados.
—He traído mi ropa para cambiarme —le
dije en tono seductor—. Podemos ducharnos juntos antes de salir…
Tom
bajó la botella y me miró con una ceja arqueada.
—¿Quieres
que nos duchemos juntos? ¿Ahora?
—Aún
tenemos tiempo —le guiñé un ojo. Tal vez consiguiera animarlo con el sexo. Y si
se animaba, sería fácil convencerlo para ir a cenar.
Tom
volvió a meter la botella en el frigorífico y se acercó a mí con una maliciosa
sonrisa. Me estrechó en sus brazos y sentí que ya estaba erecto.
Los
dos estábamos desnudos antes de llegar al cuarto de baño. Tom me soltó un
momento para abrir el grifo y ajustar la temperatura. Entré tras él en la ducha
y cerré la mampara detrás de mí. El agua caliente me cayó sobre la cara y el
cuerpo. Tom me acarició los pechos y me pellizcó los pezones, antes de llevar
una mano hacia mi sexo y la otra a mi trasero.
Le
agarré su impresionante miembro y empecé a frotarlo al tiempo que nos besábamos
apasionadamente bajo el agua. Tom agarró la pastilla de jabón y la frotó sobre
mis pechos, creando una gran cantidad de espuma. Entonces descendió con los
dedos hasta el clítoris y lo masajeó vigorosamente mientras me chupaba un
pezón. Le eché los brazos al cuello y me aferré con todas mis fuerzas mientras
sus manos enjabonadas me volvían loca de placer. La combinación de sus dedos y
su boca era letal, y cuando empezó a lamerme el otro pezón las piernas casi
cedieron con la llegada del orgasmo.
Creía
que me penetraría en ese momento, pero él me levantó en brazos y me sacó de la
ducha. El aire acondicionado me enfrió la piel al abandonar el cuarto de baño,
pero las manos de Tom me hacían arder. Sin dejar de besarnos, me llevó al
dormitorio y me tendió en la cama.
—Quiero
comerte —dijo.
—Déjame
comértela —le supliqué. Tom siempre era el único que me daba placer oral, pero
yo también quería sentir cómo sucumbía a mi boca.
—Lo
haremos a la vez —decidió él—. Súbete encima de mi cara.
Gemí
sólo de pensarlo. Me senté a horcajadas sobre su cara y me incliné hacia su miembro
erecto. Tenía la piel de gallina por el aire que arrojaba el ventilador del
techo, pero mi cuerpo explotó de calor en cuanto Tom me atrapó el clítoris con
la boca. Jadeando de placer y delicia, le agarré el pene y empecé a bombearlo
en toda su longitud. Y cuando Tom empezó a comerme, me lo metí en la boca.
Mis
gemidos de euforia me impedían mover los labios a un ritmo constante. Me lo
metí hasta lo más dentro posible mientras Tom hundía los dedos y la lengua en
mi sexo y sorbía ávidamente mi flujo, como si no pudiera saciarse de mi sabor.
Era
imposible concentrarme en los movimientos de mi boca mientras él me
chupaba con tanta pericia. No tuve más
remedio que apartar la boca para poder respirar, pero seguí masturbándolo
frenéticamente hasta que los dos nos corrimos a la vez. Su semen salió
disparado y se derramó sobre mi mano.
Estaba
caliente. Acerqué un dedo a la punta y esparcí el líquido por la superficie
carnosa.
Apartó
mi trasero de su cara y se colocó a mi lado para empezar a besarme. Entonces se
puso encima de mí y me separó las piernas.
—Tom…
Me
hizo callar con sus labios a la vez que me penetraba. Quise decirle que se
pusiera un condón, pero él siguió besándome y no pude articular palabra.
Tom
me folló a lo bestia, y después con calma y ternura. A las siete y media
intenté decirle que íbamos a llegar tarde, pero él volvió a penetrarme e hizo
que me olvidase de la hora.
No
paramos de follar hasta que eran casi las nueve. Sólo entonces Tom pareció
acordarse de nuestra cita.
—Tengo
que darme una ducha —dijo—. Tampoco es tan tarde.
No
sé por qué, pero sus palabras me irritaron. Tom sabía muy bien que ya no
podríamos llegar a tiempo, y yo no podía llamar a Maria y decirle que habíamos
estado follando.
Tom
entró en el cuarto de baño y yo miré la hora. Eran las 8:58.
Maldición.
Me
levanté y corrí a buscar mi ropa. Si nos dábamos prisa tal vez sólo llegáramos
media hora tarde y Maria no se enfadaría demasiado.
—¡Date
prisa! —le grité a Tom desde la puerta del cuarto de baño.
—¿Qué?
—preguntó él en la ducha.
—¡Que
te des prisa! A lo mejor llegamos a tiempo para el postre.
Pero
Tom se siguió duchando tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del
mundo. Cuando terminé de vestirme y maquillarme, él seguía en la ducha.
Estaba
sentada en el sillón del dormitorio, con un humor de perros, cuando finalmente
salió del cuarto de baño, secándose el pelo con una toalla.
