Por
la mañana me sentía como si hubiera librado un combate de lucha libre seguido
de una maratón, pero no podía dejar de sonreír. Todo el cuerpo me palpitaba,
incluso en los lugares más insospechados, y estaba lleno de marcas y
magulladuras. Tenía un moratón en el brazo izquierdo, otro en el brazo derecho
y los pezones aún me escocían por los fervientes lametones y mordiscos de Tom.
Era
un hombre increíble. Absolutamente increíble. Después de hacerlo en el sofá,
nos fuimos a su cama y allí nos pasamos tres horas probando toda clase de
posturas, todas ellas tan excitantes que no sabría elegir una favorita. Lo
único que sabía era que quería volver a probarlas todas.
Miré
el reloj de la mesilla y vi que eran las diez y veinte. ¿Cómo podía estar
despierta habiendo consumido todas mis energías la noche anterior? Yo había
vuelto a casa hasta las cuatro de la mañana, tan exhausta que debería haber
estado en coma varios días.
Y
sin embargo era incapaz de dormir.
Aparté
las sábanas y me levanté de un salto, y al hacerlo me vino a la memoria el
grito tan desinhibido que solté con mi segundo orgasmo. Me resultaba
sorprendente que los vecinos de Tom no hubiesen llamado a la policía.
Ya
me había duchado en su casa… y habíamos tenido sexo bajo el agua… de modo que
fui directamente a la cocina. Necesitaba un café bien cargado. Y llamar a Maria
inmediatamente.
—Hola,
(tu) —respondió al segundo tono.
—¿Qué
haces?
—El
vago. Aún estoy en pijama, viendo Sexo en Nueva York.
Lo
pensé mejor y decidí contarle en persona mi experiencia. Aún no me había
habituado a estar sola en casa.
—Apaga
el televisor y mueve el trasero hasta aquí —le ordené—. Tengo noticias jugosas
que contarte.
—Oooh…
Voy para allá.
Estaba
acabando la segunda taza de café cuando sonó el timbre de la puerta. Maria
había llegado en un tiempo récord.
—Eres
una zorra —me dijo alegremente nada más verme—. Lo has hecho, ¿verdad?
Como
única respuesta levanté la mano izquierda para mostrarle el brazalete.
Maria
soltó un estridente chillido y la agarré del brazo para meterla en casa.
—¡Cuéntame
todos los detalles! —Exigió mientras entrábamos en la cocina—. Pero
espera un momento… ¿Estás cojeando?
Apoyé
las manos en la encimera y me giré para encararla.
—Me
duele en tantos sitios que no sé si debería ir al hospital.
Maria
volvió a chillar.
—¿Café?
—le ofrecí—. Necesito tomarme unas cuantas tazas más.
—Creo
que voy a necesitar algo más fuerte — bromeó ella—. ¿Le puedes echar un poco de
Baileys?
—Claro,
si quieres…
Maria
negó con la cabeza.
—Prefiero
tomarlo solo. ¡Empieza a hablar de una vez!
—Espera
a que estemos sentadas.
Mi
amiga tamborileó impacientemente con los dedos en la encimera mientras yo
servía el café. Nos acomodamos en el sofá del salón y sólo entonces decidí
acabar con su agonía.
—No
sé por dónde empezar…
—Empieza
por lo más fuerte —respondió ella al momento, pero enseguida sacudió la
cabeza—. No, no soy tan depravada. Empieza por el principio.
—Creo
que el principio es lo más fuerte —le dije, arqueando una ceja.
—¿Cómo?
¿Quieres decir que empezasteis a follar en cuanto te abrió la puerta?
—Más
o menos.
Maria
abrió los ojos como platos y esbozó una ancha sonrisa.
—No
fue exactamente así. Nos saludamos, me ofreció una copa…
—Seguro
que fue el caballero perfecto. ¿Cómo fue? ¿Cuánto duró? ¿Cuántas veces te
corriste?
—Como
ya te he dicho, me duele todo el cuerpo. Y en cuanto al número de veces… no
sabría decirte. En serio, ese tío es una máquina. Como los conejitos Duracell.
que duran, y duran…
—¡Y
tú te corrías, y corrías…! —exclamó Maria con una carcajada, y se fijó en mi
boca con los ojos entornados—. ¿Tienes los labios hinchados?
Me
pasé lentamente el dedo por el labio inferior. Era una de las muchas partes que
me escocían.
—No
es lo único que tengo hinchado.
—Oh,
cielos… Creo que voy a necesitar el Baileys, después de todo.
—¿En
serio?
—Desde
luego.
Fui
a por la botella de Baileys y eché una generosa cantidad en las tazas del café.
—Estuvimos
haciéndolo cinco horas —le dije al sentarme de nuevo—. Podríamos haber durado
mucho más, pero le dije a Tom que tenía que descansar.
—Ya sé que no debería preguntártelo,
pero… qué demonios, ¿cómo es Tom comparado con Bill?
—No
hay comparación posible —respondí, quizá demasiado rápido—. No me
malinterpretes. Bill sabe cómo darme placer. Pero el sexo con Tom es
sencillamente brutal. Justo lo que necesitaba en una aventura.
—Algo
me dice que tuviste eso y más.
No
quise mencionar la otra diferencia fundamental entre Bill y Tom… Lo mucho que Tom
había disfrutado con el sexo oral. Me daba vergüenza admitir que nunca había
podido correrme de esa manera.
—¿Vas
a volver a verlo?
Me
encogí de hombros y tomé un sorbo de café con Baileys.
—No
tengo su número. Ni él tiene el mío.
—¿Y
no te has molestado en consultar la guía telefónica?
