Me dejé llevar
de la única forma que sabía.
Abandonándome
por completo a la pasión descontrolada y sin negarle a mi cuerpo ni a Tom el
menor placer. Nuestros cuerpos se fundieron una vez más y nos elevaron a las
más altas cimas del éxtasis.
Durante los
diez minutos posteriores al festín pasional permanecimos abrazados y sudorosos,
nuestras almas conectadas como siempre quedaban tras haber hecho el amor.
Sinceramente, empezaba a tener miedo de mis propios sentimientos. Primero
estaba convencida de que no quería volver a ver a Tom, y al momento siguiente
me moría por su cuerpo.
Le había
permitido acostarse conmigo porque así me lo exigía mi instinto de
supervivencia. Necesitaba hacerle creer que lo amaba y que quería estar con él.
Y sin embargo, en cuanto empezó a hacerme el amor, caí de nuevo bajo su
poderoso hechizo.
Ya no estaba
furioso. El sexo lo había calmado y yo ya no sentía miedo en sus brazos. Cuando
se marchara haría lo que tuviera que hacer para echarlo definitivamente de mi
vida, pero de momento estaba a salvo de su impredecible carácter.
Lo besé en el
pecho y al hacerlo sentí una punzada de tristeza. Con él había compartido las
experiencias más intensas que podía imaginar, pero aquélla era la última vez
que estaríamos juntos.
Así tenía que
ser.
Volví a besarlo
en el pecho, esperando que me acariciara el pelo o me besara en la frente. Pero
él permaneció quieto y silencioso. Sin mirarlo a los ojos supe que algo había
cambiado en él.
Levanté la
cabeza y vi algo inquietante en su expresión pensativa.
—¿Qué ocurre?
—le pregunté.
—Esto es lo que
vas a hacer —empezó en tono resuelto y natural—. Vamos a vestirnos y luego
vamos a ir a la comisaría. Allí les dirás que fuiste tú quien hizo la llamada.
—¿Qué?
—Escucha, hermosa
—su tono se hizo más severo—. Les dirás que fuiste tú quien llamó para
denunciarme, pero también les dirás que fuiste testigo de lo que pasó. Les
dirás que estabas conmigo la noche que agredí a Theodore, pero que lo hice
porque él te había atacado a ti.
Lo miré
boquiabierta.
—Pero si le digo eso a la policía, se preguntarán por qué
llamé para denunciarte en primer lugar.
—Les dirás que
tuvimos una discusión.
Me quedé en
silencio, pero sin el menor rastro de tristeza porque Tom fuera a formar parte
del pasado en cuanto nos levantáramos de la cama.
—Y… ¿hermosa?
—¿Sí? —lo miré
a los ojos, pero su mirada estaba vacía de todo sentimiento. Su frialdad era sobrecogedora.
—Tienes que ser
convincente. Tú provocaste el problema y tú tienes que resolverlo.
Se advertía un
tono de amenaza en su voz, y una vez más me vi sumida en el caos emocional que Tom
provocaba. Podía pasar del amor más pasional al odio más acérrimo en cuestión
de segundos. ¿Cómo podía follarme como un salvaje, comerme el coño y suplicarme
que me corriera en su boca como si su vida dependiera de mis flujos vaginales,
y luego ordenarme que fuera a la policía con una frialdad que no admitía discusión?
Tom me soltó y
se levantó de la cama. Lo miré mientras se vestía, sin moverme ni hablar.
—Levántate, (Tu).
Nos vamos ya.
Me levanté.
¿Acaso tenía
elección?
En la comisaría
me sentí como una completa idiota. La clase de persona que alertaba de la
llegada del lobo sólo para llamar la atención.
—Entonces…
—estaba diciendo la agente de policía con el pelo corto—, ¿dice usted que
denunció a este hombre, pero que estaba actuando en defensa propia cuando se
produjo la agresión?
Me mordí el
interior de la mejilla y cambié el peso de un pie a otro.
—Ese hombre
intentaba obligarme a que me fuera con él. Se mostró muy grosero conmigo y
agredió a mi amiga. Y entonces Tom… vino en mi ayuda.
La policía no
pareció muy convencida.
—En ese caso,
¿por qué hizo una llamada anónima para denunciarlo?
Dudé. Desearía
estar en cualquier otro sitio, porque nada de lo que dijera tenía sentido.
—Estaba furiosa
con él.
—¿Cómo dice?
—Estaba furiosa
con él —repetí en voz más alta—. No debería haber hecho esa llamada, pero
tuvimos una discusión y…. y…
—¿Y qué?
—No pensé en lo que hacía. Estoy embarazada y a veces no
controlo mis arrebatos —suspiré—. Ya sé que no es excusa. Fui una estúpida. Lo
siento.
La agente se
encogió de hombros.
—Muy bien —dijo
en tono dubitativo—. ¿Está dispuesta a firmar una declaración en la que haga
constar que su novio actuaba en defensa propia?
Miré hacia la
puerta. Tom no estaba allí, pues sabía que debía hablar en privado con la
policía. Tal vez pudiera confiar en aquella agente que no parecía creer mi
historia. Podría contarle la verdad, que tenía miedo de Tom y suplicarle que lo
encerrara en una celda y perdiera la llave.
Pero no era tan
ingenua. Sabía muy bien cómo funcionaba el sistema. Si Tom era arrestado,
podrían dejarlo en libertad bajo fianza. Y si volvía a quedar libre…
Iría por mí.
De modo que no,
no podía hacer lo que más quería. El riesgo era demasiado grande. Mi vida
estaba en juego.
Y la de mi
hijo.
—Sí —asentí con
firmeza—. Firmaré esa declaración.
