Estaba
convencida de que la sorpresa que me reservaba Tom sería de carácter sexual,
pero cuando llegamos a su casa e insistió en que cerrara los ojos supe que me
tenía preparado algo más.
—¿De
qué se trata?
—Enseguida
lo verás.
Sentí
cómo abría la puerta del dormitorio y me hacía pasar al interior.
—Muy
bien. Ya puedes abrir los ojos.
Así
lo hice, y lo que vi me dejó anonadada.
—Tom…
Delante
de mí había un caballete, un taburete y una mesa con óleos y pinceles.
—¿Te
gusta?
Me
volví hacia él con un nudo de emoción en la garganta.
—No…
no puedo creer que hayas hecho esto por mí
—Entonces,
¿te gusta?
—Me
encanta. Y tú también me encantas por ser tan considerado.
—Tengo
un amigo en Miami que conoce al dueño de una galería. A lo mejor puedes hacer
realidad tu sueño.
Le
puse una mano en el pecho. Bill nunca se había tomado mi afición en serio, y Tom,
en cambio, me estaba animando a perseguir mi sueño cuando sólo hacía dos
semanas que me conocía.
—Gracias
—le dije—. Significa mucho para mí.
Lo
besé en los labios y empezamos a hacer el amor allí mismo, en el suelo de la
habitación.
Durante
las dos semanas siguientes sólo abandonábamos la cama cuando Tom se iba a
trabajar. El sexo era alucinante, salvaje y a todas horas. No creía que nunca
pudiera cansarme de hacerlo con Tom.
Salvo
aquella única vez en el aparcamiento de Denny’s, siempre usábamos protección.
No podíamos dejar que la pasión barriera el sentido común. Y cuanto más lo
hacíamos, más unidos nos sentíamos. El sexo empezaba a adquirir un significado
más especial, como si fuera el inicio de una relación.
Tom
me dio una llave de su casa para que pudiera entrar y salir a mi antojo. Estuvo
fuera de la ciudad el viernes, el sábado y el domingo por la noche, y por la
noche ya estábamos otra vez haciendo el amor. No sólo compartíamos el sexo más
apasionado posible, sino que cocinábamos y limpiábamos juntos, y por lo general
nos comportábamos como una pareja estable.
Pero el martes por la mañana decidí
que tenía que marcharme. Mi propósito había sido marcharme el lunes por la
noche, pero a Tom no le costó mucho convencerme para que me quedara.
El
reloj de la mesilla de noche marcaba las 7:53.
—¿Ya
estás despierta?
La
pregunta de Tom me sorprendió, pues creía que seguía durmiendo.
—Tengo
que irme.
—¿Irte?
¿Adónde?
—A
mi casa.
—¿Por
qué?
—Bueno…
tengo que consultar el correo, limpiar la casa, pagar algunas facturas…
—¿Y
tienes que hacer todo eso ahora mismo?
—Cuanto
antes empiece, antes podré volver — lo besé en la nariz—. Además, le dije a mi
amiga Maria que hoy iría de compras con ella.
—Puedes
consultar tu correo desde aquí. Y Maria no te necesita para ir de compras,
¿verdad?
—En
teoría no. Pero es más divertido ir acompañada.
—No
me gusta ir de compras.
—A
ningún hombre le gusta ir de compras — respondí, sonriendo.
Tom
me abrazó por la cintura.
—No
quiero que te vayas.
—Volveré
más tarde.
—Quédate
conmigo.
Me
solté de su abrazo y me levanté de la cama.
—De
verdad que tengo que irme. Tengo que darle de comer a mi gato. Seguro que está
muerta de hambre.
—El gato estará bien —me aseguró Tom—. Pueden
pasarse días sin comer. Lo sé, porque yo tenía una gata.
—¿En
Alemania?
—Sí.
—¿Y
la dejaste allí?
—No.
Un día me arañó y la ahogué.
Me
quedé boquiabierta de espanto.
—¡Tom!
—Sólo
estoy bromeando —dijo él con una sonrisa.
—¿Cómo
puedes bromear con algo así? No tiene gracia.