—Enseguida
estoy listo —dijo—. Oh, será mejor que me lave los dientes…
Eran
las 9:22.
Cuando
Tom tuvo el descaro de volver a entrar en el cuarto de baño, me levanté del
sillón, agarré el bolso del suelo y me marché sin decir adiós.
Llamé
a Maria cuando me subí al coche.
—Lo
siento… Ya sé que me odias, pero lo siento de verdad.
—¿Dónde
estás?
Suspiré.
—En mi coche. Acabo de salir de casa
de Tom.
—¿Estáis
de camino?
No
respondí enseguida.
—Tom…
aún está dentro. Me he enfadado y acabo de salir.
—Robert,
discúlpame un momento, ¿quieres? — Oí que decía Maria—. ¿Qué ha ocurrido?
—Yo
ya estaba lista para salir. Pero entonces llegó Tom y…
—¿Y
qué?
No
dije nada.
—¿Y
os pusisteis a follar?
—Sí
—no tenía sentido mentir—. Él estaba de muy mal humor, y pensé que a lo mejor
se animaba si lo hacíamos, y… el tiempo pasó sin que nos diéramos cuenta —no
podía echarle toda la culpa a Tom. Yo era una mujer adulta y debía asumir mi
responsabilidad por permitir que me sedujera.
—¿Qué
te está pasando, (Tu)?
—En
el fondo, no creo que Tom quisiera salir. No mostraba el menor interés.
—El
sexo es genial, pero no a costa de la vida.
—¿Qué
quieres decir?
—No
me devuelves las llamadas, me dejas plantada… Nunca te habías comportado así.
—No
volverá a pasar.
—No
te creo.
—¿Qué?
—¿Qué
te apuestas a que la próxima vez que hagamos planes Tom te vuelve a salir con
algo similar? Ese tío te quiere sólo para él.
—Eso
es absurdo —protesté, aunque el comentario de Maria me hizo pensar en todo el
tiempo que había pasado en casa de Tom. La mayor parte de ese tiempo la
habíamos pasado follando, como si hubiéramos inventado el sexo.
—Has
cambiado. Y no me gusta.
Dejé
pasar un breve silencio.
—¿Aún
quieres que vaya a veros a Robert y a ti? Podemos tomar un café o algo.
—No
te molestes —espetó Maria, y colgó.
—¡Joder!
—exclamé. Tiré el móvil en el asiento del pasajero y pisé el acelerador.
Conduje
hasta casa a gran velocidad, esquivando bruscamente el tráfico y tomando las
curvas de manera imprudente. Estaba furiosa con Tom por haber fastidiado la
cita, con Maria por enfadarse conmigo, y conmigo misma por ser tan
irresponsable.
¿Qué
me estaba pasando? Maria tenía razón. El sexo era genial, pero no era lo
único ni lo más importante en la vida.
No
podía olvidarme de mi mejor amiga sólo porque estaba disfrutando del mejor sexo
que hubiese probado jamás.
Mi
móvil empezó a sonar y vi el número de Tom en la pantalla.
No
respondí.
Recibí
dos llamadas más antes de llegar a casa, las dos de Tom. No respondí a ninguna.
Necesitaba poner distancia entre él y yo.
Al
entrar en mi calle había conseguido calmarme un poco. Al día siguiente llamaría
a Maria y le aseguraría que jamás volvería a dejarla plantada. A menos que
fuera un asunto de vida o muerte.
Entonces
vi que había otro coche aparcado en el camino de entrada.
Bill.
Frené
en seco y pensé qué podía hacer. Bill me había dejado unos cuantos mensajes
durante las dos últimas semanas, pero yo no le había devuelto las llamadas.
Pensé en seguir conduciendo hasta que se marchara. Si Maria no estuviera con
Robert podría haberla llamado y haberme quedado un rato en su casa.
Y
si no estuviera tan furiosa con Tom podría haber regresado a su apartamento.
No
tenía adónde ir, y sólo Dios sabía cuánto tiempo pensaba quedarse Bill. De modo
que suspiré con resignación y decidí enfrentarme a él.
Bill
estaba sentado en el sofá del salón, con los brazos extendidos sobre el
respaldo. Todo estaba en silencio y se respiraba un ambiente inquietante. El
hecho de que no tuviera la televisión encendida confirmaba que me había estado
esperando.
Levantó
la mirada al verme, pero no dijo nada.
—¿Cuánto
tiempo llevas aquí? —le pregunté.
—Dos
horas y media.
El
corazón me latía con fuerza, pero entré con decisión en el salón. No había
motivo para estar nerviosa en mi propia casa.
—Llevas
el vestido del revés —observó Bill.
—¿Qué?
—me miré el vestido y, efectivamente, se veían las costuras. ¿Cómo no me había
dado cuenta de que me lo había puesto al revés?
Bill
levantó la cabeza y me miró fijamente a los ojos.
—¿Estabas
con él?
No
respondí.
—¿Qué
vas a hacer? ¿Fingir que no estás con alguien? ¿O debería decir… follándote a
alguien?
—Fuiste
tú quien me dijo que tuviese una aventura.
Bill soltó una risotada y miró hacia
otro lado.
—¿Qué
pasa?
Él
se levantó del sofá, lentamente.
—¿Por
qué no me has devuelto las llamadas?
—Porque
no quería hablar contigo.
—Entonces
¿hemos terminado? Porque si es así, dímelo. No me tengas esperando.
No
dije nada.
—Creía
que sólo ibas a tener una aventura para que estuviésemos igualados, no que
fueras a abandonarme.
—Te
dije… te dije que las reglas no las ponías tú —sentía una dolorosa punzada en
el pecho.
Ver a Bill me agotaba emocionalmente.
—Son
unos pendientes muy bonitos.
Instintivamente
me llevé una mano a la oreja.
—Supongo
que te los habrá regalado él —hizo una pausa que pareció alargarse una eternidad—.
¿Estás enamorada de él?
—No
—me sorprendió la facilidad con que podía negarlo. Por alguna razón
desconocida, no quería que Bill tuviese ninguna duda al respecto—. No estoy
enamorada de él.
Los
ojos de Bill brillaron de esperanza.
—¿Vas
a poner fin a esa aventura?
Ante
esa pregunta sí dudé.
—Cuando
esté preparada.
—¿Qué
quiere decir… cuando estés preparada?
—Cuando
esté preparada.
—Si
no tienes nada serio con él, ¿por qué te lo sigues tirando?
—Yo
no he dicho que no sea algo serio.
—No
lo entiendo.
—Me
trata bien. ¿Y sabes qué? El sexo es increíble.
Bill
apretó la mandíbula.
—¿Qué
ocurre, Bill? —le pregunté, irritada por el recuerdo de su traición—. ¿Estaba
bien cuando tú lo hacías, pero en cambio yo no puedo divertirme como me
apetezca?
Fue
su turno para quedarse callado.
—No
olvides que fuiste tú quien lo empezó todo —seguí—. Si no te hubieras liado con
Isabel, no estaríamos teniendo esta conversación.
—Te
dije que lo sentía. ¿Cuántas veces quieres que te lo repita?
Que
lo sentía… Como si con eso bastara para arreglarlo.
—El
sexo que tengo ahora es tan increíble que no creo que él tenga necesidad de
acostarse con otra —dije, echando sal
en la herida abierta de Bill. Se lo merecía. Merecía sufrir por haberme causado
tanto sufrimiento—. Creo que podría enamorarme de él.
Bill
apretó los labios y se apartó bruscamente de mí para dirigirse hacia la puerta.
—Bill
—lo llamé, arrepentida por lo que acababa de decirle. Mi intención había sido
hacerle daño, y al parecer lo había conseguido—. Bill, espera.
Él
no se detuvo hasta llegar a la puerta. Allí expulsó el aire y se volvió para
mirarme.
—No
quería… —empecé.
—Supongo
que tienes razón. No soy yo quien pone las reglas. Pero me gustaría saber a qué
estamos jugando exactamente.
Abrió
la puerta y caminó rápidamente hacia su coche, dejándome boquiabierta y sin
saber qué decir. Aún lo amaba. Pero no estaba segura de que mi amor por él
pudiera sostener una relación.
Su
amor por mí no le había impedido traicionarme.
Cerré
la puerta y me quedé pensando en lo que me tendría deparado el futuro.
Porque, por mucho que
aún quisiera a Bill, hablaba en serio al decir que podía enamorarme de Tom. Un
hombre con quien había conectado de un modo que nunca hubiese creído posible.
Ahí está el
capitulo para las que aun me leen! gracias por los comentarios, ya no le queda
mucho, estoy pensando en terminarla antes de lo previsto, bueno nos leemos
pronto! Os quiero cuídense!!
Me encanta tu nove!! Pero no la termines tan pronto no seas mala cnmigo xfiss!!! Siguela me encanta!!!!!
ResponderEliminarSabes me encanta tu nove, no quiero que la termines pronto porque en verdad me moriria ademas eres una escritora de primera y ojala algun dia yo pueda ser lo mismo....Te Felicito me encantaria llevar esta novela a los estantes de las liberiras me encanta tu historia!!! ^^
ResponderEliminarOpino igual que Kagome!! En serio tu fic es muy buena , original e interesanteee..
ResponderEliminarDeberias llevarlas a las librerias!!
Me daria penita q termine prontoo :@ pero es tu decision.
Me encantaa yo creo q ahora Tom si se paso otra vez hizo quedar mal a (tn) .. Me encanto el capitulo estuvo exitanteee..
Siguelaa prontoo.. Cuidate bye :D
Gracias! Jenn... ^^Bueno #Aliens enserio fue egoista estoy de acuerdo con Jennifer si quieres terminarla pronto es tu decision espero que sigas siendo una fantastica escrito!! <3 n.n
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