La agente me
tendió una hoja y un bolígrafo.
—Puede escribir
su declaración.
Agarré el
bolígrafo y me dispuse a escribir.
—Permítame un
consejo —dijo la agente—. La próxima vez que tenga una discusión con su novio,
búsquese otra manera de vengarse de él. Una acusación falsa podría acarrearle
graves problemas.
—No era una
acusación falsa…
—No del todo.
Pero usted no se presentó como testigo cuando debió hacerlo.
Entendí lo que
quería decirme y cerré la boca. La policía no toleraba que una persona se
burlara de ella, aunque estuviese embarazada.
Un poco después
abandoné la comisaría con Tom. En el coche me besó la mejilla y me sonrió con
afecto. Yo le respondí con una sonrisa forzada, porque por dentro me sentía
acongojada. Había escrito y firmado una declaración que era falsa casi en su
totalidad.
«Has cambiado».
—Tom —dije
después de llevar un rato conduciendo—. Tengo que ver a mi esposo. Para acabar
con todo —añadí rápidamente cuando sus ojos se abrieron con espanto—. Es el
momento de contárselo todo. Lo de mi embarazo y lo de… de… mi decisión.
—Por supuesto
—sonrió—. Iré contigo.
—No —entrelacé
los dedos con los suyos y me llevé su mano a mis labios—. Te agradezco que
quieras acompañarme, pero tengo que hacerlo sola. Es lo justo.
—No quiero que te haga daño.
«¿Igual que tú
me lo haces cuando no te sales con la tuya?».
—Iré a verlo a
su trabajo. No me pasará nada —le sonreí para asegurarle de que le decía la
verdad—. Estoy embarazada de un hijo tuyo. Mi futuro está contigo. Tú nunca me
traicionarías como hizo él. Estoy segura —pronuncié las mentiras de la forma
más sentida posible. Tenía que convencerlo como fuera.
Tom me miró con
una expresión de calor y confianza. Me había creído, gracias a Dios.
—Está bien.
Supongo que será lo mejor. Además, yo tengo que volver a salir de la ciudad por
trabajo.
—¿En serio?
—intenté parecer decepcionada.
—Sí. Tengo que
estar tres días en Seattle.
¡Tres días! Las
palabras eran música celestial para mis oídos.
—Me alegro de
que el asunto de la policía se haya resuelto, porque de lo contrario no habría
podido viajar—añadió, echándome una mirada cargada de significado.
—Sí —dije—. Yo
también me alegro —y aún más porque mi declaración hubiera posibilitado que se
marchara de la ciudad durante tres días. En ese tiempo podría respirar
tranquila.
Estaba tan
contenta como si hubieran sido tres años.
—Ya ha pasado
todo —dije—. Al fin podremos seguir adelante y formar una familia.
Tom detuvo el
coche frente a mi casa y abrió la guantera. Ahogué un gemido de horror,
temiendo que fuera a sacar una pistola o un cuchillo.
Pero lo que
sacó fue un pequeño estuche de terciopelo. Lo abrió y me extrajo un modesto
anillo de diamante.
—Era de mi
madre —dijo con voz triste—. Mi padre se gastó todos sus ahorros para
comprárselo. Me habría gustado dártelo en otro momento, pero quiero que lo
lleves puesto si vas a ver a tu marido. Así podrá ver que has encontrado al
hombre de tus sueños.
Tragué saliva. Tom
me tendió el anillo, esperando mi permiso para ponérmelo en el dedo.
—¿Te casarás
conmigo, hermosa?
—Oh, Tom…
—murmuré con voz ahogada mientras le ofrecía mi mano. Mi actuación estaba
siendo digna de un Oscar—. Sí, claro que
si cariño,…
El rostro de Tom
se iluminó con una radiante sonrisa mientras me deslizaba el anillo en el dedo
anular. Me quedaba un poco grande, pero no tanto como para que se cayera.
—Haré que
ajusten su tamaño a tu dedo —dijo Tom.
—Vale, pero aún no. Ahora quiero llevarlo… como me has
dicho.
Mis palabras lo
complacieron enormemente. Me besó y yo me volqué por entero en el beso, porque
tenía que ser convincente hasta el final.
—Te quiero, hermosa
—me susurró al apartarse—. Te llamaré todos los días mientras esté fuera.
—Oh, Tom —le
agarré el rostro entre mis manos—. Yo también te quiero. Voy a echarte de
menos.
—Y yo a ti.
Volví a besarlo
y abrí la puerta para salir del coche, pero Tom me agarró de la mano.
—¿Hermosa?
—¿Qué, cariño?
—Asegúrate de
pasar desapercibida. Quiero que estés a salvo.....
Chicas! Yo de
nuevo por acá actualizando capitulo, bueno esta semana he estado un poco más
relajada con la universidad y el trabajo así que me ha dado tiempo de escribir
un capitulo aceptable! Muchas gracias por los comentarios, a las que siempre me
comentan y creo que vi alguien nuevo por ahí que no había comentado antes! Igual
agradezco mucho que sigan leyendo! Y tienen razón, una escapadita a divertirme
de vez en cuando no cae mal! Para drenar un poco el stress jaja! Bueno ya como saben no falta mucho para que
finalice esta historia, otro de mis bebes que culmina! Jaja disfruten mucho
estos capítulos, ya se viene una sorpresita de alguien que lleva sin aparecer!! espero este lo disfruten tanto como yo escribiéndolo, gracias
a la chica que cuando lee un capitulo me menciona en twitter! Eres una
ternurita ajaja! Las que quieran seguirme es @OtraFran bueno que estén bien Os
quiero y Cuídense mucho! Nos leemos pronto….