—Madonna
sigue vivita y coleando. Tiene ya catorce años y vive con una de mis hermanas.
Encontré mis bragas en el suelo y me
las puse.
—Me
alegra saberlo, pero tengo que irme a casa a darle de comer a Tokio.
—Vale.
Vete a casa, dale de comer a tu gato y vuelve enseguida.
Su
insistencia me molestó un poco, pero no dije nada y me puse el vestido, antes
de volver a la cama para darle un beso.
Entonces
él me agarró por la cintura y tiró de mí, ahogando mis protestas con sus
labios, y fui incapaz de resistirme.
Empezaba
a creer seriamente que las manos y la boca de Tom tenían un efecto devastador
sobre mi capacidad racional.
—Déjame
hacerte el amor, preciosa—me susurró al oído, estremeciéndome de deseo y
emoción.
Y
cuando me quitó el vestido y las bragas y hundió la cara en mi sexo, me olvidé
por completo de que había estado a punto de irme a casa.
No
llegué a mi casa hasta la mañana siguiente, y sólo porque Tom tenía que ir a
trabajar. Tokio me recibió en la puerta con unos maullidos de merecido
reproche.
—Lo
siento, pequeño —me permitió acariciarla un momento y echó a trotar en
dirección a la cocina, mirándome por encima del hombro. Se detuvo junto a su
cuenco vacío y me miró con expresión suplicante.
Le
llené rápidamente un cuenco con agua y otro con comida. El gato se lanzó
inmediatamente
a beber y comer y yo fui a escuchar los mensajes del teléfono.
Había cinco de Maria, el primero del lunes por la noche y el último de una hora
antes. Quería saber dónde estaba y por qué la había dejado plantada para ir de
compras.
La
llamé sin perder un segundo.
—Así
que no te has muerto —me dijo en tono sarcástico.
—Lo
siento, Maria. No era mi intención dejarte tirada.
—¿Qué
pasó?
—Pues…
estaba con Tom y perdí la noción del tiempo.
—Te
llamé al móvil y saltó directamente el buzón de voz.
Lo
había apagado porque no quería que nadie me interrumpiera mientras estaba con
Tom. Era extraño. Cuando estaba con Bill nunca se me había ocurrido aislarme
del resto del mundo.
No
quería confesárselo a Maria, así que no le di ninguna excusa. —¿Qué te parece
si volvemos a quedar? Te prometo que esta vez no faltaré.
—Tenía
una sorpresa para ti.
—¿Ah,
sí?
—Sí.
Se trataba de Robert.
—¿Guapísimo? ¿Estaba contigo?
—Ajá.
Vino para conocer a la amiga de la que tanto le había hablado.
—Oh,
Maria… Lo siento mucho, de verdad.
—Robert
se llevó una gran decepción. Estaba deseando conocerte.
No
supe qué decirle.
—Al
menos podrías haberme llamado —me reprochó Maria—. No es propio de ti no dar
señales de vida.
—Lo
sé, lo sé. Ha sido una estupidez por mi parte. Vamos a quedar de nuevo, ¿vale?
¿Y si este fin de semana quedamos los cuatro?
—Buena
idea —dijo Maria, suavizando finalmente el tono.
—Será
divertido. Pregúntale a Robert si tiene algún local favorito. Os dejo elegir a
vosotros.
La
conversación transcurrió amistosamente, y al despedirnos estábamos impacientes
por quedar las dos parejas juntas.
Pero
cuando aquella noche le saqué el tema a Tom después de cenar, su reacción no
fue precisamente entusiasta.
—Me
parece que no —dijo.
—¿Por
qué no?
—No
me apetece ir a un club lleno de hombres que te miren e intenten tocarte.
Fruncí
el ceño mientras dejaba los platos en el fregadero.
—Podemos
ir solamente a cenar.
—Tal
vez —concedió, pero sin mostrar mucho interés.
—Tenemos
que ir —le insistí—. Maria se enfadó mucho conmigo por haber faltado a nuestra
cita de ayer. Quería que conociera a su nuevo novio.