—No.
Maria
me miró como si me hubiera vuelto loca.
—El
número de un tío así lo tendría grabado en marcación rápida.
—Ya
veremos.
—¿Cómo
que ya veremos? Tus ojos dicen que te mueres por verlo otra vez. Si un tío me
hubiera dado a mí tantos orgasmos, lo estaría llamando a todas horas.
—Un
hombre así puede crear adicción —señalé—. Tú misma dijiste que la razón de que
perdonaras a Keith tantas veces fue que el sexo con él era genial. Y al final
te destrozó el corazón.
—Lo
primero, Keith era mi marido. Me casé con él porque lo amaba, no sólo por el
sexo. Lo segundo, tú no estás enamorada de Tom. Lo vuestro es sólo sexo, y eso
hace que todo sea mucho más fácil.
—Puede
ser. Pero no quiero intimar demasiado con él… Ya me entiendes.
—No,
no te entiendo.
—Es
por Bill.
—¿Por
Bill?
—Ahora
mismo estamos separados y no me siento preparada para volver con él. Pero quién
sabe si dentro de un tiempo acabaremos arreglándolo. Por eso no quiero tener
nada serio con otro hombre.
Maria
resopló con desdén.
—Yo
no me preocuparía por Bill si fuera tú.
—¿Por
qué odias tanto a Bill de repente?
—Oh,
quizá porque te puso los cuernos y porque puedes perderlo todo si su amiguita
decide denunciarlo.
—Ya…
—no necesitaba que Maria me arrojase la dolorosa verdad a la cara—.
Pero al menos tuvo la decencia de
contármelo. No como Keith. -
Transcurrió un breve
silencio.-
—¿De
verdad crees que Bill te lo habría contado si esa zorra no hubiera amenazado
con denunciarlo?
La
observación de Maria me dejó tan desconcertada que no pude responderle.
—Ya
sé que para ti es una situación similar a la que yo viví con Keith. Crees que
no puedo superar el daño que me hizo y que de alguna manera lo estoy
proyectando en Bill.
No
dije nada.
—Pero
no es así —afirmó Maria.
—¿Crees
que para mí es fácil? —le pregunté—. No sé lo que debo hacer. Ya es bastante
duro aceptar la traición de Bill y el amor que aún siento por él. Ahora más que
nunca necesito tu amistad y tu apoyo por encima de todo. Si no puedes ser
objetiva con Bill, mejor será que no hablemos de él, ¿de acuerdo?
De
nuevo volvió a hacerse el silencio.
—Aquí
estaba, reviviendo la noche tan increíble que he pasado con Tom… y ahora estoy
otra vez por los suelos.
—Hay
algo que no te he contado —dijo Maria rápidamente.
—¿Qué?
La
miré a los ojos, pero ella evitó mi mirada. Un escalofrío me recorrió el
cuerpo. —¿De qué se trata, Maria? ¿Qué es lo que no me has contado?
—Quiero
que te hagas una pregunta. ¿Crees que es la primera vez que Bill te engaña?
—¿Por
qué me…? —la pregunta murió en mis labios, quedándome boquiabierta.
Maria
me miró finalmente a los ojos y respiró hondo antes de hablar.
—Bill
lo intentó conmigo una vez… Hará unos cinco años.
Sus
palabras me traspasaron el pecho como un cuchillo de hielo.
—No.
—Sabes
que yo jamás te traicionaría, así que no pienses que ocurrió algo. En su
defensa hay que decir que estaba borracho, y que por eso preferí olvidar el
incidente y no decirte nada.
—¿Lo
intentó contigo? —mi voz era casi inaudible.
Maria
asintió.
—Por
eso me pregunto si ha sido ésta la primera vez.
Quería
mostrarme fuerte ante la asombrosa revelación de Maria, pero los ojos se me
llenaron de lágrimas.
—¿Crees
que me ha estado engañando todos estos años?
—No
lo sé —respondió ella en tono suave—. No me parece que sea ese tipo de
hombre, pero… Oh, cariño —me apartó
las lágrimas con ternura—. Quizá no tendría que haberte dicho nada. Fue hace
mucho tiempo y no volvió a intentarlo. No sé por qué te lo he contado. Soy una
bocazas…
—No…
Me alegro de que lo hayas hecho —me levanté—. Y ojalá me lo hubieras contado
antes. A lo mejor tienes razón y me estoy engañando a mí misma al pensar que Bill
y yo podemos arreglar las cosas.
—Yo
no he dicho eso…
Me
obligué a bostezar.
—Estoy
rendida. Creo que me voy a acostar otra vez.
Maria
también se levantó.
—Te
has enfadado conmigo, ¿verdad?
—No,
nada de eso —la abracé para demostrárselo.
No
estaba furiosa con ella. Lo estaba conmigo misma.
Por
ser tan ingenua........
Hey chicas, espero estén bien... y como siempre disculpen la tardanza! pero por fin eh salido de vacaciones de la uni, lo mas seguro es que comenzare a trabajar, pero al menos tendré mas tiempo pasa subir capitulo, muchas gracias por los comentarios! espero disfruten este capi tanto como yo escribiéndolo! nos leemos pronto!
O.o Bill ees todo un. Don Juan..
ResponderEliminarComo se volveran a ver.. Me encanta la fic..
Sii sube pronto. ;-) Bye
Haces que derrepente odie a Bill jajaja xDDD sigue asi bitch, no me olvides.
ResponderEliminarque osea que Bill no era la primera vez que me engañaba??? siento que estoy odiando a Bill.... sube otro xfa quiero saber que va a pasar entre Tom y yo....sube pronto cuidate chao..:)
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