—¿Por
qué tienes que conocer a su novio?
¿Qué
clase de pregunta era ésa?
—Porque
es mi mejor amiga y quiere que conozca a su pareja —guardé un breve silencio—.
Yo también quiero que ella te conozca a ti.
Tom
arqueó las cejas.
—¿Eso
significa que soy especial para ti?
—Pues
claro que eres especial para mí —respondí sin dudarlo.
Aún
no habíamos hablado de la clase de relación que teníamos, pero era lógico
suponer que había algo más que sexo, por mucho que fuese nuestra actividad
favorita.
—¿No
estamos saliendo juntos? —Pregunté en tono natural—. ¿O para ti no es más que
sexo?
—Para
mí nunca ha sido solamente sexo —repuso él.
—Bien.
Me alegro de que lo sientas así. Por eso considero importante que
conozcas a mis amistades y que yo
conozca a las tuyas. No has pasado mucho tiempo con tus amigos desde que
aparecí yo, pero creo que deberían conocer a la mujer que te está acaparando a
todas horas.
—No
tengo muchos amigos.
Tom
siempre me había parecido un tipo solitario, seguramente porque toda su familia
vivía en Alemania. Pero seguro que al menos tenía un buen amigo.
—Seguro
que hay alguien a quien te sientas especialmente unido, igual que yo me siento
con Maria.
—Me
siento unido a ti —respondió—. Tú eres todo lo que necesito.
—¿Con
quién estabas la noche que te conocí?
—Estaba
solo. No había salido con nadie.
No
era una situación muy corriente, pero tampoco era nada del otro mundo. Algunos
hombres salían solos cuando buscaban sexo. Las mujeres, en cambio, iban siempre
acompañadas incluso al aseo.
—Creo
que me enamoré de ti aquella noche — me dijo Tom—. Cuando te vi por primera
vez.
No
pude menos que reírme. Era imposible que Tom estuviese hablando en serio. Pero
cuando vi la expresión de su rostro dejé de reír y tragué saliva.
—¿Lo
dices en serio?
—Nunca
bromeo con el amor.
Santo
Dios…Tom me amaba. O al menos eso creía él.
Se
acercó a mí y me abrazó por la cintura.
—¿Tú
me quieres, (Tu)?
No
sabía qué decirle, pero Tom me miraba fijamente y esperaba una respuesta.
—Me
gusta cómo estamos juntos —contesté con cautela.
Tom
me soltó bruscamente.
—Sólo
te gusta acostarte conmigo.
—Sí,
claro que me gusta. ¿Acaso a ti no?
—Para
mí no es sólo sexo —declaró él. Por su tono era evidente que se había enfadado.
—Para
mí tampoco. Siento afecto por ti, Tom. De lo contrario no pasaría tanto tiempo
contigo. Pero ¿cuánto hace que nos conocemos? ¿Tres semanas y media? ¿Es tiempo
suficiente para saber que amas alguien?
—Sí
—respondió él inmediatamente—. ¿No crees en el amor a primera vista?
La conversación se estaba poniendo demasiado
seria, y yo tenía la impresión de que, dijera lo que dijera, Tom no quedaría
satisfecho.
Hola
chicas! espero estén bien... y que aun entren por acá, se que eh descuidado la
nove pero he estado algo ocupada con la uni, trabajo y esas cosas (es un asco
hacerse adulto y tener responsabilidades) pero bueno, estoy en finales de la
uni, algo más desahogada y podre subir más seguido, ahora si, lo reprometo!
gracias por los comentarios y por entenderme, no creo que alargue mucho mas la
nove, no quiero tenerlas siempre esperando tanto tiempo, bueno ya me voy,
espero les guste este capi mega largo jaja para compensarlas, Os quiero! Nos
leemos pronto!...
Awwww que emocion!! Tom se esta enamorandooo *.* aunque se esta obsecionandoo..
ResponderEliminarMe encantaa demasiado la fic esta hermosa :P
siguelaa prontoo..
Sii mejor es el cole no hay tantas responsabilidades :D
bye cuidate
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar